martes, 27 de julio de 2010

Odio verte partir

SÑ sonríe mientras yo me como las lágrimas y tomo aire para desaparecer el nudo en mi garganta. Le acabo de entregar mi primer cuento para él: Las reflexiones de Luciana y Esteban. Espero que le guste. Más que eso: espero lo lea.

SÑ se está yendo de viaje durante el fin de semana largo con MH a Huaraz. La que hasta el momento era MI ciudad, mi rinconcito en el cielo, ahora solo es una innombrable más en mi lista. ¿Cuáles mas? Ah si: Ica, Trujillo y Huancayo. Lugares que ya no veo igual, que veo con rechazo, con un poquito de asco al imaginarme lo mucho que se acostaron ahí. Desprecio esas ciudades, desprecio lo que suceda ahí. No me importa si hay una mina de oro o si la fuente de la juventud está ahí, NO QUIERO SABER NADA DE ESAS CIUDADES. Lo malo es que SÑ no lo ve así: luego de su viaje me imagino que regresará contando todo lo que vio, diciendo lo mucho que disfrutó, claro que no dirá que lo sexual tuvo que ver o lo poco que estuve en su mente, estará descansado y flamamente mientras yo intento disimular detrás de una sonrisa lo mucho que lo detesto cuando se pone en ese plan.

También tendré que disimular lo mal que he estado durante esos días. Que no dormí o que tuve que casi drogarme para dormir, probablemente con alcohol o pastillas. Que estuve deprimida sin ganas de levantarme de mi cama, a menos que Farla o alguien de mi familia me saquen, llorando siempre, torturándome con la compañía de SÑ. Dolor, angustia, ansiedad... todo lo que siento fluir a través de mi garganta directo a mis ojos en estos momentos. Voy a llorar. Y mucho.

No le he dicho nada de esto a nadie porque quiero negarlo hasta el último momento. Son casi las 10 y 30 de la noche del martes. Mañana, el presidente García da su discurso. Yo estaré deprimida y SÑ estará olvidándome. Me estará olvidando... con ella. Ahora, imagínense uno de esos dolores prohibidos que quieren reprimir a costa de lo que sea. Es un dolor que viene y va, como una ola, un eco de la vida, una risa que te dice "olvídalo, esa persona ya no te quiere y nunca te volverá a querer". Mas o menos es lo que me pasa ahorita, mientras escribo. Siento de todo, todo lo malo y destructivo que puedo, sin ganas de nada. Haciendo planes, pero tranquilizándome un poco, nada más. En realidad solo es el sentimiento horrible de imaginarlos juntos el que me destruye. Y créanme: no voy a estar tranquila hasta que él vuelva a mí. O haga algo parecido a eso.

Odio verlo partir. Odio siempre estas fechas, porque voy imaginando que él se va de viaje. Por un momento y creí que esta vez sería diferente y él se quedaría o viajaría con otras personas. Craso, craso error. Cuando me dijo que se iba con MH estuve calmada, disimulé y pensé que todavía faltaban unos días para ese momento. Disfruté. Olvidé que esta noche llegaría... pero ahora que llegó, no puedo sino desesperarme conforme llega la noche.

SÑ, odio verte partir. Odio que ya no me quieras, que ya no sientas lo mismo por mí y que no me vayas a extrañar. "Te voy a extrañar" le dije "Ay, ***, yo también", pero dije secretamente "no es cierto". No es cierto, porque estarás taaa-aaan contento con MH, acostándote con ella y todo, volviendo a sentir, mientras que yo probablemente termine... no sé donde, tal vez loca por no poder con todo esto.

Siento que es demasiado, en estos momentos. La carga emocional que tengo ahorita es grande. ¿Qué me hará posible despertar mañana? No quiero vivir mañana. Quiero que sea domingo de una vez y tenerlo para mí otra vez. No quiero solo recuerdos de lo que fue nuestra relación, sino que quiero crear nuevas cosas. Quiero que me quiera otra vez. Y entienda mi corazón, que está apenado por todo, que llora con cada cosa suya que ve en el aire: Rosatel, bombones, libros, películas. Que me consuele, que diga que todo estará bien, que no se olvide de mí, porque yo no lo haré.

No puedo escribir más. Si lo hago, siento que me moriré. Odio verte partir, SÑ, pero no hay nada que pueda hacer. Eso sí: no te olvides de regresar. De regresar a mí, si puedes.


Una canción para SÑ, que tomo como mía: "cuando alguien se va, el que se queda, sufre más".


jueves, 22 de julio de 2010

¿Por qué odio a Zahia Dehar?

Podemos empezar con lo obvio: es una puta. No es una ruca, no es una rufla, no es una zorra. ES UNA PUTA. PU.TA. Y es una puta por todos los motivos que vienen a continuación.

Todos sabemos lo que ha pasado con esta puta de 18 años: sus declaraciones han originado un tremendo escándalo que ha hundido a por lo menos dos jugadores de la selección nacional de Francia: Karim Benzema... y Franck Ribéry. El Franck de Wahiba. El Franck que Faviel amó casi con locura hasta hace un par de años. El mismo Franck que yo respetaba y que casi ponía en un pedestal fue detenido hace unos días por la policía de su país para declarar por estar involucrado en (lo que decimos en lenguaje abogado) la presunta comisión del delito de Proxenetismo.

Acá el proxenetismo tiene un significado distinto que en Francia. Mientras que acá se trata como agente de este delito a quien favorece o promueve la prostitución de otra persona, en el país de los galos el delito se sigue contra la persona que tiene relaciones sexuales con una prostituta menor de edad. La prostitución en Francia es legal, pero tienen que ser mayorcitas y bien saneadas. Zahia es puta, es modelo, y todo comenzó cuando era menor de edad, según dice la siliconeada perra de la foto.

A ver, ¿por qué odio a Zahia? Porque la puta le cagó la vida a uno de los jugadores más talentosos que he conocido en mi vida, a alguien a quien le tengo mucho aprecio. Bueno, tenía. Tengo... no, tengo, pero ya no tanto. Claro, ¿cómo querer a un ídolo que se cae de un pedestal? Para mí, Franck era un luchador, era una persona que se había abierto paso ante la adversidad provocada por las cicatrices que lleva en el rostro, y justamente a pesar de eso, Franck se negaba a quitárselas de la cara a pesar de tener el dinero suficiente para quedar más presentable ante el mundo. Se sentía bien así, así era él y habiéndose aceptado a sí mismo, solo esperaba que nosotros también lo aceptáramos. Wahiba ya lo había aceptado hacía mucho tiempo, y empezaron a formar una familia, la cual parecía muy feliz ante una pareja que se amaba no por ser necesariamente hermosos por fuera, sino hermosos por dentro.



Yo siempre sentí envidia de Wahiba. Estar al lado de un hombre que a sus 23 años ya sabía lo que era y lo que quería en la vida. Bueno, eso sí, sus indecisiones respecto a los equipos de fútbol, a cuán alto quería volar luego del Mundial, fue algo que nunca me terminó de convencer. Como dijeron en el OM hace poco: "El OM tuvo la paciencia de esperar 18 años. Ribéry no". Auch.

Pero bueno, eso es otro cuento. La vida de Franck se fue por la borda cuando la puta Zahia salió en público señalando con qué hombres había copulado. No lo podía creer la primera vez, ¿esta puta de verdad dijo Franck?, ¿MI Franck? Shock hipovolémico. Necesito un suero, por favor, un carrito de choques porque el bobo no aguanta. ¡¿FRANCK RIBÉRY SE ACOSTÓ CON UNA PUTA?! Si. Un mudo en el universo que era este hombre admirable. Ya no lo era. Todo por una puta.

La historia de la puta es esta: la llamaron para ser el regalo de cumpleaños de Ribéry, y fue a darle el alcance en un hotel. Tiraron. Él le pagó 700 euros. A ella le pareció muy poco. Zahia decidió que podía multiplicar esos euros de una noche, diciendo lo que Ribéry no supo cuando se la metía entera (al menos así pienso): que la putita era menor de edad esa noche.

A ver... ¿ustedes creerían que esta perra siliconeada tiene 18 años? En Francia son explícitos con la conducta penal y la convierten en delito, pero en Perú se trata del error de tipo: la errónea percepción que tenemos de alguien. El ejemplo más común es del hombre que se acuesta con una joven creyendo que tiene 18 años, porque la apariencia de la chica no indica que es en realidad menor de edad. Muy simple: si él no sabía nada, no hay violado ninguna norma. Asunto arreglado.

En el caso de Ribéry, las cosas no son tan simples: tiene que demostrar que efectivamente no tenía conocimiento. Claro, la puta estalla la bomba y luego sale a defender a sus ex clientes. Definitivamente solo quería fama, solo quería $$$. Una vulgar pendeja, de esas que solo abren las piernas con tal de obtener lo más grande, incluyendo las tetas. Zahía quería dinero, y lo obtuvo revelando los secretos que sus clientes le confiaron dentro de cuatro paredes. ¿Una prostituta haría eso?, ¿una verdadera trabajadora sexual? No, solo una puta.

SÑ se río de mis comentarios, pero creo que son bastante ciertos: si una mujer que es trabajadora sexual, viola la confianza que sus clientes depositan en ella, su profesionalidad se pierde, su carácter disminuye. Entonces pasas de ser a alguien que hacía a un trabajo, a ser realmente lo más negativo de todo, las peores pesadillas de estas mujeres. Si Belle de Jour (
http://belledejour-uk.blogspot.com/) tuviera una opinión, sería más elaborada que la mía, pero en esencia la misma: una prostituta que pasó a ser una vulgar puta.


A Franck le han abierto ahora un proceso por estos hechos. Al pobre (y gil!) de Benzema también. Par de tarados. A ver si desde ahora tienen mas cuidado a quién se la meten pues. Recuerdo cuando todavía pensaba: ¿tanto puede arriesgar un hombre por un polvo? Arriesgan, si, y a veces pierden. Hasta donde tenía entendido, Wahiba y Franck ya no vivían juntos. Lo que empezó hace tantos años, quedó destruido luego de una noche (hasta donde también tengo entendido). Cojudo, Franck, verdaderamente cojudo. Tú eres tan idiota como ella.

Odio a Zahia por cagarla completo, por actuar como la puta que es desde que abrió las piernas por primera vez pensando en lo bien que vendería sus historias en un futuro lejano. Perra. Nada que una mujer odie más que una perra. Claro que yo también soy una perra, por lo que me pasó con SÑ, pero hay una diferencia entre esta putita y yo: Faviel se llevará todos los secretos de SÑ a la tumba.

miércoles, 21 de julio de 2010

¿Sufrida o cómoda?: la decisión en un zapato


Hoy regresaba de comer con SÑ y el Fuhrer, cuando escuchamos un estrepitoso sonido de algo chocando contra el pavimento. Mejro dicho: alguien. Volteamos a ver y observamos a una chica que había resbalado y que se levantaba rápido para terminar lo más rápido posible con la vergüenza de haberse caído. Lo primero que hice cuando se levantó, fue dar una mirada rápida a sus tacos. Claro, lo que encontré no es sorpresa.

Pero antes, ¿a quién se le ocurrió la ingeniosa idea de que en el pie de una mujer debía de ir, como elegante accesorio, un incómodo zapato que desafíe a la gravedad? No sé en verdad, y pueden buscar la web si quieren, y avisarme si encontraron al malnacido al que hay que escupir y agarrar a zapatazos. Mejor dicho: a tacazos. Y es que, por más lindo que nos parezca una de estas armas de tortura masiva, también es cierto que es un daño permanente el utilizar este accesorio para calzar nuestras tallas pequeñas (o también grandes, como en algunos casos).

Mientras escribo esto, tengo puestos un par de zapatos negros, de taco obviamente (ya que sigo en la oficina), pero de taco 7, porque si fueran más grandes mi peso y mi torpeza me conducirían de cara a cada suelo o terreno que pisara en esos momentos. El taco es 7 y además es lo suficientemente grueso como para resistir un par de carreras, en caso así lo solicite el Fuhrer o alguien más. Es un grosor ideal: no excesivo, pero no diminuto como el de la foto. Aprieta lo suficiente como para que no se escape de mi pie talla 36, pero deja el pie respirar, aunque de todas maneras un incómodo bultito sobresale de él. Marca Ecco, la dulzura de accesorio me costó S/. 109.90. Oh si, unos ciento diez nuevos solcillos por unos zapatos que me van a malograr la espalda, además de las piernas (que a mis 24 ya comienzan a denotar una o dos várices pequeñísimas, pero igual de presentes).

Eso sí, no digo que no me gusten. Justamente pagué dicho precio porque estos zapatos me encantan. Ahora, ¿por qué coño me gustarían un par de tabas que me van a dañar tanto? Mientras escuchaba el *tac tac tac* de mis pies, pensé en una respuesta: predisposición cultural. Porque no creo que en el origen del hombre las mujeres de las cavernas se pusieran ramitas debajo del talón y se balancearan. Y es porque los tacos desafían no solo la gravedad, sino también nuestra naturaleza femenina. ¿Es natural usar estas cosas? Para la sociedad sí. Pero la verdad del asunto, chicas, es que la madre naturaleza grita con cada *tac* de los zapatos, y grita en nuestras cabezas lo tontas que somos por pensar que esto es lo que somos, cuando no es así. Nos predispusieron a pensar que una mujer iba en tacos. Las figuritas, dibujos, caricaturas clásicas de una mujer tienen el taco incluido, ¡hasta los indicadores de los baños! Una vez entré a uno donde en vez de la figurilla del muñequito con falda, estaba nada más y nada menos que un zapato de taco, ¡y un taco aguja todavía! Las únicas que podemos salvarnos somos nosotras.


Mientras escribo esto, noto el delgado sonido de los zapatos de la practicante de uno de los secretarios. Noto sus tacos y veo que son realmente botines, pero con un taco tan delgado como el de la joven que se cayó mientras regresaba del almuerzo con SÑ y el Fuhrer. Me da miedo imaginarme en esos zapatos, ni siquiera lo pienso porque imagino de manera bastante gráfica la caída y el bochorno en la calle.

En realidad, yo no he usado tacos hasta hace dos años, justamente cuando entré a trabajar. Antes de eso yo andaba en sandalias o zapatillas. Nunca otra cosa. Tenía un par de botines muy bonitos que mi mamá me había comprado en el 2003, pero me hacían doler el pie como si fuera una Fakir principiante caminando en cama de clavos. Dolía mucho. Ardía, más que nada, y yo me rehusaba tajantemente a usar esas tabas y renunciar a las N zapatillas que tuve entonces. Las últimas que he tenido son definitivamente mis favoritas: las converse all star. Una maravilla en comodidad. Ahora... uf! si les contara.
Definitivamente las all star son mis favoritas, pero le agarré el gusto a los tacos cuando comencé a hacer trabajo de oficina. Ya no era solamente una necesidad para el trabajo, sino que comenzaba a ser un gusto. Y como sufri! Durante el verano, utilizaba unas sandalias con taco 7 (nunca más bajo y menos más altos) muy bonitas, pero que tenían unas tiras que realmente asfixiaban el pie. Entonces no lo noté, pero, ¡puta madre! eran demasiado. Cuando caminaba más y el pie naturalmente se hinchaba por ello, mi apretado pie terminaba con marcas como si lo hubieran intentado ahorcar. Era terrible. Este verano tuve que tomar otras decisiones: para empezar, cambiar de zapatos. En general. Pero eso viene después.
Luego del primer verano, solo tenía mis botines. Con el tiempo descubrí lo cómodos que eran, porque eran amplios y el taco tenía el grosor exacto para caminar, correr y no morir en el intento. Cuando ya no me ardían los pies, me terminé acostumbrando a esos zapatos. Pero como siempre (una lección que aprendí duramente en la oficina), el acostumbrarme a algo marcaba el final de ese algo. Mis botines murieron lentamente al poco tiempo. El taco voló, se comenzaron a romper y se volvieron inutilizables. El segundo par fue mejorado, aunque apretaba un poco, y me dejó unas marcas en los dedos que me recuerdan el sofoco al que sometía a mis pies entonces.
Lo que más recuerdo del segundo par, es como tuve mis peores caídas. No me di cuenta que el taco se había desgastado lentamente, y tampoco me di cuenta la mañana en que caminaba por el Centro y tuve un tropezón horrible en la vereda. Horrible. Caí con ambas rodillas al pavimento y tuve un dolor que no se fue en un buen tiempo. El motivo de ese dolor, fue justamente la segunda caída, tres semanas después de la primera. Uf! Esa fue peor: fue corriendo. Corría cerca a mi casa y caí con las rodillas y con efecto de arrastre todavía. Recuerdo que estaba cochina y tuve que regresar a casa, casi llorando. Comencé a llorar con la frotación de mi mamá. Tuve que ponerme el primer par de botines y llegar adolorida al trabajo. SÑ seguía ahí entonces. No le dio mucha importancia a mi dolor. Aún recuerdo ese día, porque no solo tuve un dolor físico: su indiferencia a veces era peor que cualquier rodilla destrozada.
Justamente por esas caídas mis rodillas han sufrido daños reversibles que aún no logro identificar. Luego del segundo par, cuyas lenguas los mataron hace ya un año, es que conseguí el tercer par. El mejor par: combina un poco de ambos. Pero justamente, no solo de botines vive la mujer, y tuve también unos tacos: los de punta de duende, los feos, los grises, los de punta abierta (¡mis favoritos!) y ahora último los tacos que llevo puesta ahora. Los de duende eran los peores, porque me sacaron unas ampollas horribles, los feos apretaban demasiado, los grises son lo máximo pero duelen con el tiempo, y los de punta abierta son los mejores para las faldas durante el verano. Lo mejor.
Finalmente, creo que he optado por la comodidad en vez de solo tacos altos. A pesar de lo mucho que me pueden gustar algunas de las opciones ya mencionadas, mejor elegí la mejor de las opciones para la chamba: la maravilla del taco cuña. Justamente, para cambiar mis zapatos de verano, compré unas sandalias de taco cuña que a SÑ le terminaron gustando (extrañamente), además de que para invierno compré unos zapatos marrones de taco cuña que me encantan. Definitivamente, mi accesorio favorito.
La chica de hoy día se fue contra el suelo, justamente por unos tacos delgados que la sociedad le ha enseñado es lo que DEBE DE ponerse, sin darle otra opción para su estética. Así nos veremos mejor, más elegantes o tal vez más putas (según SÑ), pero no creo que nos hagan más mujeres. No creo que debamos ir en zapatillas, tampoco, pero creo que al menos podemos buscar más opciones, sin tener que sufrir nosotras. Suficiente con lo que nos da la vida, ¿verdad?
PD. Al día siguiente de este hecho, sacando copias encontré a la misma chica. Esta vez. con tacos más gruesos.

martes, 13 de julio de 2010

Almorzando sola

Son 1.30pm. Los trabajadores del PJ, en general, van saliendo poco a poco de cada una de las sedes de Abancay, B y P, dirigéndose a comprar el almuerzo, o a almorzar a otro lado. Yo voy regresando ya con la comida. Camino apurada por el frío de m que consume la ciudad, y mientras, veo a la gente. Chicos y chicas guapas que conversan, señoras y señores que caminan de a dos, tres o cuatro. Algunos ya llevan bolsas y regresan. Otros caminan hacia los restaurantes cercanos con las manos en los bolsillos y encogiendo el cuello. Incluso aparece el Fuhrer con Hb, caminando de la misma manera, conversando, y demás personas que conozco bien (laboralmente, al menos).

Ah, si, otro detalle: todos caminan en compañía. Yo voy sola, con mi bolsa del almuerzo, apurando siempre el paso antes de congelarme en esta temperatura tan fresca. No me he dado cuenta hasta que he visto, que realmente ningún trabajador sale solo. Bueno, solo me encontré con una compañera que iba sola. Los demás, todos bien acompañados.

Ya he terminado mi almuerzo. Son la 2pm. En mis oídos suena "The Scientist", en mi corazón suena "Sara" y en mi cabeza una pregunta: ¿por qué yo almuerzo sola?

Mientras subía a la oficina, en el sexto piso de la modesta sede P, me lo preguntaba, y creo que puedo haber encontrado un par de antecedentes que expliquen mi actual soledad al momento de la comida. Eso si, los viajes en el tiempo, son en reversa.

Todo comenzó con Gigi. Mejor dicho, terminó con ella. Cuando a mi gran amiga, Gigi, le rescindieron el contrato en este sector (cosa que aún me parece muy INJUSTA), yo empecé a comer sola. Recuerdo que entonces yo aún traía comida, pero siempre la acompañaba a comprar a ella, ya que de paso yo compraba una botella de agua, gaseosa o jugo, y luego, al subir, nos acomodábamos, comíamos y conversábamos de muchas cosas. Terminaba el almuerzo, y cada una tenía que regresar a sus labores. De vez en cuando teníamos más compañía, pero en general éramos nosotras dos.

Antes de Gigi, los momentos de la comida eran mucho más. SÑ ya se había ido y yo quedé con Gigi, mi súper compañera y amiga, e intentando llenar el vacío que Shumaq Ñahui había dejado, no solo en la silla que solía ocupar, sino también en mi corazón en esos momentos.

Cuando todavía era practicante en este recinto, salía a comer con el secretario de entonces, DH. Perdón, empecé comiendo sola. Salía a comer por ahí, paseaba y regresaba (creo que así hemos empezado todos xD). Cuando el secretario entonces se dio cuenta de mi soledad, me dijo que lo acompañara. Esa fue mi primera "collera" del PJ, con los dos secretarios y el asistente de despacho. All men, y no por ser puta tengo ese favoritismo, sino que sus conversaciones se adaptan mejor a mi persona. Si, toda una tomb boy. Mai si no te gusta.

SÑ, que entonces no era ni la S ni la Ñ, sino el Señor J, ya había notado que yo salía a comer. Mejor dicho: me había notado, pero yo no a él (aún era un "señor" para mí), y me había pedido que trajera mi comida para comer ahí. Yo era muy tímida entonces y ese pedido resultó siendo nulo en mi cabeza. No quería traer comida, porque no sabía como pedirlo en mi cabeza. ¿Qué iba a decir? El Señor J quiere comer conmigo? Groose! No thanks.

Cuando el Señor J se hizo mi jefe directo, y tuvimos que pasar a otra oficina, su primer pedido fue el reiterado de uno ya dado: traer mi comida. ScheiBe! bueno, ya que me va a pagar y no dependeré solo del dinero del almuerzo, chévere pues. Desde entonces, por el lejano marzo de 2008, empecé a traer comida. Mi primer almuerzo fue en una oficina oscura, con el Señor J de entonces y con la otra trabajadora, M, y yo, la pequeña practicante.

Desde entonces, los almuerzos con SÑ se hicieron casi una obligación. El 99.9% de los días laborales, SÑ y yo comíamos. M no solía comer tan seguido con nosotros, pero nosotros si almorzábamos junto siempre. Traíamos la lonchera, calentábamos la comida en el Microondas, alistando la mesa y las bebidas. La comida se calentaba, la comíamos y conversábamos de todo, de nosotros, de las cosas que queríamos saber del otro. Escuchábamos música, nos reíamos. A veces no solo conversábamos, y no solo reíamos. Recuerdo que una de las peleas más fuertes con él la tuve a la hora de la comida: todo por una zorra-perra-puta. Fue la única vez que casi lo hago llorar. Reflexiono sobre aquel momento ahora, y siento un poco de pena.

También el almuerzo con SÑ servía para detectar movimientos, gestos, reacciones, palabras comunes y en qué momentos las utilizaba. Usaba el momento casi para estudiarlo (claro, cuando me comenzó a interesar más de lo que hubiera pensado), para leerlo y repasarlo. Fue con esos momentos que comencé a entenderlo, a conocerlo. Tal vez también a quererlo.

Ahora que lo pienso, lo más probable es que hayan sido esos los momentos que hiciera que me enamorara tan perdidamente de él. Tengo una teoría ahora: los hombres no solo son sinceros durante el sexo, sino también durante las comidas, en sus momentos de satisfacción de las más importantes necesidades. Y SÑ confió mucho en mí, muchas cosas que aún me guardo acá dentro, cosas que me dijo en confidencia en aquella oficina oscura, y que yo guardaré siempre. Así como siempre apreciaré la confianza tenida en mí entonces.

Por aquel entonces, si SÑ salía a comer y yo me tenía que quedar, no me importaba: sabía que tenía el resto de la tarde con él. Lo malo es que eso no duró por siempre, pues al Señor J lo pasaron a otra oficina. En esa época volví a comer sola, pero solo un par de semanas, mientras yo seguía en la oficina oscura. Luego de un par de semanas, pude volver a comer con él, a pasarla bien. Lamentablemente, el Fuhrer era ahora mi jefe directo, y SÑ estaba en otra área. Esa transición fue una de las cosas más difícilesy penosas que he vivido hasta ahora. A veces no lo veía en todo el día, hasta la hora de la comida, y a veces ni eso, porque el señor cancelaba a última hora y yo me quedaba comiédome mi almuerzo y mis lágrimas.

Cuando ya me acostumbré a la nueva situación, y harta de que SÑ me cancelara a última hora, decidí darle una lección. Un amigo mío, A, vino de visita una vez al trabajo, y me sacó durante la hora del almuerzo. SÑ me dijo de todo, pero era por la pica de que yo hubiera salido con otra persona. ¡Ajá! Lección aprendida. Además, no sé que podía ser tan malo, si Gigi entonces ya estaba en la oficina, y por pedido mío almorzó con SÑ, "para que no esté solo". A pesar de eso, SÑ estuvo "molesto" todo el día, incómodo porque yo salí con otro pata. Yo estaba encantada con su reacción, y finalmente tiempo después le admití que aquella salida había sido para darle una lección: como él se sintió aquella vez, yo me sentía siempre que salía, cancelándome a última hora el almuerzo. SÑ lo entendío, sabía como se había sentido, y nunca más me volvió a cancelar una comida a última hora. Esa fue, mi única GRAN victoria sobre el ego de SÑ.

Finalmente, SÑ se fue de este sector, a pastos más verdes, y yo me quedé aquí, donde sigo, dos años después de... todo. A pesar de que intenté renunciar a él (y no pude) y de la distancia, él seguía viniendo a almorzar por acá. Eso se lo agradezco mucho, porque nunca me llegué a acostumbrar del todo a su ausencia. En mis momentos más difíciles aún lo imaginaba, al otro lado del piso, revisando papeles y mirando la computadora con sus brillantes ojos negros. (Suspiro). Y cuando venía a la 1.40pm aproximadamente, y nos encontrábamos a solas, le daba el mejor de los besos. Los mejores besos siempre eran para él (claro, que nunca tuve a nadie más para dárselos, ¡por si acaso!). Luego de pensar en él durante la mañana, era un placer verlo y disfrutar de él como en los viejos tiempos. Entonces, SÑ me encargaba su comida en la mañana y cuando venía yo ya tenía todo listo, para que él solo se sentara y disfrutara de mí como yo de él. ¡Cómo me encantaban esos momentos! Recuerdo que una vez me había quedado dormida, y al despertar sentí un beso encantador. De un príncipe para una princesa.

Finalmente, un día la distancia nos venció y las horas de almuerzo pasaron a ser horas muertas, como muchas de nuestra vida juntos en esta oficina. Ahí Gigi me comenzó a hacer más compañía, hasta... bueno, hasta todo lo que he contado ya.

Extraño mucho tener a SÑ frente a mí todos los días, su presencia, su mirada, sus palabras y todo lo que siempre me ha encantado de él. Menos mal ahora tenemos días designados: SÑ, el Fuhrer o yo, nos repartimos los días en que a cada uno le toca invitar el almuerzo, ponemos fecha y nos reunimos. Eso suele ser con un intervalo de cada dos semanas, y tengo que anotarlo en la agenda porque sino a los señores se les olvida y se pelean por a quién le toca pagar entonces. Algo bueno, luego de la pena ocasionada entonces por la distancia.

Pero hoy me tocó almorzar sola. Ya descubrí por qué: es un homenaje a las horas que fueron valiosas, y ahora son colección de horas muertas. En nombre de ellas, hoy como en silencio y sin compañía. ¡Una sonrisa por ellas y por todo lo que me dejaron!

sábado, 10 de julio de 2010

Odio admitirlo, pero...

Cuando me metí a la ducha hoy, momentos antes del encuentro entre Uruguay y Alemania, lloré como muchas veces lo he hecho estos días. Perdón, también estos años. La pena de siempre ocupaba mi mente, y a veces cuando las penas te nublan todo, es difícil pensar en algo positivo. Es difícil pensar en la gente que te quiere, en tu familia, en tus amigos, cuando lo que más deseas es solo que una persona te quiera, y te quiera como siempre lo soñaste.

En mis sueños, SÑ me quiere con el corazón. En mis sueños, ya no soy solo plato de segunda mesa, ese al que va cuando la otra no le ha dado bola o lo ha choteado por razones X. También cuando le sobra el tiempo. No, en mis sueños yo soy la única para él, a pesar de mis lentes, mi peso y mi estilo.

Pero hoy, cuando lloraba, la realidad caía pesadamente en mi interior. Aún cuando la escuchaba de otras personas, no lo creía, no pensaba que lo de SÑ fuera real, sino algo que estaba en mi imaginación, esa retorcida imaginación que tenemos las mujeres y transformamos en lo peor del planeta. Esos traumas femeninos que me contagiaban, era algo que yo negaba con toda la fuerza. No quería pensar que SÑ realmente NO ME QUERÍA. Lamentablemente, resultó más cierto, incluso peor que en mis pesadillas.

Mis sueños, están a millones de kilómetros de mi realidad. SÑ está más lejos de lo que pienso, y solo me dedica sus sobras... ¡como si fuera un perro! Perdón, creo que él tiene más consideración con los animales, y jamás le daría las sobras que a mí me ha dado. Si, es resentimiento el que habla por mí, y es resentimiento por encontrarme con la realidad que me hizo llorar en la tarde, porque odio todo lo que ocurre y que me ha llevado a este camino doloroso que no hace más que provocarme mucha infelicidad. Si, soy infeliz en estos momentos, y es porque me doy cuenta lo poco que SÑ me puede querer. ¿Cómo alguien puede querer tan poco?, ¿cómo es que puede decir una cosa, pensar otra y sentir otra? Es terrible! Es muy triste que me tenga en esta situación que no merezco (por más puta que haya sido este tiempo), y ya cae en lo patético mi comportamiento: me deprimo, no quiero hacer nada, rechazo a todo el mundo, y espero durante el día entero (si, sin exagerar) que suene el ringtone de mi celular que lo identifica. Espero que me llame y me diga que me quiere, que no puede vivir sin mí (como sé que no puedo yo)... o bueno, en el más simple de los casos, que diga que quiere y puede verme. Con eso nada más soy la mujer más feliz, me demoro un buen rato cambiándome, eligiendo lo mejor, arreglándome el pelo, maquillándome, quemándome la boca con Listerine (para que no sienta el mal aliento que alguna vez me dijo tener), ah y ahora quemándome los ojos con los lentes de contacto. Arreglarme... solo para tener su sonrisa. Solo para verlo contento, para que me diga "te ves bien". Con esas tres palabras, estoy bien.

Pero eso no sucede. Espero días, semanas, y SÑ nunca llama. Solo se comunica con MSN, y aunque tenemos conversaciones geniales, jamás pasa de lo mundano, de lo cotidiano, y de lo "amical". Las insinuaciones sexuales sé que no las toma en serio (no tanto como yo al menos), y en cuanto intento demostrar lo desesperada o triste que me pueda parecer la situación en que me encuentro, y el deseo enorme que tengo que me ayude, solo recibo rechazo por su parte. Aburrido es como se pone, se irrita... le jode verme mal. Pero no es porque le importe, sino que... no sé, perdon SÑ, pero creo que destruyo tu mundo perfecto y lleno de apariencias, porque según tú hago "dramas femeninos innecesarios", o sea que me hago bolas por las huevas, que solo quiero joder. Pero me parece que el problema es, que nunca te sentiste tan rechazado en tu vida. Ponte en esta situación: imagina que alguien que amas con todo tu ser, te rechace liminarme, te rechace con frialdad, que siempre te diga que tiene ocupaciones que prevalecen por encima de ti, que siempre hay algo en su vida que le impide que entres, que en su vida prácticamente no hay espacio para ti, que el tiempo es un ideal inalcanzable y que por eso no te lo puede dedicar. En pocas palabras: que te digan SIEMPRE "no tengo tiempo", "otro día será", "lo siento, hoy no". Y lo peor, que también te digan: "eso es una tontería", "no jodas", "deja de hacerte dramas donde no hay". ¿No hay? Ay, Cristo, ¿cómo puede alguien ser tan insensible al dolor ajeno?, ¿cómo puede no entender que con cada rechazo suyo, con cada palabra dicha con frialdad, mi corazón se parte un poquito más?

Tengo que secarme las lágrimas, que caen con fuerza sobre mi cara. Tengo que terminar de escribir esto, centrarme en lo que realmente me ha entristecido todo este tiempo. Y lo tengo: que no le importé. Si no le importé nada, tampoco le importé lo suficiente como para hacer algo por mí. En todo este tiempo, fui lo que quedaba. Yo alucinaba con que era alguien especial en su vida, que podría en algún momento entrar en ese corazón que nunca logré entender, pero eso no sucedió jamás. SÑ seguía con su vida, con sus amigos, con MH, con su trabajo, con su familia, mientras que yo solo me metía en la cama a llorar, a esperar, a ver la tele y no mirar nada. Me llamaban para salir y no quería. La gente de mi vida quería que los incluyera, pero yo estaba encaprichada con solo ver a SÑ, que solo él me hacía bien. Todo lo demás que no tratara de él me aburría. Me volví amargada al no poder tenerlo, y cada viaje suyo con MH era motivo para un nueva crisis de ansiedad, en el que podía llorar a gritos, jalarme los cabellos, golpear el piso, golpear mi cabeza contra la pared (esos dos últimos solo sucedieron una vez), llorar y llorar hasta que me pusiera a rezar y pudiera calmarme. A veces dormía tranquila en la noche, a veces no, pero siempre al día siguiente intentaba no pensar en los dos retozando en una cama, queriéndose como él no me quería a mí. Esos viajes eran una tortura emocional para mí, era pensar en lo que no podía tener, en que SÑ no era mío.

Hubieron pocos momentos en los que sentí que SÑ era mío. No puedo entrar en detalle de todo lo vivido, pero bastaba con tocar su mano, o que el tocara la mía. Perdón, creo que... si. Yo era más feliz cuando SÑ se acercaba a mí porque ÉL quería, porque justamente eso me encantaba: él quería. Me sostenía las manos, las entrelazaba con las suyas y me besaba la mano. Buscaba mis labios, porque los quería. Cuando él quería que algo mío fuera suyo, yo era feliz de entregárselo. Como dice Simone de Beauvoir, así es como ve la mujer el amor: la entrega. Y yo amaba entregándole todo lo mío a SÑ. Y era feliz. No me di cuenta que entregándole tanto, estaba perdiendo lo que era solamente mío. Le di todo. Me quedé sin nada cuando él se fue.

Ahora lo entiendo: SÑ se fue, se ha ido a querer a otra persona y esta vez el dolor lo llevo por dentro. Las crisis que tenía las he tenido que acabar, ya que mi familia comenzó a sufrir con ello. He tenido que aprender a llorar en silencio, a guardarme mis cosas y secarme las lágrimas para no preocupar a mis seres queridos. Mis papás me adoran, y yo a ellos, igual mis hermanos, mi prima, mis amigos. Por ellos es que sigo viva y no me corté las venas cuando SÑ terminó conmigo y me dejó de querer. Porque hace tiempo que SÑ ya no me quiere... y duele. Si tuviera que describirlo, diría que es como si algo en mi pecho se quemara. Un peso enorme me apaga la vida, la emoción, la pasión por todo, y también arde todo como si estuviera siempre en llamas. La cabeza me duele, me duele pensar en cuánto la quiere a ella, por qué ella es merecedora de su cariño. Las ganas se me van. La vida se acaba.

Luego, cuando pasa la pena, despierto a la vida nuevamente. Las cosas empiezan a tener sentido y soy capaz de sonreírle a mi familia. Paso el tiempo con mi prima y me río con ganas, hago bromas, juego y me río con mi gente. En la chamba me río con las bromas del Fuhrer, de los demás compañeros y me dedico al eterno papeleo. Incluso me puedo permitir unas palabras de fuerza: voy a estar bien, me dolerá, pero sobreviviré. Voy a tener 50 años más de vida, así que puedo vivirlos bien, sin penas y sin detenerme solo porque alguien no me quiso en su vida. Fue cuando SÑ me dejó, que descubrí la fuerza que existía en mi interior, entendí que si me quería y que podía hacer las cosas no para complacer a los demás, sino para mí, para que yo pudiera mejorar. Como dice Budha: antes de cambiar el mundo, hay que cambiar uno mismo. Mejorar. Y creo que estoy en eso, en fases de reflexión, en búsqueda de la negada paz y encontrándome a mi misma. Si: todo por el desamor de SÑ, un sujeto que a simple vista se ve insignificante. Aún recuerdo las épocas en que no significaba nada en mi vida. Pienso en ello como si fuera un sueño, una vida pasada, de hace mucho. Pienso en lo poco que sentía. Ojalá se hubiera quedado así.

Ojala SÑ me hubiera querido. Ojalá yo le hubiera importado, aunque sea un poquito. Ojalá estuviera a mi lado. Ojalá entendiera mis lágrimas. Ojalá lea esta entrada y me entienda, y también... que sufra un poquito. Que sufra con mi pena. Que entienda que MH no fue la única que resultó dañada con todo esto, y que yo tengo el corazón hecho pedazos. Que vea mi alma perdida y la consuele. Ojalá, ojalá él fuera ese tipo de hombre. Pero no lo es. Es más, si le mando esta entrada, probablemente la ignore y la olvide. No puede ayudarme más. Perdón: no puede, porque no quiere.

Es una pena, porque yo lo amo con todo mi corazón. Fue, es y será el hombre de mi vida, esa leyenda viva en mi corazón. ¡Qué pena que no me quiera como yo a él! Ojalá estuvieras aquí, dándome lo que necesito. Pero la vida es injusta, y aunque no estés aquí, igual hay que verla a la cara, con la fuerza de donde sea. Ojalá estuvieras... pero no. Ahora lo entiendo, y ¡cuánto dolor en ese pensamiento! Todo se acabó contigo, todo quedó enterrado. Ahora solo me tengo a mí misma. Y aunque tengo mucha esperanza en lo que suceda, también tengo mucho, mucho... mucho miedo.

martes, 6 de julio de 2010

Lo que el viento se llevó de los personajes

El anterior posteo fue un resumen de lo que es la historia (de la película) de "Lo que el viento se llevó". Yo siempre he detestado los resúmenes ínfimos que circulan en la red, y por eso es que puse el anterior, con un poco de spoiler. Mis disculpas a quien no le haya gustado. En todo caso, si odiaron el final (como yo la primera vez), pueden tener un poco de consuelo: hay una secuela de la obra, titulada simplemente “Scarlett”, aunque no escrita por la misma autora, y no tiene a los mismos actores como protagonistas, aunque sí se hizo una miniserie con la misma, con un Timothy Dalton en el papel de Rhett Butler que me parece más que aceptable.

Ahora quiero terminar de cerrar el capítulo de esta gran obra, antes de hablar de otros temas, un poco más escabrosos. Esta vez, es el turno de las historias de los verdaderos personajes de este monumento de película, cuyas vidas me parece fueron tan dramáticas y tan geniales como la historia misma.


Vivien Leigh: Lady Olivier


Si me hablan de grandes actrices, esta es una de ellas. Y de bellas, definitivamente la más bella. Solo había que mirar en sus ojos azules para quedar prendado de esta mujer, ya sea como Scarlett, Blanche, o Emma Bovary.

Los dos roles que más sonaron para ella, fueron justamente los dos primeros. Vivien es proveniente de Inglaterra, pero tuvo que hacer el papel de sureña en estas dos ocasiones, y aparecía en ambos casos bastante diferente. Mientras que Scarlett era valiente, fuerte y temeraria, Blanche era débil, le temía al mundo y a su pasado. Fueron tan excelentes estos papeles, que Vivien ganó justamente sus dos premios óscar por ambos. Ojo: cuando hizo el papel de Scarlett, tenía 26 años, lo cual me sorprende, ya que hay ocasiones en que Vivien luce como toda una mujer, una gran dama que es la que está interpretando, mientras que yo estoy segura que seré aún una bebe a los 26 (imagínense como estoy a los 24). Scarlett fue su gran papel, eso es muy cierto, y nada se le comparó jamás. Ni siquiera el de Emma Bovary, cuya película nos tocó ver en la clase de Literatura en 5° de Secundaria. Recuerdo todavía lo bella que me parecía la actriz…

Bueno, nada se le comparó a Scarlett, hasta la llegada de Blanche, junto a ese bombón del cine de entonces, que aún ahora tiene babeando a muchas: Marlon. Marlon Brando. Ya entonces, Vivien Leigh no ostentaba jovialidad, sino que le pesaban un poco los años: tenía 38, y ya no era el momento de hacerla de jovencita consentida, sino un papel más oscuro: Blanche DuBois, una dama que alguna vez tuvo una gran vida de la clase media, soñadora… ilusa, creedora del amor del modo más romántico posible. Por siempre horrorizada con “flores… flores para los muertos”.

Al hacerla de Blanche, a Vivien le vemos un rostro más entrado en años, además de que su cabellera no es castaña sino rubia. ¡Rubia! Eso me pareció muy bueno para ella, ya que la ayudaba a distanciarse de sus demás personajes. No sé exactamente qué era, pero me encantaba verla interactuar con Stanley, el personaje de ese tipazo que fue Marlon Brando, y sus juegos seductores e inocentes, a veces también violentos, nos hacían recordar a todas lo mucho que nos gustan los machos así. Naturalmente, el óscar tenía que premiar esta faceta de la actriz.

Fuera de su vida personal, imagino más a Vivien como un poco de ambos personajes: seguro sería valiente y decidida, pero perseguida por los fantasmas del pasado (como muchos de nosotros). Estuvo casada con Lawrence Olivier, lo que le valió el título de Lady (ya que el señor fue un “sir”), pero se separaron luego de Dios-sabe-cuántos problemas matrimoniales. Fue una actriz más de teatro que de cine, probablemente porque esa intimidad con el público le gustaba más.

Lamentablemente, los grandes ojos de Vivien Leigh no brillaron por siempre. Sufrió mucho por la maldita tuberculosis, que se la llevó en julio de 1967. Era la mujer más bella de 53 años de edad que se haya visto, y se llevó consigo el eterno amor de sir Olivier, quien nunca dejó de quererla.

Y nos dejó a todos magistrales obras, como para seguir esos ojos azules… eternamente. Buscándola en la niebla, como Scarlett buscaba a Rhett. No olvidando jamás, como Blanche jamás pudo.


Clark Gable: el rostro de Hollywood


Ayer en la noche veía “Australia” y una escena me pareció un tanto extraña: el personaje del Arriero (Hugh Jackman), quien se ha negado a asistir a un baile con Lady Ashley (Nicole Kidman). De repente, para sorpresa de ella, el salvaje sujeto aparece en el baile, con un traje muy elegante… y un gesto, que haría babear a cualquiera. Uno de esos gestos de esos hombres no-tan-guapos (las fans de Jackman me matarán por haber dicho esto), pero que al hacerlo… podemos caer rendidas a sus pies sin pensar que nos arrepentiremos luego.

Lo que se me ocurrió cuando vi ese gesto se resume en dos palabras: Clark. Gable. Clark Gable, que ya es sinónimo de Rhett Butler. Rhett Butler es lo que es, gracias a Clark Gable, y a esa actuación que todos siempre recordaremos.

Eso sí, el tipazo ya era EL tipazo de Hollywood cuando hizo el papel que lo llevó a la eternidad. William Clark Gable había perdido a su madre cuando aún no sabía ni gatear, había trabajado en una fábrica (ya me lo puedo imaginar), pero se enamoró de la actuación al ver una obra de teatro. Esa clase de epifanías que te llevan en un viaje directo y sin escalas a tu destino.

Clark Gable no solo era el motivo de babas (y seguro de onanismo) de las mujeres de entonces, sino además que era un gran actor. Antes de Rhett, Clark había ganado un Premio Óscar en el año 1934 por la película “Sucedió una noche” (otro clásico). Gable es uno de los pocos actores que han sido protagonistas en tres filmes distinguidos con un Óscar a la mejor película, y con merecida justicia, porque en todas hizo papeles extraordinarios.

Pero esto habla de LQEVSL, así que me quedó con eso. Soy sincera, y al inicio no me gustaba mucho Clark Gable en el personaje, lo veía muy viejo (no era más que 12 años mayor que Vivien Leigh cuando lo hizo, ¿recuerdan a alguien?), pero mientras vi más la película, más seducida quedé con el encanto de este hombre. Era un caballero en toda su letra y estampa. Verlo era un placer siempre, porque su porte era de aquel hombre malo que quiere ser bueno y que queremos volver bueno a punta de… bueno, ya se imaginarán qué. Probablemente eso fue lo que le vio Carole Lombard cuando se casó con él, pero que no pudo disfrutar mucho. Cosas del destino: Carole murió en un accidente aéreo en el año 1942, y Gable quedó con el corazón roto y sin muchas ganas de ser el galán de toda la (nuestra) vida.

Hizo un par de papeles más luego de eso, pero ya no era lo mismo. Hizo una película con Marilyn Monroe, la cual quedaría en la historia no por la mejor, sino por la última. Al final de rodar “Vidas Rebeldes”, nuestro galán Clark murió de un ataque cardíaco que lo llevó a robar miradas y sonrisas al lado oscuro de la luna un 16 de noviembre de 1960. Él se fue, y su cuerpo quedó reposando al lado de Carole Lombard.

O quién sabe. Probablemente Carole caminaba en el “alter-life”, cuando sintió ese mismo par de ojos azules que conocía bien. Al voltear, en busca de la mirada, seguro encontró a Clark Gable, mirándola de la misma forma en que Rhett miró a Scarlett, desde el pie de una escalera, por el lejano “Twelve Oaks”.


Leslie Howard: La mirada suave (o también: inexplicablemente parecido a SÑ)


Ashley Wilkes, ese hombre confundido (lo que jode a toda mujer, admitámoslo), no hubiera sido nada si no fuera por la mirada dulce y tierna de Leslie Howard. Este inglés tenía un ángel que me es difícil de describir, pero que podemos ver cuando observamos esos ojos oscuros. Aunque no lo crean, Leslie era mayor que Clark por ocho años, y se veía así cuando hizo el papel de Ashley en LQEVSL, un tanto mayorcito para mi gusto y ya sin la pinta que me dejara de cabeza.

No, no era la pinta. A diferencia de Clark, que tiene ambas, Leslie tenía un arma que jugaba excelente a su favor: era TODO un caballero, y un caballero inglés para colmo de males. Ya si su rostro no era mucho que digamos para hacerte caer, lo serían entonces sus encantos. Mmmmm…, sorry, Leslie, pero eso me suena mucho a SÑ: no es guapo, no es un dios griego, pero cuando habla una cae. Con un terno y porte de ese tipo, que te otorga solo la elegancia, una es presa fácil. Sobretodo si vives en Santa Anita, eres medio maleducada y nunca te acostumbraste a los hombres en terno.

A pesar de todo esto, ¡Ashley siempre me ha dado mucha, mucha cólera! Es decir, por favor, ¿cómo no vas a saber a quién amas?, ¿cómo es posible que un hombre mayor, educado, pseudo sofisticado, no pueda decidirse entre la esposa que ama y la mujer que lo seduce? Al menos en medio de la Guerra Civil te pudiste dar un respiro de cinco minutos y pensarla bien, y no andar confundiéndonos a todos con eso de “me agarro a Scarlett, pero amo a Mellie”. ¡Bah!, ¿o es que acaso tus intenciones eran otras?, ¿o acaso pensabas engañar a Scarlett para atorártela cuando fuera el caso? Mmmm… no me terminaste de convencer, Ashley Wilkes. Para nada.

(Si, creo que me dejé llevar. Pero es fácil confundirse: Ashley Wilkes siempre será muy parecido a SÑ, y a la confusión del pobre).

El que si me convenció fue Leslie Howard. Me hubiera gustado mucho ser educada por un hombre así, como sucede en “Pigmalión”, y disfrutar de la que seguro hubiera sido una cálida y agradable compañía. Leslie: no eras pintón, pero eras elegante, elegantísimo. Lamentablemente eso no te libró de un bombardeo Nazi, durante la Segunda Guerra Mundial, y es que a algún idiota (que seguro está quemándose en el infierno) confundió tu avión con el de Winston Churchill, y por eso hicieron caer el avión al mar. Quedaste en el mar de la Coruña, hundido, como un ángel caído. Puedo imaginar su cuerpo, destrozado por el bombazo, flotando en el mar, con el rostro intacto por la sorpresa. Su mirada se cerró un día de junio de 1943. Su único mal de entonces fue ser inglés. Su gran bien fue justamente ser inglés, y quedarse en nuestras mentes eternamente.


Olivia de Havilland: la sobreviviente


Si Melanie Hamilton fue la primera en morir de la ronda de personajes principales de LQEVSL, Olivia de Havilland es todavía la última que sobrevive a todos. Ahora es una viejita con el rostro bonachón. Cuando hizo el papel de Mellie, era una jovencita con un rostro… bonachón.

Su sonrisa es preciosa, pero más preciosa es su mirada. ¿Ven la foto? Les dije que era buena, pero no ingenua. Eso seguro también era la joven Olivia, quien era la más joven del grupo que rodó la película. Tenía 23 años y era radiante y muy bella. Su rostro piadoso, su mirada compasiva y su bondad nos llenaba los ojos de lágrimas y nos abrumó el corazón. Nunca veremos otro personaje así: ella es buena, Mellie digo, es un corazón de oro, pero no llega al punto de ser estúpida o tonta como los personajes actuales. Mellie era linda, era respetable, era buena… pero también era fuerte cuando había que serlo. Su sonrisa eterna es que la más recuerdo de todo.

Veamos si se entiende: Olivia era norteamericana… de ascendencia británica… pero nacida en Japón. Si, una vaina, pero ni crean. Nació allá, pero vivió en California, en donde cursó sus estudios y donde haría una obra de teatro en la universidad, donde alguien vio su potencial. Oh si, Olivia iba creciendo, y no dejó de crecer: al igual de Vivien Leigh, obtuvo dos Óscars, aunque no ganó por LQEVSL (ahí solo obtuvo una nominación, arrebatándole el premio, ¿adivinen quién? ¡Mammy!).

Ok, Olivia era buena, pero NO ingenua. La repetición es necesaria por lo siguiente: En el año 1941 fue de nuevo nominada al Óscar a la mejor actriz principal por su papel en Si no amaneciera, pero esta vez fue su hermana, Joan Fontaine, nominada por Sospecha, de Alfred Hitchcock la que se lo llevó. La mala relación que mantenían las dos hermanas pudo apreciarse en la entrega de los Óscar, cuando Joan rechazó las felicitaciones de Olivia al subir a recoger su galardón. A pesar de que los años 1940 fueron los mejores de su carrera, fue en esta época cuando tuvo un problema judicial con la Warner, ya que ella se quejaba de que los papeles que le proporcionaban no tenían ningún valor artístico, y pensaba que los mejores papeles se los cedían siempre a Bette Davis, y entonces el estudio, en represalia, no le concedió ningún papel en más de 6 meses. Olivia los demandó cuando intentaron prorrogar su contrato de siete años alegando que les debía esos 6 meses de castigo. Ella ganó la demanda, pero estuvo casi 3 años sin trabajar. Me parece que el espíritu de Scarlett, siempre fue de Olivia.

Estuvo casada dos veces. Vio de todo en la vida, pero me parece que no se quedó con un Ashley Wilkes, y vivió su vida… largamente. Me parece que vive hasta la actualidad, con los años encima, pero vivió. Mucho más de lo que hubiera querido Melanie, con bondad, pero nunca dejando de la tomaran por tonta.


Y, si me lo preguntan, creo que lo podemos aprender de estas personas, que no fueron solo personajes, sin que superaron en mucho la ficción. Su interpretación: Scarlett, Rhett, Ashley y Melanie, todas, vivirán eternamente, en nuestra memoria. Pero son los actores, los que hicieron de estos personajes, seres reales. Pero nunca como ellos. Ni de vainas.

lunes, 5 de julio de 2010

"Gone with the Wind": la película que vivirá eternamente

Recuerdo la típica broma que hacen los peruanos referida a la frase "Lo que el viento se llevó... nunca más volvió". Esa frase la había escuchado con anterioridad, cuando era niña, y había dado por hecho que la misma se trataba de un refrán que se refería al pasado y a la imposibilidad de regresar al mismo.

Años después, con mi gusto por el cine, llegó también el conocimiento de que lo que había escuchado, no se trataba de una simple frase: "Lo que el viento se llevó", era, además de un libro muy exitoso, una grandiosa película clásica de los años 30.

Nunca había visto la película. Había visto pequeñas escenas de la misma, pero no lo suficiente como para definir realmente mi admiración o repulsión por ella. Una tarde de sábado, el canal TCM la incluyó en su programación, así que luego de almorzar tranquilamente, me acomodé en mi cama, me puse los lentes y prendí el televisor, lista para ver la película de la que tanto había escuchado hablar.

Bueno... ¿cómo empezar? La película es tan larga como la Guerra Civil misma (que es el punto central de la historia), y recuerdo que anochecía mientras yo la terminaba de ver. Pero en fin: hay gente a la que le gusta "Casablanca", hay otros que no pueden dejar de "Wizard of Of", o quienes siempre amarán "Breakfast at Tiffany's" y se reirán eternamente con "The Pink Panther". Por otro lado, algunos llorarán con la Garbo y reirán con la Monroe. Pero yo... definitivamente siempre amaré con el corazón y el alma a Vivien Leigh en "Gone with the wind".

La Historia
Como ya dije: la película es increíblemente larga. Son mas o menos cuatro horas de duración, en una época donde todavía uno acudía al cine a ver cortos, es decir, donde la gente no se acostumbraba a quedarse durante tanto rato por una sola película. Ahora podemos hacerlo, ya que los grandes éxitos suelen ser películas de larga duración. El último caso que recuerdo es "El señor de los Anillos", cuya trilogía la tendrías que empezar a las ocho de la mañana, para poder terminar en una hora decente en la noche.

Pero por aquel entonces, no pues. La película, como también dije, está basada en una novela del mismo nombre, escrito por Margaret Mitchell, siendo ésta obra tan exitosa como la película en sí. Como toda mujer, la sra. Mitchell utiliza el conocimiento propio para narrar lo que probablemente sea uno de los mejores relatos de la historia.

Todo comienza en Tara, una especie de "hacienda" en el sur en Georgia, donde vive la familia O'Hara, dirigida por el inmigrante irlandés Gerald O'Hara, quien casado con la amable señora Ellen, cría a su familia compuesta por tres hijas, a la vez que dirige a los negros esclavos que hacen el trabajo de campo y mantienen la buena posición social de los O'Hara. En dicha casa y familia es que es criada Katie Scarlett O'Hara, quien no solo es jovencita bastante altanera, sino además caprichosa, a pesar de que tiene un gran espíritu y fuerza que la levantarán de mucho a lo largo de su vida. Ella recibe la ayuda de su "Mammy", una negra esclava que no se comporta como tal y le llama la atención cuando es necesario y que se nota que es alguien a quien no quieres molestar.

La historia comienza en aquel Edén, cuando Scarlett recibe una noticia que le oscurece el mundo: su vecino de la hacienda "Twelve Oaks", Ashley Wilkes, está comprometido con Melanie Hamilton, una prima de Atlanta, y dicha noticia será anunciada en la barbacoa de los Wilkes a realizarse prontamente. Scarlett ama a Ashley desde hace mucho, y no quiere dejarlo ir tan fácil, por lo que decide presentarse de la mejor manera posible a Twelve Oaks y así confesarle sus sentimientos al que cree es el amor de su vida.

Scarlett acude a Twelve Oaks el día de la barbacoa, y casi de inmediato es rodeada por la mayoría de varones jóvenes invitados. Todos la admiran, todos "quieren con ella", porque ella es coqueta, es casi sexy, y es increíblemente hermosa y llena de vida. Los hombres, acostumbrados a mujeres sumisas y cerradas (por el catolicismo fuertemente impuesto) se sienten obviamente atraídos hacia la joven Scarlett, quien no duda en darles falsas esperanzas a todos, con tal de cumplir sus propósitos. En este caso está bien claro: darle celos a Ashley, quien en esos momentos solo tiene ojos para la bondadosa Melanie, de quien podría decirse que "es buena... pero definitivamente no ingenua".

En la misma barbacoa, que reúne a la clase alta de Georgia, se encuentra un desconocido para Scarlett: Rhett Butler, un tipo que se ha ganado una pésima reputación debido a que se negó a casarse con una mujer "luego de pasear con ella sin acompañante" (bah! si me lo preguntan a mi), además de que su familia en Charleston no lo recibe, y que fue expulsado de la academia militar "West Point". En definitiva: un sujeto terrible, pero un galán de esos de los que es inevitable enamorarse. Shit.

Durante tal reunión, está presente la sombra de la Guerra Civil, aunque los caballeros sureños están más que entusiasmados con ella, pensando que lo tienen ganado y que podrán conservar el estilo de vida al que están acostumbrandos (con la esclavitud, más que nada). Ashley es el más realista, pero quien definitivamente pone los puntos sobre las íes es Rhett, quien les manifiesta la imposibilidad de ganarle a los "yankees" y que la guerra civil destruirá al sur. Rhett es rechazado por Charles Hamilton- hermano de Melanie-, quien le hace saber su desprecio. Rhett se retira, y luego Ashley, quien lo busca para enseñarle su propiedad. Es entonces que es interceptado por Scarlett, quien lo conduce a un estudio, donde le confiesa que lo ama y que no quiere que se case con Melanie, sino con ella. Ashley toma todo lo manifestado como una ilusión de una jovencita (me imagino que entonces Scarlett no puede pasar los 18 años) y le dice que aunque le aprecia y le importa mucho, no puede corresponderle. Scarlett se enfada con Ashley, le pega incluso, pero el caballero sureño se retira como lo que es, y en silencio cruza la puerta, cerrándola tras de sí. Scarlett, furiosa, arroja un jarrón hacia la pared.

"Uh... ¿la guerra ya comenzó?", exclama Rhett cuando el impacto del jarrón lo despierta. Scarlett se muestra asustada por la presencia del hombre que ha escuchado todo. Rhett le promete discreción, aunque ella lo desprecia desde el primer instante, además... no creo que Rhett se hubiera ganado el primer afecto de Scarlett luego de decirle "usted señorita, no es ninguna dama".

Luego de lo ocurrido, las noticias vuelan: la guerra se declaró. Todo el mundo corre para enlistarse y pelear contra los yankees y defender sus tierras. Scarlett ve con lágrimas en los ojos como Ashley se despide con un beso de Melanie y parte. Mientras, Charles Hamilton, le pide matrimonio y ella acepta, producto del despecho. Se casan un día después de que Ashley se casa con Melanie. Scarlett llora luego de que Ashley le da un frío beso de despedida en la mejilla.

Charles Hamilton morirá en el frente, pero producto de sarampión y neumonía. Scarlett es ahora una joven viuda, pero siempre mal vista por los demás, especialmente por las mujeres. Supongo que su vitalidad no era nada bien vista en la época, pues seguro se esperaba que las mujeres fueran recatadas y silenciosas, mientras que Scarlett siempre decía lo que pensaba o actuaba como quería. Melanie, en tanto, era muy respetada por todos, desde la más joven hasta la más vieja de las mujeres de Georgia, y quería mucho a Scarlett, de quien admiraba su vitalidad. Cosas de la vida, le dicen. Y también cosa de la vida que Scarlett deje Tara luego de enviudar, para irse a vivir con la tía Pittypat- tía de Melanie- a la ciudad de Atlanta. Ahí no solo estaría la referida tía, sino también Melanie... y la esperanza de poder volver a ver a Ashley.

Durante un baile de beneficencia en Atlanta, es que surge un nuevo encuentro con Rhett Butler, quien rompe con los tabúes y saca a bailar a Scarlett (quien se encontraba de luto, al igual que Melanie), quien ya estaba bastante aburrida en el lugar, al no poder divertirse. Es entonces que entre ellos se inicia una especie de "amistad", que no está muy bien definida debido a los arrebatos bruscos de Scarlett, los cuales Rhett comienza a admirar. Él es un hombre incomprendido, a final de cuentas, con el mismo espíritu de Scarlett, pero igual que todo portador del cromosoma XY termina cayendo a los pies de la bella joven.

Pero Scarlett sigue tan enamorada de Ashley como el primer día. Cuando él va a casa por navidad, no puede evitar la pena, así como sus sentimientos. Ashley se queda poco, lo que destroza el débil corazón de Melanie, pero le hace prometer a Scarlett que la cuidará en su ausencia. Ella le podría prometer descubrir la piedra filosofal si él se lo pudiera, sin oponerse, por lo que le promete cuidar de Melanie, aunque la odie. Es entonces que se produce el primer beso entre ellos. Ashley es un personaje un tanto confuso: hasta ese momento no lo sabemos con certeza. ¿Quiere a Scarlett?, ¿la ama o solo la desea? Solo una vez en mi vida me he encontrado con un sujeto igual de confundido (¿necesito decir quien?).

Mientras Scarlett está en Atlanta, la guerra ha dejado de ser una sombra y se ha hecho un escenario real, donde tiene que ver a los soldados sufrir y morir en el Hospital Militar, a donde va de voluntaria con Melanie, quien tiene verdadera vocación, al imaginar a su esposo en similar situación que todos los demás. Es verdaderamente insoportable si uno no tiene el estómago suficiente para soportarlo. La muerte, la desolación, la angustia, todo en un solo lugar. Scarlett no lo aguanta y se va a casa, dispuesta a volver a Tara ante la inminente invasión yankee. Pero no puede: Melanie está enferma... y embarazada. Scarlett se ve obligada entonces a cumplir realmente con la promesa hecha a Ashley, aún en contra de su propia voluntad. Se queda entonces mientras la tía de Melanie huye, producto del miedo.

Tiempo después el final es inminente: los yankees están entrando en Atlanta. Es el momento de la huída. Scarlett corre apurada en busca de Melanie, pero ella ya entró en trabajo de parto. Caballero no más, a hacer de tripas corazón. Primero manda a Prissy, su esclava, a buscar al doctor, pero a ella no parece importarle nada ya que la esclavitud pronto se acabará para ellos (ah, esa no se la sabían, ¿no?), por eso se da el gusto de ir cantando y caminando tranquilamente, mientras que Scarlett es un manojo de nervios. Para colmo de males, el doctor no puede ir y Prissy no sabe un carajo de partos. Scarlett, como pronto se verá, tiene que hacer las cosas por sí misma, trayendo al mundo al hijo de Melanie y Ashley: Beau.

Rhett acude al llamado de Scarlett (luego de haberla estado pasando genial en un prostíbulo, regentado por una "amiga" suya, Belle Watling) con una carreta para poder salir de Atlanta. Se llevan a la joven madre, a su hijo y a la torpe esclava, enfrentando diversos peligros en el camino, como los saqueos que se comenzaron a producir en la abandonada ciudad, además del fuego que consumía diversos almaneces de arsenal bélico. Scarlett le dice a Rhett que debe sentirse orgulloso de no tener que formar parte de ese grupo tan triste y derrotado que son los sureños, pero Rhett solo siente arrepentimiento por no haber luchado por la causa y quedarse mirando sin hacer nada. Por eso es que, cuando saca a Scarlett a salvo, la deja para unirse a lo poco que queda del Ejército Confederado. Ella lo odia entonces, pero el la ama y la besa antes de marcharse. Scarlett desde entonces, tiene que enfrentar mucho antes de llegar a Tara. Incluso tiene que pasar por lo que fue Twelve Oaks, y es ahora una tierra destruída, con la gran mansión hecha pedazos y una tumba solitaria del padre de Ashley, John Wilkes.

La pena se desvanece cuando ve que Tara está aún de pie. Lamentablemente esto no dura mucho: su padre ha perdido la razón, debido a que ha perdido todo en su propiedad, porque la casa fue utilizada como refugio del Ejército yankee, quienes arrasaron con todo lo que encontraron. Lo peor no es eso: su madre murió de tifus, al cuidar no solo a sus hermanas que cayeron enfermas, sino además a una joven considerada “white trash” (basura blanca, cuyo concepto es un tanto confuso aún para mí) y que ya antes había tenido un hijo ilegítimo con un ex capataz de la hacienda de los O’Hara (el cual nació muerto). Scarlett no solo está destrozada, sino cansada y hambrienta. Ante tal necesidad, junta todas las fuerzas que tiene en su encomiable espíritu y jura “con Dios como su testigo” nunca pasar hambre, así tenga que robar, mentir, engañar… o matar. Una escena ya muy clásica.

Es entonces que, ante la ausencia de trabajadores, tienen que comenzar a trabajar la tierra, incluso las hermanas consentidas y malcriadas de Scarlett, quien ha asumido el mando de todo, mientras Melanie se recupera, y Gerald O’Hara anda por la casa semi desquiciado por la pena. Durante este tiempo, Scarlett incluso da muerte a un desertor yankee que intentaba asaltar la casa, y de paso le roba sus pertenencias de valor y esconde el cadáver, con la complicidad de Melanie, que ya estaba lista bajando con la espada de su hermano Charles (les dije que era buena… pero no ingenua).

Pronto la guerra termina, y todos los soldados pueden regresar a casa, incluso Ashley, quien se queda a vivir en Tara, pero también aparecen los “oportunistas” (en el idioma original son “carpetbaggers”, y también el término me confunde un poco), y uno de ellos resulta ser el ex capataz de la hacienda, casado ahora con la mujer que Scarlett cree es la causante de la muerte de su madre. Y para colmo de males, los impuestos para la hacienda han subido bastante, y Scarlett no tiene dinero para pagarlo. Pide ayuda a Ashley, quien está tan desolado como ella, y en un arranque de pasión ambos se besan nuevamente, en un instante en que ella le pide que la lleve lejos porque no puede soportar la vida que tienen ahora. Ashley le dice, que no dejará Tara, ya que ama esa tierra con todo su corazón. Ante la aparición del ex capataz que tiene la intención de comprar Tara, Scarlett lo larga lanzándole un pedazo de su terruño. Gerald O’Hara ha visto la escena, y lleno de valor comienza a perseguir con su caballo al sinvergüenza, pero al intentar saltar una cerca, el caballo lo lanza y muere, ante la mirada de sus hijas.

Luego de la muerte del padre, Scarlett está desesperada por conseguir el dinero necesario para mantener su hacienda. Es entonces que recuerda a Rhett y su gran fortuna. Hace un vestido con la tela de las cortinas de su madre (casi lo único que queda en la destruida casa) y va a buscarlo a Atlanta, donde se encuentra recluido por los yankees, quienes le tienen bastante respeto por “perder con tanta gracia” durante los juegos de cartas que realizan. Scarlett por un momento engaña a Rhett, haciéndole creer que le importa y que hasta lo quiere, pero Rhett reacciona al ver las manos maltratadas de Scarlett (producto de trabajar la tierra) y naturalmente, la manda por un tubo. Ella está molesta, desesperada… pero le dura poco, cuando encuentra a Frank Kennedy, un hombre mayor que siempre pretendió a su hermana Suellen. Scarlett ve una oportunidad y le miente, diciendo que su hermana está ya con otro pretendiente y finge interés por él. Mammy (quien había acompañado a Scarlett a Atlanta) no puede creer lo que ve, pero no dice nada. Poco tiempo después, Scarlet tiene el dinero para conservar su casa, pero le ha roto el corazón a su hermana. Ahora, la joven valiente está casada por interés, y Ashley ahora trabaja junto a ella en la tienda de su nuevo esposo. Scarlett está dispuesta a hacer dinero rápidamente, y lo logra, cumpliendo con su juramento de nunca más volver a pasar hambre.

Mientras ella sigue trabajando, Rhett vuelve a aparecer, aún soltero y aún rico. Scarlett finge no tener interés por él, y sale hacia el aserradero de la tienda, en medio del bosque. En el camino, casi es asaltada, pero es defendida por un ex esclavo suyo y ahora liberto llamado “Big Sam”. Scarlett está nerviosa cuando llega a casa, y llora como la consentida y malcriada que es cuando su esposo le dice que se va a una reunión política, sin saber que se lleva un arma consigo, no necesariamente por la reunión.

En casa de Melanie, están ella, Mammy, Scarlett, India (la hermana de Ashley) y la esposa del Dr. Meade, reunidas, cosiendo. India le manda indirectas a Scarlett, y hasta aparece Rhett diciendo que los hombres se dirigen a una trampa, y sale raudamente en su búsqueda. Scarlett no entiende nada, hasta que le explican que en verdad los hombres no están en una reunión política, sino que habían ido a dar caza a los vagos que intentaron asaltar a Scarlett (claro, los yankees controlaban el orden, así que, naturalmente, habían prohibido que los sureños tomaran justicia con sus manos). Todas aún siguen presa de los nervios, mientras que Melanie intenta leerles “David Cooperfield”. De repente, los hombres llegan en compañía de Rhett… ¡pero ebrios! Rhett deposita a Ashley en una suya, mientras que el Dr. Meade convence a los yankees con su aliento ebrio. Rhett tiene que explicar que estuvieron en la casa de Belle Watling (la “madame” del pueblo), por lo que Melanie finge estar molesta y decepcionada de su marido. Los yankees, convecidos, se van, y finalmente el doctor puede revisar la herida de bala en el hombro de Ashley y atenderlo. Scarlett le pregunta a Rhett por Frank, y se entera que murió producto de un disparo en la cabeza.

Scarlett está nuevamente viuda, y esta vez sintiéndose muy culpable por lo ocurrido con su último esposo. Así, arrepentida, está ebria, cuando Rhett va a visitarla y finalmente proponerle matrimonio. Scarlett no puede negar que siempre se sintió atraída hacia ese hombre, así que acepta, luego de un buen par de besos robados que la dejan al borde del desmayo. Finalmente, Scarlett vuelve a tener la clase de antaño, con más dinero del que hubiera imaginado, y todo suyo, además de que puede recuperar Tara con todo lo que Rhett le ofrece (que nunca deja de ser poco). A pesar de los sueños en que “persigue algo en medio de la niebla” se amolda tranquilamente al nuevo (y recuperado a la vez) estilo de vida. Es feliz con Rhett, no lo puede negar, mientras que él está radiante a su lado, galante como siempre, pero esta vez, digamos que “rehabilitado”: ya no es el mismo soberbio de siempre, sino que busca un espacio en la sociedad, el respeto de la gente e incluso el de Mammy, a quien compra una falda color rojo, el cual ella usará cuando nazca la hija de Scarlett: Bonnie Blue Buttler (por los ojos azules de la niña).
Rhett adora a su hija, y ama a su mujer, pero Scarlett comienza con su indiferencia hacia él, no habiendo podido olvidar a Ashley, lo que motiva la ira de Rhett. Incluso se vierten rumores de infidelidad, ya que India y la Sra. Meade ven a Scarlett y a Ashley “muy juntitos” en la tienda. Rhett obliga a Scarlett a enfrentarse a Melanie ella sola durante la fiesta de cumpleaños de Ashley, pero Melanie, lejos de reprocharle cualquier conducta, la recibe como la hermana que ella considera (bueno, debo reconocer que aquí Melanie si se dejó llevar un poco por la ingenuidad).

Esa noche, Rhett está ebrio y tiene una confrontación con Scarlett, terminando esta… bueno… como todos los líos de pareja suelen terminar: en la cama. Al día siguiente, Scarlett está feliz (a pesar de haber sido, ¿forzada?), pero Rhett llega arrepentido, y le dice que se va de la casa… con su hija. A pesar de los consejos de Belle (a quien finalmente le leemos el corazón: está enamorada de Rhett), el hombre sigue enamorado de la caprichosa mujer. Por eso se aleja, antes de que algo peor suceda.

En Londres, la pequeña extraña demasiado el hogar. Y luego de un incidente, en que ella despertó gritando porque no podía dormir con la luz apagada, deciden volver a Atlanta. Ahí Scarlett los recibe con alegría, pero Rhett es un témpano de hielo, manteniendo su distancia para no caer nuevamente a sus pies. Scarlett se molesta, le dice que está embarazada, pero furiosa. Rhett pone en duda la paternidad del bebé, e incluso le dice “pero no te preocupes, probablemente lo pierdas”. Lamentablemente sus palabras resultan proféticas, y Scarlett en un arranque de cólera, al querer pegarle a Rhett, termina rodando por las largas escaleras de su mansión. Después de delirar (y llamar a Rhett dentro del mismo), pierde a su bebé. La única persona que consuela al pobre hombre es Melanie, quien se gana la admiración de Rhett de forma definitiva.

Luego del aborto espontáneo de Scarlett, Rhett le pide perdón, le dice que la ama y le pide que retomen su vida, juntos, por el bien de su hija. En esos instantes, la hija está haciendo saltos con su ponny, y al intentar saltar una valla alta, se cae del ponny y muere con el cuello roto. Ese es el inicio del fin de la relación de Scarlett con Rhett. Melanie llega por pedido de Mammy, quien está destrozada con todo lo ocurrido en la casa: Rhett le disparó al ponny, Scarlett y él se dijeron de todo, y la pequeña está siendo velada en un cuarto, ya que Rhett no quiere que la pongan en un cajón “por su miedo a la oscuridad”. Realmente es desolador y sin consuelo lo que ahí se ve. Finalmente, Melanie convence a Rhett para que entierren a su hija, pero se desmaya, producto de una enfermedad que siempre la persiguió y de la que nunca dijo nada (tanto así, que en realidad, nunca supimos qué fue).

Melanie muere una madrugada, mientras el amanecer frío despertaba a Atlanta, rodeada de sus amigos y su familia. Como último deseo, le pide a Scarlett que cuide a Ashley, y a Rhett quien “la quiere tanto”. Mientras Ashley y Scarlett se consuelan, Rhett se va, ya con el corazón definitivamente roto. Es entonces que finalmente Ashley se aclara: nunca amó a Scarlett, sino a Melanie. Scarlett parece despertar de un sueño que parecía eterno, y va en busca de Rhett, en medio de la neblina (igual que en sus sueños). Lo encuentra en casa, pero haciendo las maletas, dispuesto a irse. Ya no le interesa si Scarlett lo ama, o si Ashley es cosa del pasado, él está dispuesto a irse de ese lugar y no volver más. Eso hace, eso está haciendo cuando Scarlett lo detiene en la puerta y le dice “Oh Rhett, y ahora, ¿qué haré?, ¿a dónde iré?”. Surge la respuesta de Rhett, la mejor frase de la película, y que define su esencia: “Francamente querida, me importa un bledo”.

Scarlett está triste, pensando en lo que pasó, y se sienta en la escalera. Siente que no le queda nada, cuando recuerda lo que le decía su padre sobre el amor a la tierra, sobre lo que Ashley le dijo sobre su amor a Tara, y lo que Rhett le dijo acerca de cómo era tan fuerte como Tara. Tara, Tara, Tara. Es lo que Scarlett siempre tuvo y siempre tendrá. Ahí es donde irá a pensar en cómo recuperar a Rhett, porque “después de todo, mañana será un nuevo día”.



El Mensaje
No sé aún si de verdad está película fue hecha con el objetivo de inspirar a alguien, pero definitivamente despierta mucho luego de haberla visto. Creo que, a pesar de lo bitch que era, podemos aprender mucho de Scarlett, de su fuerza, de sus ganas de no dejarse derrotar la vida y luchar contra lo que sea necesario para sobrevivir. A veces uno ni siquiera quiere levantarse de la cama, pero ella lo hacía aunque pasara hambre o frío. Con o sin dinero. Sus ganas de vivir eran realmente admirables.

Y de lo que me sirve a mí es definitivamente eso: salir de la cama, aún cuando el día esté en contra de uno. Luchar. Siempre luchar. Y simpre sentir, ¿acaso lo dudaban?

viernes, 2 de julio de 2010

Bendito el mundial

Bendito sea el mundial con que soñamos
Bendito cada nombre que ha sido designado
Bendito los pibes que siempre sacamos
El peso de la historia, el respeto ganado
Maldito sean los recuerdos dolorosos
Maldita la impotencia, la injusticia que vivimos
El volvernos a casa cada uno por su lado
Las finales sin jugar y quedarme en el camino
Bendita la anestesia general a los dolores
La tristeza que curamos con abrazos
Las gargantas que se rompen por los goles
El sentirnos los mejores por un rato
Malditos los sorteos y los grupos de la muerte
Los controles sin azar que asignaron nuestra suerte
Malditos los mezquinos que juegan sin poesía
Los que pegan, los que envidian, los que rompen y lastiman
Bendito sea el orgullo con el que entramos a la cancha
El potrero y la pelota no se machan
La tv que repite la gambeta
Inflar las redes de los otros, inflar el pecho de los nuestros
Merecer la camiseta
Los turistas, los cronistas, los sponsors, los amigos, el himno
y las mujeres siguiendo los partidos
Bendita las cabalas que dan resultado
Las risas y el llanto que guardaremos tanto
Y bendito ese momento que nos regala el fútbol
De poder cambiar nuestro destino
Y sentir otra vez y frente al mundo
lo glorioso y lo groso de ser... LATINO!!!

Una lágrima en nombre de Brasil

Hace cuatro años, por el lejano 2006, Brasil se disputaba contra Francia la continuidad en el mundial. Era la tarde de un sábado de julio en Lima, el día estaba casi tan frío como ahora. Corría bastante aire y era el momento de estar abrigados.

Por motivos que no recuerdo el día de hoy, yo me encontraba en la casa de Alesh, en visita social, me parece. Estuve con ella departiendo y riendo, olvidando que la verdeamarela jugaba contra los franceses, por quienes yo había desarrollado una simpatía luego de ver el golazo de Ribéry a España. Ese día no tenía interés en el fútbol.

Estaba en el primer piso de la casa de Alesh cuando escuchamos "gol de Francia!". Gol de Francia? A Brasil? Subimos a ver en la televisión la repetición del gol de cabeza de Henry. Era simplemente suerte, esa suerte en la que no creo y que se manifestó aquella tarde cuando Francia terminó el partido contra ese rival del Mundial del 98 con un simple resultado: 1-0. Cuánto te puede dar y quitar un gol? A Francia ese gol lo conducía a la final (que luego perdería con Italia), a Brasil ese gol lo mandaba a casa.

Cuando sonaba el silbatazo final, Alesh y yo nos encontrábamos en la Cruzeta de Surco, cerca del complejo Próceres. Dentro de uno de los silenciosos pasillos, escuchábamos en los audífonos de mi mp3 de entonces la eliminación brasileña. Lo único que hicimos entonces fue quedarnos boquiabiertas, mirándonos una a la otra, pensando en que eso no es lo que le hacen a los grandes, a quienes nos enseñaron a jugar fútbol. Es como deshonrar a tus padres, manchar la pelota. A Brasil? no, no puede ser. Pero era. La sexta copa se les escapaba de las manos.

Cuatro años luego de aquel partido, SÑ está sentado frente a mí con un chocolate con crema, compartiendo los sentimientos de aquel entonces. "Sentí una gran pena", me dijo, recordando el partido de aquel entonces en que los (sin honor) franceses le quitaron el pase a un grande. Él y yo entendemos cómo es que la gente ve el fútbol en latinoamérica, como se vive en las calles, en los corazones de cada uno, no importa si es argentino, chileno, colombiano, peruano o brasileño. Es una pseudo-religión esta cosa del fútbol, es rezar a un santo para que vuele la pelota hasta reventar la red del rival. Es sentimiento, es todo.

La sorpresa de aquel entonces, la que sentí yo, parece convertirse en la pena de SÑ de entonces, ahora, más que nunca, que Brasil ha perdido contra Holanda en un partido que parecía regalado. Es fácil, no pasa nada, Brasil pasa, es lo que todos pensábamos, y es lo que ahora lloramos viendo salir a los brasileños cabizbajos de una cancha que pudo haber sido suya. Pero me parece que Brasil se confió demasiado en su juego, creyó ciegamente que ese partido las providencias de su país se lo regalarían. No cielo, estás en Sudáfrica, no en Brasil donde el jogo bonito es cosa de todos los días. En este partido era que debían de demostrar lo que eran, de donde venían, mostrarse a sí mismos que podían con equipos grandes luego de golear a los chicos. No lo hicieron. Como todos, creyeron que el partido estaba regalado.

¿De qué te sirve ser solo brasileño si no lo dejas en la cancha? En eso, Brasil no es como en Argentina, donde dejan sangre, sudor, el corazón y hasta el alma si es necesario. Eso creo les faltó, un poco de humildad para tener el espíritu de pelea listo. No, ellos creyeron que por ser Brasil lo harían. No pudieron.

No pudieron y ahora la mitad de la población mundial llora su partido, mientras Dunga seguramente despotrica en los vestuarios. ¿Qué esperará Dunga, gritando ahora a un equipo con el corazón roto? Debería de mirarse al espejo simplemente, y darse cuenta que ha aprendido una valiosa lección: el JOGO BONITO ES LA ESENCIA DE BRASIL Y SIN ÉL BRASIL NO ES NADA. Solo un sudamericano más (y hasta menos).

Pero el día de hoy, el jogo bonito ha muerto. Murió de dos remates holandeses. Una lágrima en su nombre.