viernes, 27 de abril de 2012

La procesión va por dentro

No es que no quiera decirte lo que siento.


Mi amado SÑ,

Gracias a las providencias, o al destino, o a las fuerzas del universo, tú y yo ya no peleamos tanto como antes, o la sufrimos como antes. Recuerdo todavía todas las lágrimas que he derramado, y muchas de ellas... fueron por las huevas. Una pena. Nuestra, ¿relación? nunca fue perfecta. Todo fue desastrozo en grandes ocasiones, y tomo la responsabilidad por ello. Sufrí mucho y no aproveché el tiempo. Lo siento. Y también he de pedirme perdón a mí misma por ello. PERDÓN.
Pero como te decía: estamos bien. Aprendí a disfrutarte, y por ende, creo que estabas disfrutándome a mí también, a mi lado bueno, a ese lado que hizo que te fijaras en mí desde un primer momento. Claro, también necesité un par de trucos femeninos para cuando las cosas empezaban a ponerse color de hormiga, pero creo que salí airosa de eso. Gracias a las providencias, o a quien fuck fuera.

Lamentablemente, hemos tenido un tiempo de distanciamiento más que prolongado. No nos dejaremos de ver dos semanas, sino tres semanas. Lo máximo que recuerdo hemos pasado distanciados, fue luego de "El evento", que fue un mes (cuatro semanas de profunda reflexión, en las que alcancé varias epifanías que bien me hacían falta), pero ahora esto dolía igual o tanto como aquella ocasión.

Te diré la verdad: tenía miedo. Me meaba en los pantalones y no era porque el tiempo, sino por la falta de comunicación en el mismo. Siempre que te vas y no te comunicas, empiezo a asustarme y pensar que pueden suceder las mismas catástrofes del pasado: algo que cambie tu forma de pensar, más no de sentir, respecto a mí y a nuestra situación que te haga de la noche a la mañana concluir con todo esto que llevamos. Siempre tengo miedo de ese cambio de parecer, y algo me dice que en algún momento volverá a ocurrir. Sé que será así, y ando preparada para ello, pero siempre con miedo.

Esta vez tenía tanto miedo como otras veces. No fue un día o dos: fueron cuatro días de silencio y yo con miedo, terror y una ansiedad elevada a la enésima potencia que no me dejaban tranquila. Empecé a ponerme más loca que de costumbre, con ideas que iban desde lo racional hasta lo... bueno, lo no racional. Te escribí cuatro correos en dos días, y lo siguiente pasaba por mi mente:

1. Te pusiste mal de nuevo, pero esta vez terminaste en la Clínica.

2. Cambiaste de opinión y me dejaste.

3. Te molestó algo que hice, escribí o lo que fuera, y decidiste alejarte de mí.

4. Estás tan marcado por MH que no tienes ni siquiera un segundo de libertad para dedicarme unas palabras.

Inspirada por la locura, estas ideas recorrían mi cabeza como un remolino. Literalmente. Malabareaba el trabajo, mis pensamientos, el grado, mi familia, mi persona. Un desastre miniatura, una catástrofe menor que empezaba a mellar en mi humor, poniéndome de malas siempre en casa. Mientras en la oficina no dejaba de pensar en ti, y aún así trabajaba, en la casa me olvidaba, pero mi humor ya estaba siendo alterado por lo que empezaba a sentir.

Lo peor fue cuando al tercer día, el Fuhrer se comunicó contigo. Yo estaba a su lado, expectante a tener noticias tuyas. Pensé que me diría que estabas mal o de viaje. Estabas en casa, descansando, aparentemente tranquilo. Casi me vuelvo loca en ese momento. Me hice una furia. Las Valquirias eran unas tetonas ínfimas al lado mío, y casi hasta escuchaba la composición de Wagner musicalizar mi ira. ¿Qué pasaba?, ¿si estabas bien por qué no me hablabas? La mierda.

Al cuarto día, finalmente decidí que no podía más. Llamé a E, mi amiga, y le pedí que te llamara con cualquier excusa y averiguara por qué no te habías comunicado conmigo. Ella me aconsejó que mejor no lo hiciera, que esperara tu llamada, y empezó a poner la razón en mi cabeza. Al final, desistí de que te llamara, y creo que fue mejor con lo que supe después. Estaba tan hormonal entonces, tan llevada por el miedo, que no pensaba simplemente. Hacía, pensaba y decía estupideces, pero gracias a Dios ninguna causó ningún daño. Al menos, eso espero.

Al quinto día, hubo mejores noticias: te comunicaste. Y mi alma volvió a tener paz.

* * *

Cuando finalmente mi mente se ordenó y mi corazón se calmó, las cosas salieron mejor. Ya estaba cansada de pretender que necesitaba sufrir por ti, y de sentirme tan mal siempre que te vas. Es innecesario, ¡es estúpido! No pienso hacerlo más, SÑ, porque no lo mereces y yo tampoco. Lo que sí mereces es lo que te digo a continuación: que te quiero con toda mi alma, y te he extrañado como no tienes idea, pero que he preferido llevar todas mis emociones por dentro durante estos días, para no estallar por todos lados, gritando un sentimiento que de repente no debería de tener en un principio. Ya tienes a MH, la escogiste a ella para hacer tu vida, y aunque yo todavía tenga muchas dudas sobre lo que sientes por mí (debido a esa decisión que tomaste), no puedo mentirme: te quiero, te quiero, te quiero. Y te querré siempre, como la mujer sadomasoquista que soy (¡muajaja!), pero, ¿acaso importa? Realmente, a veces ni siquiera me importa saber si me quieres realmente o no. La procesión va por dentro para mí, soy feliz con lo que siento por ti.

Decir tu nombre bajito, también ayudó en estos días. Pero como dice la canción "Boo Hoo" de KT Tunstall: "diré tu nombre, pero no es lo mismo que tenerte aquí". Me lo repetía en voz baja, o mentalmente, como para no olvidarte, para tenerte presente cuando no lo estabas. A veces cuando decía tu nombre me preguntaba si ese llamado invisible significaba que estabas pensando en mí: o sea, que decía tu nombre, porque tú pensabas en el mío. Era divertido imaginar eso.

También fue demasiado divertido cuando un día caminando en la calle vi a una persona muy parecida a ti, con la sonrisa y todo. Me quedé paralizada en plena avenida, y me reí. Empezaba a tener visiones. Ah, y si esta persona era parecida a ti físicamente, en el transporte público empezó a subir en esos días un hombre con tu mismo look y postura. Se sentaba delante de mí y te juro que podías haber sido tú. Yo imaginaba que eras tú, que estabas ahí, sentado adelante, sonriendo, esperando a que yo te hablara. Definitivamente empecé a desvariar.

Pero también, ¿cuándo he sido una mujer cuerda al cien por ciento? Mi locura da paso a mi genialidad, esa que hizo que me vieras en el fondo y no en la forma. Tu genialidad y también locura hicieron que me enamorara de ti. Y a pesar del miedo de estos días, y la cólera, y la ansiedad, te quiero a mi lado, sonriéndome de verdad y no solo como producto de mi imaginación. Te quiero de regreso.

Y ahora sé que volverás pronto, digo tu nombre, lo digo bajito.

...