lunes, 25 de marzo de 2013

La eterna procesión

Tengo una confesión que hacer: no soy tan racional como digo que soy.


Para amanecer al sábado (o domingo, no recuerdo bien), soñé que estaba en un concierto y sonaba una canción romántica que me hacía recordar a SÑ. Como sabía que a esa hora estaba en la oficina, y ya MH no representaba un peligro como antes, lo llamé a su celular. Me contestó y le dije: “escucha esta canción” y puse el auricular al aire, para que escuchara lo que sonaba en el concierto. En mis sueños se suponía que él sabía qué canción era la que sonaba, pero cuando le dije “¿la reconociste?”, me dijo que no, así que le dije el título.

SÑ solo me dijo: “ya, ya, esta bien, después vamos a hablar”. El tono en su voz me indicaba que, nuevamente, había hecho algo mal. Solo le dije: “está bien, ya no te volveré a llamar”, nos despedíamos y colgaba.

Al despertar, me di cuenta de lo que quería decir ese sueño. Es sobre mis temores durante todos estos años con SÑ, el tino que he debido aprender a tener con él, porque la falta de tino solo podía indicar una cosa: sufrimiento para mí, fastidio para él. Ese sueño me hizo recordar que nunca sé cuando estoy haciendo las cosas adecuadas para con SÑ, o cuando me estoy pasando de la confianza que él me ha otorgado.

Lo cual me remite a un hecho que aún me provoca ansiedad (y que ahorita tipeo a la velocidad del sonido a fin de evitarme el trauma aún renuente). Hace unos años, cuando todo iba más o menos con SÑ (más o menos porque eran subidas y caídas con él, a cada rato, siempre), tuvimos una conversación nocturna por teléfono. Yo en realidad no recuerdo qué le estaba reclamando, pero estaba llorosa, triste, deprimida y ansiosa (mala combinación), pero sí recuerdo que de un momento a otro, SÑ, con la cólera que nunca sentí (y menos mal nunca volví a vivir), me gritó por el auricular: ¡ENTONCES, NO ME JODAS!, y luego de decir otras cosas que no recuerdo, colgó.

Me sentí morir. Comencé a llorar, así mal, a los gritos. Al día siguiente estaba todavía tan afectada por lo que me había dicho que no fui a trabajar, y con las justas agarré fuerzas para ir a estudiar en la noche, porque aún se me salían las lágrimas. SÑ no me llamó ese día, pero hablamos al día siguiente y él estaba de lo más normal. O al menos parecía normal, mientras que yo sentía que ya podía pararme y ya no lloraba.

El efecto de esas palabras aún es tan fuerte en mí que luego de pasados varios años, me es difícil escribirlas, y nunca las pronuncio juntas. Recordar ese incidente fue parte de mi entrenamiento para tratar a SÑ, porque entrené a mi mente y a mi corazón a tratar con él. Luego, conocimos los métodos racionales para comunicarnos y todo mejoró. Yo aprendí a escoger las palabras adecuadas para hablarle, pensar bien antes de preguntarle algo, y menos mal ese incidente no se ha vuelto a repetir.

Pero ese es mi temor, el que siempre tengo: ¿cuándo se que no me estoy excediendo, que no estoy a un solo paso de que SÑ me repita esa frase horrible que me destruyó en fracción de segundos?

Mientras SÑ ha aprendido a conocerme bien y a comprenderme, yo todavía soy una N00b en lo que tratarlo a él se refiere. Es decir, conozco sus puntos malos (porque son los que más he vivido) y conozco como evitarlos, pero… ¿cómo saber su lado bueno, sus cosas buenas?

Sé que es amable, caballero, y que puede ser considerado en su oportunidad. Sé que es inteligente y siempre tiene temas de conversación. Pero he llegado solo a conocer la punta del iceberg, hay muchas cosas que para mí siguen escondidas. Lo que sé de él en realidad es bastante superficial, lo que no me permite tratarlo adecuadamente sin miedo a que se repita esa frase, u ocurra lo que soñé. 

Y otra pregunta viene: ¿será que esta procesión de emociones tendré que llevarla por dentro siempre?

Y es más, ni siquiera sé si con este post estoy chocando con el iceberg o evitándolo. ¿Será que ahora sí volveré a escuchar esa frase horrible? Solo puedo apelar a la comprensión de SÑ para que me quite esta preocupación, este miedo, y me permita madurar de una buena fuckin’ vez.