lunes, 26 de marzo de 2012

Unos años después

Un recuento de la celebración menos celebrada. Y algo más.

Dios actúa en formas misteriosas. En mi vida, ¡qué duda cabe! Me suelen suceder las cosas más improbables en los días menos pensados. Un ejemplo de ello es lo que pasó justamente hoy.

Primero les explico qué es lo que pasó y luego qué día es hoy (aunque si leen seguido este blog, imaginarán a qué día me refiero). Hoy llegué bien vestida, arreglada y de buen humor a la oficina, esperando que el día de hoy fuera prometedor. ¿Lo fue? Hardly think so. Apenas abrí el correo a ver si SÑ había escrito algo, encontré que así era, pero no lo que yo esperaba. El mensaje decía que por un contratiempo no iba a trabajar hoy y que por ende, no lo iba a ver. Maldiciones echadas a todos los dioses de todas las religiones conocidas (y hasta de las desconocidas también).

Le escribí lo siguiente: “Buen día. Espero todo esté bien. Cuídate y ya hablamos el día de mañana. Muaks”. Y para finalizar: “PS. Hoy (26/03/2012) cumplimos **** años juntos”.

Si pues. El destino quiso que justamente este día SÑ no pudiera verme el día de hoy. La razón la ignoro. Los misterios de Dios, ¿no?

* * *

Tampoco es que los años anteriores SÑ y yo la hayamos pasado de lo mejor. Es decir, no me quejo, pero nada es perfecto. El primer año todo estuvo bacán, y aunque fue chiquito, fue bonito. Aunque siempre me quedó la duda de quién disfrutaba más de esas celebraciones anuales, ¿SÑ o yo? De repente la respuesta es fácil de adivinar, pero tampoco me permito ser cruel al respecto: sé que SÑ hizo lo que él también quería, porque sino, no lo hubiera hecho en absoluto. Así que el gesto se le agradece mucho.

Otro acontecimiento memorable es de hace dos años, cuando una noche que se supone iba a ser bonita, terminó en lo que probablemente sea el Top Tres de los acontecimientos más traumáticos de mi existencia. Perdón: es el número uno del Top Tres. De eso escribí también en este blog, y no es algo que me guste recordar, pero todavía tengo la sensación de terror en la piel cuando pienso en ello. Bueno, bueno, a tomar aire, que todo eso ya pasó, quedó alejado y con la gracia de Dios no volverá a ocurrir.

Pero es imposible no pensar en ese terrible acontecimiento como algo que me marcó. Ese año fue terrible para mí en adelante, porque SÑ decidió ir y venir más de la cuenta, sufrí más de lo que tal vez debía, e hice estupideces que dejaron una huella difícil de borrar, pero que curé con el paso de los meses. Esa época fue muy difícil, y a pesar que la he superado, todavía el recuerdo me infunde un tanto de temor. Por mí misma, y por el futuro con SÑ. Claro, si de repente hay alguno.

El año siguiente recordé el “aniversario” recién un día antes. SÑ andaba ocupado con otras cosas, así que ni lo vi, ni hablamos hasta la noche de aquel día. En realidad, estaba ya preparando “El evento”, el cual yo veía como algo lejano. Y para variar, terminé equivocada, vestida, alborotada… y bastante alterada.

* * *

La falta de celebraciones, no solo fueron por indeferencia mía, sino porque SÑ decía que no le gustaba las celebraciones. No sé si sería por mí o porque efectivamente no le gustaba celebrar un año más de todo ello, pero nunca le tomamos mucha atención. El único año que le tomamos atención fue cuando ocurrió el acontecimiento traumático de hace dos años. ¡Puta madre! Me llena de cólera a veces pensar en que lo que pudo ser finalmente una celebración para mí, terminó jodido, completamente jodido. Muchas veces quise ser el personaje dramático de la novela, lanzar gritos al cielo y preguntar simplemente ¿por qué? ¿Por qué nunca pude celebrar un aniversario como se debe con el hombre a quien más he querido? Nunca tuve un enamorado con el que durara más de un año y ninguno significó tanto como SÑ, a quien quise mucho, y con quería simplemente ser feliz aquella noche. Me quejé en silencio sobre lo ocurrido, porque lo que siguió fue mucho peor, y necesitaba valor para enfrentarlo. Finalmente, todo terminó, ¿pero cuál fue el precio?

No encuentro respuesta a ninguna interrogante. Pero hace tiempo decidí no buscarle respuestas a aquello que era imposible de responder. No puedo empezar a quejarme a estas alturas, cuando lo que ya ocurrió no se puede resolver. No puedes encontrarle solución a algo que ya terminó, y encima hace tiempo, así que por ende no vale la pena pensar en ello. No lo haré, ya no más. Al menos esa noche de hace dos años no debe volver a causarme terror o angustia nunca más.

Además, no es como si este año hubiera ocurrido lo mismo. Fueron cosas ajenas a SÑ o a mí, por tanto no es nada malo. ¿Qué si jode? Claro, un poco, pero is no big deal. Son cosas que pasan. No tienen idea el alivio que siento al pensar que lo ocurrido hace dos años ya no volverá jamás.

* * *

No puedo ser egoísta. Si bien pasaron cosas malas, son cosas salvables. Luego que SÑ se casó, sufrí y me levanté. ¿Por qué quejarme? Ahora la pasamos bien, no nos peleamos tanto como antes (y es que ya no vale la pena, la verdad) y somos aún amigos. ¿Si nos queremos? Yo lo quiero. Si él me quiere, no estoy muy segura, pero creo que es un buen indicio que después de tanto tiempo él siga rondándome, pasándome la voz cuando yo no me comunico con él, o incluso como ahora, que me escribe para decirme que no estará hoy día. Si, son indicios de un cariño que de repente no sea él que espere, pero que existe, y es lo que importa.

Yo aprendí a ser más yo misma, y creo que estoy más tranquila que antes. ¿Luego de ese arrebato, me creerán? Deberían. Nada es perfecto, pero es bueno. Yo soy yo misma, vivo mi vida por mí y no por nadie más. Todo se cura solo, de a pocos, ¿no es bueno? Todo lo que tenga que resolver conmigo misma, lo haré con el paso del tiempo. Si no todo está tranquilo, entonces tengo que pensarlo bien. Pero no me quejo. Si SÑ sigue aquí es porque quiere, y yo lo quisiera mucho tiempo más, pero la vida es la que se encargará de ello. Por lo pronto, sea lo que haya ocurrido, espero se encuentre bien y los suyos también.

Solo no quisiera ver morir todavía lo que quiero tanto. No sé cuándo estaré lista para decir adiós, pero por favor, que todo esto dure. Que dure…

lunes, 19 de marzo de 2012

Diez años en mi ley

Hace diez años fue la última vez que vi en vivo a Beto Cuevas, Pedro Frugone y Mauricio Clavería.


Mi hermano cumplió su promesa conmigo: aprobé el curso de computación más complicado que había llegado en mi vida (Access... ¡puaj!) y me gané una entrada VIP al próximo concierto de La Ley. Corría entonces finales del 2001, yo vivía los años "dorados" de mi adolescencia, todo era fácil, aunque no lo pareciera, y la vida era sencilla. Todo era muy sencillo.

Llego el año 2002, que yo aún recuerdo como uno de los mejores años de mi vida. Terminaron las vacaciones y tocó volver al colegio. Ya había empezado las primeras semanas de marzo, cuando llegó la fecha que estaba marcada en mi boleto del concierto: 19 de marzo de 2002. Ese día cayó martes. Un bello día martes, aún soleado.

Ese día fui al colegio, todo iba igual. Entonces yo llegaba el cabello recto, largo, mucho más flaca que entonces, sin enfermedades ni nada, y joven. Joven, adolescente, y llena de ilusiones. Nunca se me ocurrió pensar en lo que estaría haciendo en diez años, la verdad es que yo siempre pensaba en el futuro inmediato, no en que dentro de diez años, la misma noche en que saltaba y coreaba mis canciones favoritas, estaría en mi computadora personal contándoles todo esto con la mayor nostalgia que puede embargar a una sentimentalista como yo. En estos instantes puedo recordar esa emoción con tal claridad... que me vuelvo a sentir una adolescente otra vez. Eso fue lo que Beto siempre provocó en mí: siempre fue una ilusión y una gran alegría, todo era iluminado, difícilmente fue tan oscuro como mis propias emociones harían mis vivencias futuras. Con Betuchis, todo fue siempre muy lindo. Hermoso.

* * *

"¡Grita por nosotras!", me dijeron mis compañeras del colegio a la hora de salida, todas felicitándome y deseándome suerte para cuando estuviera así de cerca a mis ídolos de entonces. Como esa película: extremly loud and incredibly close. Así iba a ser. Y yo quería estar ahí.

Antes de iniciar los preparativos, aquella tarde tenía ensayo de música. Fui al ensayo. Estaba tan contenta que solo podía pensar en lo que venía después: en el futuro inmediato. Y hasta tengo una canción de fondo para lo que viví esa tarde...



Esa fue la banda sonora de ese día lleno de ilusiones y bellos recuerdos.

Salí de la banda con esa canción en la cabeza (que por entonces estaba de moda). Llegué a casa. Me alisté. Pronto vendría mi hermano a cumplir su promesa. Pronto los volvería a ver.

* * *

Salté, grité. Me emocioné casi hasta las lágrimas. Beto votó a un sujeto que le mentó la madre, lo cual creo polémica por días en el país, pero, ¿saben qué? A mí tampoco nadie me vendría a mentar la madre en mi lugar de trabajo, así que bien largado ese panzón. Los que no saben respetar a nadie deberían tener cuentas en Twitter y descargarse así, pero no en lugar donde los que queremos disfrutar debemos disfrutar. Queríamos gozar, y lo logramos. Pensamos que tendríamos otro momento para hacerlo, pero no fue así. La Ley no volvió, y yo quedé con las ilusiones en el corazón.

Pasaron años hasta que finalmente las ilusiones de mi adolescencia se empezaron a enterrar solos en un rincón de mi memoria. Ahora los he desenterrado para exponerlos, repasarlos y emocionarme con ellos un poco más. Pienso en lo que era yo entonces, en lo que soy ahora, y extraño mucho mi antiguo yo. Esa chica que no pensaba en sus próximos diez años, que era ingenua, nerda, divertida, sin oscuridades de las cuales preocuparse. Supongo que no soy la única que extraña como era entonces, ¿pero cuántos de nosotros finalmente nos damos cuenta que esa época, por más dulce que haya sido, ya ha terminado?

Aunque no nos haya gustado el final, la verdad es que todo eso ya terminó. No volverá. Y no vale la pena darle vueltas a asuntos finalizados, sino que hay que mirar lo que está por venir y pensar en ello como la verdadera situación. Aquella noche la viví con toda mi alma y no me arrepiento de ello, porque hay pocas cosas que uno vive con tanta intensidad, y todos nos merecemos ese tipo de momentos en nuestras vidas. Reconozco que eso se cerró, creo que eso de repente me ayude a seguir. Ya no soy la de entonces... pero puedo ser mejor, a pesar de todo.

Y como me decían ellos... "un nuevo día vendrá". Si, vendrá... y cantaremos...