lunes, 31 de diciembre de 2012

2012: el año de las enseñanzas

Y la canción del año.


Aprendes mucho todos los años, pero yo siento que esencialmente aprendí mucho este año. Mi interior cambió realmente esta vez, me siento distinta, diferente. Y lo mejor: optimista.

A pocas horas de que se termine el año, aunque no tenga las palabras para describir todo lo que ha sido este año, sé que he aprendido muchas cosas. Sobre mí misma y mi relación con los demás: puedo ser yo, además de esa mujer en la que me he convertido este último tiempo, y que con esa experiencia podía guíar a otras personas. De repente ya soy una adulta de la cual dependen mentes más jóvenes para enseñar algo.

Es el año en el que estuve realmente orgullosa de ser una completa y tonta nerd. Me siento contenta con mis locuras y mis conocimientos que me hacen distinta de los demás, pero también aprendí que si no logro analizar las cosas y los hechos con lo que sé, me sirve todo de muy poco. Una de las cosas que más quiero es ser libre con toda mi información... y ser respetada por todo ello.

Todo lo que me quedó aprendido el año pasado luego de "El evento" de SÑ lo apliqué un poco más este tiempo. y me siento bien. Claro, me faltan un montón de cosas todavía, tengo que mejorar otras situaciones que la gente a mi alrededor aún me reclama, pero creo que puedo hacerlo.

Y si... voy a hablar sobre eso también. Aprendí a querer a SÑ de una manera menos dramática y más racional. Aprendí a ser feliz queriéndolo de esa manera y gracias a esto nos llevamos mucho mejor en lo que compartimos juntos. ¡Fue el año que menos lloré por él! Y en que más fui feliz con sus detalles y con nuestras vivencias. Sigue ahí, y creo que seguirá estando mucho tiempo más. Porque me quiere, porque lo quiero y porque mientras este eso, lo malo no importa.

¿Si me divertí? Claro, también me divertí, aunque me quedé con una vida social casi nula a mitad de año, por responsabilidad mía. Me compliqué un poco en mi relación con los demás, pero creo que eso se fue corrigiendo con el tiempo y podré volver a salir de nuevo. Ojalá, porque el encierro no le hace bien a nadie, ni siquiera a mi que me ufano de haber encontrado mis fortalezas en mí misma.

Yo espero que el próximo año pueda hacer más cosas y aprender más, y ya no hacer las cosas a lo difícil como antes. Menos mal la autocompasión ya se fue, ¡y no volverá! Eso es para pussies. Y yo soy mejor que eso.

Creo que eso fue lo más importante que puedo describir sin mucha inspiración. Y ahora, LA CANCIÓN DE ESTE AÑO. Siento que volví a ser yo misma, pero no solo eso, sino que además mejoré lo que me hacía genial. ¿Por amor?, por amor. A la vida, a mi familia, a SÑ...


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cosas Pequeñas

Pequeñas cosas buenas. Y pequeñas cosas malas.


I. PEQUEÑAS COSAS BUENAS

Epílogo: el lunes en la noche tuve que ir a recoger unas blusas y aproveché la caminata para pensar un poco.  Creo que la parte totalmente racional de mi ser reaccionó y se exteriorizó: supe con certeza que lo que hacía con SÑ estaba mal (claro, si no fuera así, no tendríamos miedo que la gente se enterara, ¿no?), y me merecía el no tener una relación de verdad, que SÑ nunca me llegara a querer de verdad y todas esas calas

Ayer mi mañana fue una de esas que deben de olvidarse rápidamente, llena de mal humores, renegadas y un par de lágrimas (pero de cólera). Cuando finalmente me desocupé, pude hablar con SÑ y todo se me fue pasando de a pocos. Estaba tranquila, aunque recordaba un poco lo que había estado pensando la noche anterior sobre nosotros, pero eso no me ponía mal. 

A la hora del almuerzo, ¡moría de hambre! Casi y devoré mi pollo a la plancha con papas, ensalada y arroz y luego mi torta de selva negra. Ufff, una cerda total, pero me sentía relajada. De repente, cuando ya estaba terminando mi selva negra, el nombre de SÑ se escapó despacito entre mis labios, y entonces una pequeña imagen suya apareció frente a mí. Fue un poquito mágico, y creo que la magia existe cuando el corazón la convoca y cree en ella, y efectivamente un pedazo de mí quiso a SÑ frente a mí y ahi estaba, sonriendo dulcemente, con los ojos negros brillantes. Fueron unos segundos realmente adorables.

Luego del almuerzo, algo más allá de la magia pasó. SÑ me escribió el coro de la canción "Gold" de Spandau Ballet. Por unos instantes (y como suele ocurrir seguido), un pedazo de mí pensó que de repente me estaría dedicando ese pedazo, pero la parte racional (que suele ganar más batallas desde hace un tiempo) entendió, o quiso entender, que no era el caso. SÑ suele ponerme letras de canciones que está escuchando en ese momento, y mi lado racional entiende que no me las dedica, pero eso no quiere decir que no me quiera o nada malo, así que estaba tranquila. Y entonces..... de repente SÑ me puso las que probablemente sean las palabras más dulces que me ha escrito. Bueno, no, no tanto así, pero de hecho que entran en el top 5 de lo más dulce que me ha dicho. Y para rematar, finalizaba con un "te quiero".

¡Ojalá fuera normal como para alegrarme instantáneamente con el romance! Pero... no. Mi primera reacción fue asustarme, y claro que con todo lo que me ha pasado con MH en el pasado, por un instante creí que era ella la que escribía y no mi SÑ. Es que... ¿tan incrédula puedo ser con lo bueno?, ¿soy acaso de esas mujeres que prefiere creer en lo malo que en lo bueno? Por aproximadamente un minuto en la tarde de ayer, así fue. Me siento un poco tonta admitiéndolo, pero creo que lo más importante es lo que ocurrió después.

La diosa en mí de repente era campeona en gimnasia y daba vueltas, saltos mortales, bailes con todas las cortosiones posibles y de pura felicidad. FELICIDAD, con todas sus letras. SÑ me hizo tan feliz con lo que me escribió que todas las cosas que pensaba la noche anterior, las dudas sobre su cariño y esas mierdas desaparecieron. Él me quería y una vez más yo estaba completamente segura de ello. 

Volé en una nube todo el día. Me di cuenta que él pensaba en mí también, y aunque no coincidiéramos en los momentos en pensar uno en el otro, eso no indicaba falta de cariño. Tampoco indicaba falta de cariño el que no me dijera todo el tiempo que me quiera. Hay realidades que no vemos, por culpa de las inseguridades, pero la tarde de ayer eso desapareció. Creo que soy capaz de eliminar esos fantasmas. Eso quiero.


II. PEQUEÑAS COSAS MALAS
Las cosas hoy en mi interior estaban distintas. Y es que odio cuando ocurre lo siguiente: yo espero más de SÑ, pero él es el SÑ de siempre, sin cambios, y me frustro. Pero es una frustración injustificada en parte. Si SÑ me dijo todo lo que me dijo ayer es justamente porque me quiere de verdad, ¿acaso espero que me lo diga siempre? Neeeeh. Eso sí, si SÑ fuera un poco más comunicativo de repente yo podría entenderlo mejor. Pero esto no se trata de culpar a nadie o encontrar responsabilidades, porque yo soy responsable de mis emociones, y si me siento frustrada por algo, es mi deber encontrar la solución para acabar con ello. Ya he madurado mucho emocionalmente como para seguir reaccionando como una adolescente quinceañera ante las frustraciones. No más pues, carajo.

* * * 

"Son las pequeñas cosas. No hay nada más grande". Cuando lo escuché por primera vez en la película "Vanilla Sky" fue hace diez años, y todavía era una adolescente que buscaba el amor casi con la desesperación pasional típica de los jóvenes de aquella edad. 

¿Lo encontré? Sé la respuesta. Sonrío.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Ilusionarse

Defino la ilusión como la forma de cariño más pura que pueda tener una persona hacia otra. Cuando éramos niños y sentíamos que un sentimiento nos quemaba por dentro hacia otra persona, lo llamábamos “amor” mientras nuestros mayores lo llamaban ilusión. Éramos muy pequeños para entender el amor, pero igual seguíamos viviendo en las nubes y con tantas cosas bellas en la cabeza y en el corazón, pensando en todo lo bueno de aquella persona que nos quemaba por dentro. Eso era la ilusión.

¿Cuándo uno ya es adulto puede ilusionarse todavía? Claro. El cinismo del día a día no nos quita la posibilidad de sentir como cuando éramos niños, y hasta de repente atesoremos más esa ilusión, ya que es lo más puro que podremos sentir a nuestra edad. Los adultos se ilusionan, pero con dificultad, y cuando lo hacen se vuelven tontos, soñadores, y un tanto desubicados. Pero al final, son felices y recuperan la inocencia de aquel entonces.

O al menos así es como lo siento ahorita mismo.


* * *


Hace unos días pude volver a salir con SÑ y no solamente era el cariño que siento por él lo que volvió a florecer, sino aquel sentimiento que me hace un tanto estúpida y me hace caminar entre las nubes grises de esta gran ciudad. Sé que es la ilusión, aquella que embellece a todo el universo y le quita los defectos a la persona que queremos. De repente la ciudad me era más hermosa luego de esa salida, el mundo era un lugar perfecto donde yo podía querer a SÑ sin ataduras y él me quería por completo a mí. Regresé a casa, hice mis cosas y dormí tan relajada como si todo el estrés de mi rutina hubiera desaparecido de mi mente.
El fin de semana lo pasé entre nubes también, y encima salió el sol, así que estuve mejor que nunca. Estaba bien tonta, la verdad, pero sobretodo feliz. ¿Cuántos de nosotros podemos ser felices con nuestras emociones, completamente felices? Yo lo estaba. Todos los problemas habían desaparecido, todos los planes eran posibles.
Y lo mejor: al inicio de la semana, SÑ quiso volver a verme. I was static. Estaba feliz, caminando con mis tacos entre nube y nube. Todo parecía bien, y la depresión que me invadió hace unas semanas, parecía desaparecer por completo.

Y entonces… volvió el silencio. No sé como, pero de repente la ciudad volvió a ser gris, uno de mis tacos rompió una nube y yo caí pesadamente a la tierra, con retazos de esa ilusión en mi interior, incapaz de controlar lo que ocurría a mi alrededor.
No fue SÑ: tuve un problema en la mitad de la semana y eso me hizo llorar bastante en un momento. Como le dije a él: nunca es fácil cuando personas que decían quererte por ser amigos tuyos, te desprecian tácitamente y de la misma tácita manera, no vuelven a comunicarse contigo. Olvidada. Mis amigos me habían olvidado, y cuando quise contar con SÑ para ello, amparada en mis ilusiones, él estaba muy ocupado con sus cosas para tomar en serio algo que en realidad no lo era tanto, pero me causó al menos 10 minutos de profundo dolor.
El dolor pasó. Pero SÑ seguía en silencio. Y yo empezaba a preocuparme, no porque él decidiera dar un paso al costado o desaparecer temporalmente (como suele hacer a veces), sino porque la ilusión que llevaba en el pecho se pudiera mantener intacta, pese a que lo que habían ocurrido en estos días, la estuvieran despedazando de a pocos. Lo malo de observar el mundo sin defectos, es que cuando estos llegan te golpean mucho más fuerte, y te dejan bastante mal herida, aunque ya los hayas vivido y superado antes. Ilusionarte es hacerte más vulnerable al dolor, y yo me sentía extremadamente vulnerable, porque mi ilusión era muy grande.
¿Era? Es. Hay un pedazo todavía de esa gran ilusión en mí. Yo aún pienso en el SÑ de aquella salida y me siento feliz. En parte me ayudó a salir de mi tristeza con rapidez, además de mi familia, la mayor ilusión de mi vida y quienes siempre estarán a mi lado, sea yo el tipo de persona que sea, siempre tendré una familia, y eso no me lo quita ni la ciudad gris, ni los amigos ingratos, ni el silencio de las personas.
Y así tampoco, me quitan mis ilusiones. SÑ, sigo ilusionada contigo, pero ahora de una manera más adulta: ilusionada y cauta, para que pueda volver a tener otra oportunidad de crear ilusiones que me endulcen la vida.




PS. El motivo del silencio de SÑ es más simple del que ustedes o yo me imagino. No es algo que me quite el sueño, aunque sí hace que lo extrañe mucho. Mi ilusión me mantiene a salvo incluso de mí misma.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Domingos en la noche

Eran aproximadamente las 6.30pm o las 7pm de un domingo cualquiera cuando recibía o una llamada o un mensaje de texto. Y en 10 minutos yo ya estaba cambiada esperándolo, y menos mal el nunca demoraba mucho en llegar. Un mensaje más y yo ya estaba en la esquina de mi casa, acercándome a su carro mientras SÑ me esperaba.

El destino era lo de menos: generalmente era un lugar apartado donde pudiéramos estar solos y conversar. Las noches siempre fueron hermosas esas noches, fuera invierno o verano, porque cuando estaba en sus brazos todo era más... bonito. Era tranquilo. Nunca peleamos aquellas noches, y siempre conversamos mucho, de diferentes cosas, no necesariamente de lo que era mundo cuando amanecía luego de aquellas noches de "codo a codo" y siendo mucho más que dos.

Hoy iba a comprar lasagna cerca de mi casa cuando recordé aquellas noches. No lo recordé con tristeza, pero sí con mucha ternura. Como dije: no tengo malos recuerdos de aquellas noches, y tampoco tengo intención de hacerlos malos. Fueron lo mejor de mi relación con SÑ, definitivamente lo mejor. Es lo que más extraño también, pero hey, si no volverán, al menos puedo mantenerlas como un hermoso recuerdo de la que creo sigue siendo una hermosa relación, aunque en dimensiones distintas. Pero todo es hermoso si eres capaz de mirar más allá de los defectos y encontrar la felicidad que convella en el fondo.

* * *

Recordé aquellas noches también por la paz que me traían entonces y por la falta de esa misma paz actualmente. Tengo muchas cosas en mi mente, y lo más sorprendente es que pocas de esas tienen que ver con SÑ. En la actualidad, lo único que me pone triste sobre él es el alejamiento, pero sé que eso es producto del trabajo y que es temporal.

Lo que me pone triste es la indefinida soledad en la que me encuentro. Me peleé con dos amigos, y ahora mi escasa vida social pasó a ser nula completamente. No salgo y conozco poca gente, pero ninguno para considerarse amigo-amigo. Mi ambiente laboral se ha vuelto también un poco hostil debido a ello y ya no me siento tan cómoda como antes ahí. Tengo que salir de ahí, aunque no sé como, y no sé cuando. Ello también me produce mucha ansiedad.

Además, están unos temas estudiantiles que me tienen de verdad asustada, preocupada y muy ansiosa. Nada de esto me produce depresión, simplemente porque las he visto más negras. Esto es malo, pero he estado en cosas peores. Sé que puedo salir si me lo propongo. Solo me falta proponérmelo en serio.

lunes, 9 de julio de 2012

¿El inicio del fin, o qué?

¿Qué es esa sensación que me dice que el final de todo esto con SÑ está más cerca de lo que creía?

Quiero dejar algo en claro: quiero a SÑ. Y hasta hace unas semanas yo estaba cien por ciento segura de que él también me quería a mí casi con la misma seguridad, que "El evento" no había alterado ese cariño y que todas las dudas residían en una parte muy oscura de mi cerebro que cada 28 días reflotaba solo para hacerme daño. Pero ahora no puedo decir eso.

De repente sea como me dijo un amigo una vez: cuando un hombre piensa en una sola cosa, no puede pensar en otra, su cerebro no está diseñado para hacerlo. Siendo que SÑ anda muy ocupado con el trabajo y otras cosas, de repente sea eso. De repente simplemente ha dejado de ver, producto de sus ocupaciones y preocupaciones, que sigo frente a él con el corazón en la mano.

Ya, ya, no quiero pecar de dramática o sobre romántica. Hace poco tuve un problema con un compañero de trabajo demasiado melancólico para mi gusto, y todo porque tenía un "crush" conmigo (enfatuamiento, dígase, si es que así se traduce del inglés). Primero empezó deprimido, luego de unos días pareció volver a la normalidad, luego para comenzar un contra ataque. Literalmente, un contra ataque: criticó de la peor manera todo lo que salía de mi boca o de mis manos, de repente con la intención de bajarme del altar en el que me había subido. Finalmente, volvió a su estado melancólico y me pidió disculpas, pero de un momento a otro volvió al ataque. Y luego me invitó a salir, pero yo lo rechacé. Ahora no me habla.

De repente eso es bueno, ¿no? Me ha ahorrado el trabajo de mandarlo al cacho, cosa que yo hubiera hecho de la manera más dolorosa y cruel posible, con lo fastidiada que me tenía. Es mejor así. Y veo a este compañero de trabajo, y siento que me reflejo un poco ahí. De repente, ¿yo era así hace un par de años con SÑ?, ¿de repente sigo siendo así?, ¿de repente soy una enfatuada sin remedio? Tal vez estoy destinada a llevar un eterno partido de tenis con él, tirando la pelota de una cancha a otra, sin que haya ganadores o perdedores, tan solo lanzando la pelota de un lado a otro, de un lado a otro, sin nunca acabar, sin nunca mejorar, tan solo por quedarme ahí, en el juego.

¿Todo por quedarme en el juego?, ¿acaso este amor que yo digo sentir se ha vuelto tan solo las ganas de no renunciar al juego?, ¿costumbre, como le dicen? Si es así, en este caso creo que soy yo la que le está facilitando las cosas a SÑ, pues probablemente él esté esperando que yo le diga algo así como que esto no va más y hacerlo libre de mis estupideces para finalmente dedicarse a su vida luego de "El evento". Si, si creo a SÑ capaz de algo así. Lo siento. Eso no hace que lo quiera menos o más, solo pienso así. Estoy segura que él debe tener mil ideas de mí, las cuales pueden estar cerca o lejos de lo que es mi verdadera personalidad.

Todo esto que siento no lo hace ni bueno ni malo, así como no me hace ni buena ni mala. De repente cucu, pero no las otras anteriores. Es que a veces siento que su interés por mí decae por temporadas, y esta vez él empieza el saque en el interminable tenis: mientras él no me dice nada de su alejamiento, yo empiezo a correr por la cancha, intentando darle a las pelotas que me lanza e intento adivinar el por qué de su actitud: chamba, personal, deporte, vida después de "El evento". Nunca lo sé. Al final, luego de haber sudado y haberme vuelto casi loca con todos los pelotazos, SÑ me lo dice: nada siniestro o telellorón como me lo imaginaba. El mundo sigue igual, la tierra sigue girando en paz.

Aunque el otro día leía de que los hombres también tienen temporadas en las que se alejan, porque necesitan recuperar su espacio personal y todo eso. ¿Será eso?, ¿estaré viendo fantasmas donde solo hay figuras de lo más normales? Solo SÑ me puede decir eso. La pelota está en su cancha.

viernes, 11 de mayo de 2012

Tu silencio

"En tu silencio habita el mío".

Hace unos minutos escribí en una red social: "Lo que me molesta no es que me oculten la verdad, sino que me la oculten, o crean que no soy los suficientemente inteligente y/o madura para soportarla". Y eso va para ti, mi estimado SÑ.

Esta, como verás, es una entrada con una queja pendiente de un bien tiempo. Está bien, las mujeres estamos medias locas, de repente este blog es una muestra de ello, pero también es cierto que hace tiempo yo he hecho los méritos suficientes como para salir de la esfera de dominio de la locura femenina y me he ganado un puesto con las mujeres que superan su propia biología y psicología social para aplicar la inteligente objetiva en todo sentido. ¡Me lo he ganado! Y que recibo a cambio: el típo silencio masculino con el que los hombres creen poder solucionar todo. Pero... no. No. NO.

(suena "Sabotage" de los Beastie Boys).

¿Acaso no he soportado verdades más que amargas? No estabas enamorado de mi, está bien. Te quedaste con MH, y no solo eso, sino que además tuviste tu evento con ella, fine. No puedo llamarte cuando estés en la oficina porque te incomodan las llamadas, comprendido. Hay lugares a los que no puedo ir contigo, aunque yo quisiera, por temor a que alguien nos encuentre, roger that. Entonces, ¿qué te hace pensar que hay verdades que debes de ocultar, solo porque crees que me voy a molestar? Creo que ya quedó claro hace tiempo lo siguiente: tus verdades, las aguanto. Tus secretos, me joden la existencia.

(WHYYYYY??!!!!!! dice la letra de "Sabotage").

Ah, y si crees que voy a andar con cara de perro, cual mujer resentida que se lamenta la mala suerte de la persona a la que ha elegido para querer... te equivocas rotundamente. Te quiero, y mucho. Y continúo a tu lado. Justamente por ello es que creo que vale la pena solucionar este tipo de situaciones, para seguir bien como lo hemos estado. Pero, SÑ, en serio, ¿cuáles son las necesidades de tu silencio? Me has contado cosas que yo guardo bien, y yo también te he contado cosas muy mías. Los secretos causan desconfianza, no solo entre las parejas, sino también entre los amigos, cosa que yo al menos sí somos en todo el sentido de la palabra, y solucionar ese dilema nos puede ayudar.

Así que, SÑ, deja de creer que soy una estúpida más que no sabe aguantar las cosas que le dices, porque ya sabes que no es así. No solo porque yo lo diga, sino porque la experiencia anterior lo dice así. Quiéreme como siempre y dime la verdad. No me ocultes nada solo por miedo de mi reacción. Ten miedo, más bien, de mi reacción cuando me ocultas cosas, porque eso sí que me revienta y hace que me den ganas de patear todo, joderte la vida a ti, y por tiempo prolongado.

viernes, 27 de abril de 2012

La procesión va por dentro

No es que no quiera decirte lo que siento.


Mi amado SÑ,

Gracias a las providencias, o al destino, o a las fuerzas del universo, tú y yo ya no peleamos tanto como antes, o la sufrimos como antes. Recuerdo todavía todas las lágrimas que he derramado, y muchas de ellas... fueron por las huevas. Una pena. Nuestra, ¿relación? nunca fue perfecta. Todo fue desastrozo en grandes ocasiones, y tomo la responsabilidad por ello. Sufrí mucho y no aproveché el tiempo. Lo siento. Y también he de pedirme perdón a mí misma por ello. PERDÓN.
Pero como te decía: estamos bien. Aprendí a disfrutarte, y por ende, creo que estabas disfrutándome a mí también, a mi lado bueno, a ese lado que hizo que te fijaras en mí desde un primer momento. Claro, también necesité un par de trucos femeninos para cuando las cosas empezaban a ponerse color de hormiga, pero creo que salí airosa de eso. Gracias a las providencias, o a quien fuck fuera.

Lamentablemente, hemos tenido un tiempo de distanciamiento más que prolongado. No nos dejaremos de ver dos semanas, sino tres semanas. Lo máximo que recuerdo hemos pasado distanciados, fue luego de "El evento", que fue un mes (cuatro semanas de profunda reflexión, en las que alcancé varias epifanías que bien me hacían falta), pero ahora esto dolía igual o tanto como aquella ocasión.

Te diré la verdad: tenía miedo. Me meaba en los pantalones y no era porque el tiempo, sino por la falta de comunicación en el mismo. Siempre que te vas y no te comunicas, empiezo a asustarme y pensar que pueden suceder las mismas catástrofes del pasado: algo que cambie tu forma de pensar, más no de sentir, respecto a mí y a nuestra situación que te haga de la noche a la mañana concluir con todo esto que llevamos. Siempre tengo miedo de ese cambio de parecer, y algo me dice que en algún momento volverá a ocurrir. Sé que será así, y ando preparada para ello, pero siempre con miedo.

Esta vez tenía tanto miedo como otras veces. No fue un día o dos: fueron cuatro días de silencio y yo con miedo, terror y una ansiedad elevada a la enésima potencia que no me dejaban tranquila. Empecé a ponerme más loca que de costumbre, con ideas que iban desde lo racional hasta lo... bueno, lo no racional. Te escribí cuatro correos en dos días, y lo siguiente pasaba por mi mente:

1. Te pusiste mal de nuevo, pero esta vez terminaste en la Clínica.

2. Cambiaste de opinión y me dejaste.

3. Te molestó algo que hice, escribí o lo que fuera, y decidiste alejarte de mí.

4. Estás tan marcado por MH que no tienes ni siquiera un segundo de libertad para dedicarme unas palabras.

Inspirada por la locura, estas ideas recorrían mi cabeza como un remolino. Literalmente. Malabareaba el trabajo, mis pensamientos, el grado, mi familia, mi persona. Un desastre miniatura, una catástrofe menor que empezaba a mellar en mi humor, poniéndome de malas siempre en casa. Mientras en la oficina no dejaba de pensar en ti, y aún así trabajaba, en la casa me olvidaba, pero mi humor ya estaba siendo alterado por lo que empezaba a sentir.

Lo peor fue cuando al tercer día, el Fuhrer se comunicó contigo. Yo estaba a su lado, expectante a tener noticias tuyas. Pensé que me diría que estabas mal o de viaje. Estabas en casa, descansando, aparentemente tranquilo. Casi me vuelvo loca en ese momento. Me hice una furia. Las Valquirias eran unas tetonas ínfimas al lado mío, y casi hasta escuchaba la composición de Wagner musicalizar mi ira. ¿Qué pasaba?, ¿si estabas bien por qué no me hablabas? La mierda.

Al cuarto día, finalmente decidí que no podía más. Llamé a E, mi amiga, y le pedí que te llamara con cualquier excusa y averiguara por qué no te habías comunicado conmigo. Ella me aconsejó que mejor no lo hiciera, que esperara tu llamada, y empezó a poner la razón en mi cabeza. Al final, desistí de que te llamara, y creo que fue mejor con lo que supe después. Estaba tan hormonal entonces, tan llevada por el miedo, que no pensaba simplemente. Hacía, pensaba y decía estupideces, pero gracias a Dios ninguna causó ningún daño. Al menos, eso espero.

Al quinto día, hubo mejores noticias: te comunicaste. Y mi alma volvió a tener paz.

* * *

Cuando finalmente mi mente se ordenó y mi corazón se calmó, las cosas salieron mejor. Ya estaba cansada de pretender que necesitaba sufrir por ti, y de sentirme tan mal siempre que te vas. Es innecesario, ¡es estúpido! No pienso hacerlo más, SÑ, porque no lo mereces y yo tampoco. Lo que sí mereces es lo que te digo a continuación: que te quiero con toda mi alma, y te he extrañado como no tienes idea, pero que he preferido llevar todas mis emociones por dentro durante estos días, para no estallar por todos lados, gritando un sentimiento que de repente no debería de tener en un principio. Ya tienes a MH, la escogiste a ella para hacer tu vida, y aunque yo todavía tenga muchas dudas sobre lo que sientes por mí (debido a esa decisión que tomaste), no puedo mentirme: te quiero, te quiero, te quiero. Y te querré siempre, como la mujer sadomasoquista que soy (¡muajaja!), pero, ¿acaso importa? Realmente, a veces ni siquiera me importa saber si me quieres realmente o no. La procesión va por dentro para mí, soy feliz con lo que siento por ti.

Decir tu nombre bajito, también ayudó en estos días. Pero como dice la canción "Boo Hoo" de KT Tunstall: "diré tu nombre, pero no es lo mismo que tenerte aquí". Me lo repetía en voz baja, o mentalmente, como para no olvidarte, para tenerte presente cuando no lo estabas. A veces cuando decía tu nombre me preguntaba si ese llamado invisible significaba que estabas pensando en mí: o sea, que decía tu nombre, porque tú pensabas en el mío. Era divertido imaginar eso.

También fue demasiado divertido cuando un día caminando en la calle vi a una persona muy parecida a ti, con la sonrisa y todo. Me quedé paralizada en plena avenida, y me reí. Empezaba a tener visiones. Ah, y si esta persona era parecida a ti físicamente, en el transporte público empezó a subir en esos días un hombre con tu mismo look y postura. Se sentaba delante de mí y te juro que podías haber sido tú. Yo imaginaba que eras tú, que estabas ahí, sentado adelante, sonriendo, esperando a que yo te hablara. Definitivamente empecé a desvariar.

Pero también, ¿cuándo he sido una mujer cuerda al cien por ciento? Mi locura da paso a mi genialidad, esa que hizo que me vieras en el fondo y no en la forma. Tu genialidad y también locura hicieron que me enamorara de ti. Y a pesar del miedo de estos días, y la cólera, y la ansiedad, te quiero a mi lado, sonriéndome de verdad y no solo como producto de mi imaginación. Te quiero de regreso.

Y ahora sé que volverás pronto, digo tu nombre, lo digo bajito.

...

lunes, 26 de marzo de 2012

Unos años después

Un recuento de la celebración menos celebrada. Y algo más.

Dios actúa en formas misteriosas. En mi vida, ¡qué duda cabe! Me suelen suceder las cosas más improbables en los días menos pensados. Un ejemplo de ello es lo que pasó justamente hoy.

Primero les explico qué es lo que pasó y luego qué día es hoy (aunque si leen seguido este blog, imaginarán a qué día me refiero). Hoy llegué bien vestida, arreglada y de buen humor a la oficina, esperando que el día de hoy fuera prometedor. ¿Lo fue? Hardly think so. Apenas abrí el correo a ver si SÑ había escrito algo, encontré que así era, pero no lo que yo esperaba. El mensaje decía que por un contratiempo no iba a trabajar hoy y que por ende, no lo iba a ver. Maldiciones echadas a todos los dioses de todas las religiones conocidas (y hasta de las desconocidas también).

Le escribí lo siguiente: “Buen día. Espero todo esté bien. Cuídate y ya hablamos el día de mañana. Muaks”. Y para finalizar: “PS. Hoy (26/03/2012) cumplimos **** años juntos”.

Si pues. El destino quiso que justamente este día SÑ no pudiera verme el día de hoy. La razón la ignoro. Los misterios de Dios, ¿no?

* * *

Tampoco es que los años anteriores SÑ y yo la hayamos pasado de lo mejor. Es decir, no me quejo, pero nada es perfecto. El primer año todo estuvo bacán, y aunque fue chiquito, fue bonito. Aunque siempre me quedó la duda de quién disfrutaba más de esas celebraciones anuales, ¿SÑ o yo? De repente la respuesta es fácil de adivinar, pero tampoco me permito ser cruel al respecto: sé que SÑ hizo lo que él también quería, porque sino, no lo hubiera hecho en absoluto. Así que el gesto se le agradece mucho.

Otro acontecimiento memorable es de hace dos años, cuando una noche que se supone iba a ser bonita, terminó en lo que probablemente sea el Top Tres de los acontecimientos más traumáticos de mi existencia. Perdón: es el número uno del Top Tres. De eso escribí también en este blog, y no es algo que me guste recordar, pero todavía tengo la sensación de terror en la piel cuando pienso en ello. Bueno, bueno, a tomar aire, que todo eso ya pasó, quedó alejado y con la gracia de Dios no volverá a ocurrir.

Pero es imposible no pensar en ese terrible acontecimiento como algo que me marcó. Ese año fue terrible para mí en adelante, porque SÑ decidió ir y venir más de la cuenta, sufrí más de lo que tal vez debía, e hice estupideces que dejaron una huella difícil de borrar, pero que curé con el paso de los meses. Esa época fue muy difícil, y a pesar que la he superado, todavía el recuerdo me infunde un tanto de temor. Por mí misma, y por el futuro con SÑ. Claro, si de repente hay alguno.

El año siguiente recordé el “aniversario” recién un día antes. SÑ andaba ocupado con otras cosas, así que ni lo vi, ni hablamos hasta la noche de aquel día. En realidad, estaba ya preparando “El evento”, el cual yo veía como algo lejano. Y para variar, terminé equivocada, vestida, alborotada… y bastante alterada.

* * *

La falta de celebraciones, no solo fueron por indeferencia mía, sino porque SÑ decía que no le gustaba las celebraciones. No sé si sería por mí o porque efectivamente no le gustaba celebrar un año más de todo ello, pero nunca le tomamos mucha atención. El único año que le tomamos atención fue cuando ocurrió el acontecimiento traumático de hace dos años. ¡Puta madre! Me llena de cólera a veces pensar en que lo que pudo ser finalmente una celebración para mí, terminó jodido, completamente jodido. Muchas veces quise ser el personaje dramático de la novela, lanzar gritos al cielo y preguntar simplemente ¿por qué? ¿Por qué nunca pude celebrar un aniversario como se debe con el hombre a quien más he querido? Nunca tuve un enamorado con el que durara más de un año y ninguno significó tanto como SÑ, a quien quise mucho, y con quería simplemente ser feliz aquella noche. Me quejé en silencio sobre lo ocurrido, porque lo que siguió fue mucho peor, y necesitaba valor para enfrentarlo. Finalmente, todo terminó, ¿pero cuál fue el precio?

No encuentro respuesta a ninguna interrogante. Pero hace tiempo decidí no buscarle respuestas a aquello que era imposible de responder. No puedo empezar a quejarme a estas alturas, cuando lo que ya ocurrió no se puede resolver. No puedes encontrarle solución a algo que ya terminó, y encima hace tiempo, así que por ende no vale la pena pensar en ello. No lo haré, ya no más. Al menos esa noche de hace dos años no debe volver a causarme terror o angustia nunca más.

Además, no es como si este año hubiera ocurrido lo mismo. Fueron cosas ajenas a SÑ o a mí, por tanto no es nada malo. ¿Qué si jode? Claro, un poco, pero is no big deal. Son cosas que pasan. No tienen idea el alivio que siento al pensar que lo ocurrido hace dos años ya no volverá jamás.

* * *

No puedo ser egoísta. Si bien pasaron cosas malas, son cosas salvables. Luego que SÑ se casó, sufrí y me levanté. ¿Por qué quejarme? Ahora la pasamos bien, no nos peleamos tanto como antes (y es que ya no vale la pena, la verdad) y somos aún amigos. ¿Si nos queremos? Yo lo quiero. Si él me quiere, no estoy muy segura, pero creo que es un buen indicio que después de tanto tiempo él siga rondándome, pasándome la voz cuando yo no me comunico con él, o incluso como ahora, que me escribe para decirme que no estará hoy día. Si, son indicios de un cariño que de repente no sea él que espere, pero que existe, y es lo que importa.

Yo aprendí a ser más yo misma, y creo que estoy más tranquila que antes. ¿Luego de ese arrebato, me creerán? Deberían. Nada es perfecto, pero es bueno. Yo soy yo misma, vivo mi vida por mí y no por nadie más. Todo se cura solo, de a pocos, ¿no es bueno? Todo lo que tenga que resolver conmigo misma, lo haré con el paso del tiempo. Si no todo está tranquilo, entonces tengo que pensarlo bien. Pero no me quejo. Si SÑ sigue aquí es porque quiere, y yo lo quisiera mucho tiempo más, pero la vida es la que se encargará de ello. Por lo pronto, sea lo que haya ocurrido, espero se encuentre bien y los suyos también.

Solo no quisiera ver morir todavía lo que quiero tanto. No sé cuándo estaré lista para decir adiós, pero por favor, que todo esto dure. Que dure…

lunes, 19 de marzo de 2012

Diez años en mi ley

Hace diez años fue la última vez que vi en vivo a Beto Cuevas, Pedro Frugone y Mauricio Clavería.


Mi hermano cumplió su promesa conmigo: aprobé el curso de computación más complicado que había llegado en mi vida (Access... ¡puaj!) y me gané una entrada VIP al próximo concierto de La Ley. Corría entonces finales del 2001, yo vivía los años "dorados" de mi adolescencia, todo era fácil, aunque no lo pareciera, y la vida era sencilla. Todo era muy sencillo.

Llego el año 2002, que yo aún recuerdo como uno de los mejores años de mi vida. Terminaron las vacaciones y tocó volver al colegio. Ya había empezado las primeras semanas de marzo, cuando llegó la fecha que estaba marcada en mi boleto del concierto: 19 de marzo de 2002. Ese día cayó martes. Un bello día martes, aún soleado.

Ese día fui al colegio, todo iba igual. Entonces yo llegaba el cabello recto, largo, mucho más flaca que entonces, sin enfermedades ni nada, y joven. Joven, adolescente, y llena de ilusiones. Nunca se me ocurrió pensar en lo que estaría haciendo en diez años, la verdad es que yo siempre pensaba en el futuro inmediato, no en que dentro de diez años, la misma noche en que saltaba y coreaba mis canciones favoritas, estaría en mi computadora personal contándoles todo esto con la mayor nostalgia que puede embargar a una sentimentalista como yo. En estos instantes puedo recordar esa emoción con tal claridad... que me vuelvo a sentir una adolescente otra vez. Eso fue lo que Beto siempre provocó en mí: siempre fue una ilusión y una gran alegría, todo era iluminado, difícilmente fue tan oscuro como mis propias emociones harían mis vivencias futuras. Con Betuchis, todo fue siempre muy lindo. Hermoso.

* * *

"¡Grita por nosotras!", me dijeron mis compañeras del colegio a la hora de salida, todas felicitándome y deseándome suerte para cuando estuviera así de cerca a mis ídolos de entonces. Como esa película: extremly loud and incredibly close. Así iba a ser. Y yo quería estar ahí.

Antes de iniciar los preparativos, aquella tarde tenía ensayo de música. Fui al ensayo. Estaba tan contenta que solo podía pensar en lo que venía después: en el futuro inmediato. Y hasta tengo una canción de fondo para lo que viví esa tarde...



Esa fue la banda sonora de ese día lleno de ilusiones y bellos recuerdos.

Salí de la banda con esa canción en la cabeza (que por entonces estaba de moda). Llegué a casa. Me alisté. Pronto vendría mi hermano a cumplir su promesa. Pronto los volvería a ver.

* * *

Salté, grité. Me emocioné casi hasta las lágrimas. Beto votó a un sujeto que le mentó la madre, lo cual creo polémica por días en el país, pero, ¿saben qué? A mí tampoco nadie me vendría a mentar la madre en mi lugar de trabajo, así que bien largado ese panzón. Los que no saben respetar a nadie deberían tener cuentas en Twitter y descargarse así, pero no en lugar donde los que queremos disfrutar debemos disfrutar. Queríamos gozar, y lo logramos. Pensamos que tendríamos otro momento para hacerlo, pero no fue así. La Ley no volvió, y yo quedé con las ilusiones en el corazón.

Pasaron años hasta que finalmente las ilusiones de mi adolescencia se empezaron a enterrar solos en un rincón de mi memoria. Ahora los he desenterrado para exponerlos, repasarlos y emocionarme con ellos un poco más. Pienso en lo que era yo entonces, en lo que soy ahora, y extraño mucho mi antiguo yo. Esa chica que no pensaba en sus próximos diez años, que era ingenua, nerda, divertida, sin oscuridades de las cuales preocuparse. Supongo que no soy la única que extraña como era entonces, ¿pero cuántos de nosotros finalmente nos damos cuenta que esa época, por más dulce que haya sido, ya ha terminado?

Aunque no nos haya gustado el final, la verdad es que todo eso ya terminó. No volverá. Y no vale la pena darle vueltas a asuntos finalizados, sino que hay que mirar lo que está por venir y pensar en ello como la verdadera situación. Aquella noche la viví con toda mi alma y no me arrepiento de ello, porque hay pocas cosas que uno vive con tanta intensidad, y todos nos merecemos ese tipo de momentos en nuestras vidas. Reconozco que eso se cerró, creo que eso de repente me ayude a seguir. Ya no soy la de entonces... pero puedo ser mejor, a pesar de todo.

Y como me decían ellos... "un nuevo día vendrá". Si, vendrá... y cantaremos...

martes, 7 de febrero de 2012

Lisbeth y yo

Hoy fui a ver la versión americana de "Los hombres que no amaban a las mujeres". Ni muerta diré que fui a ver "La chica del dragón tatuado", ¡qué espanto de nombre!

(Spoiler alert!)
Cuando veo a Lisbeth mirar como se aleja Mikael, pienso en si ella y yo tendremos algo parecido. Se me ocurre que en algo podamos ser iguales, en lo antisociales, en lo inteligentes (aunque no en el mismo grado)... en lo locas. Y en que ambas hemos estado solas por mucho tiempo, por culpa de los hombres. Al menos en alguna parte, por culpa de los hombres.

* * *

Leí por ahí que cuando Stieg Larsson pensó en un personaje femenino para su novela, se preguntó cómo habría sido Pippi Calzaslargas en el mundo actual. Si hacemos la comparación, para los que no sabemos mucho del personaje, no imaginos a la heroína de medias largas y cabello loco como alguien que sea capaz de hacer lo que hace el personaje de Lisbeth Salander en la trilogía de novelas "Millenium". Pero seguramente las circunstancias la llevarían a eso, a que cuando madure se vuelva alguien que no se ajustó bien a las normas sociales (muchas veces de doble moral) y que por ello es rechazado. Si, de repente por ahí que tengan algo parecido, que ellas y yo no seamos distintas. Recuerden que yo también rechacé las normas sociales, al tener una aventura con un hombre comprometido, y encima seguir viéndolo.

Y, ¿saben algo? Estoy igual de loca que Lisbeth, porque no me arrepiento de esa relación clandestina. ¿Te arrepentirás tú, SÑ?

Pero no es de SÑ que hablo en este post. Bueno, pero de repente también tenga algo que ver el hecho que lo vi hoy día. Lo sigo queriendo desde el primer día, y tuve muchas ganas de decírselo, pero me quedé en silencio. Mi mejor arma es el silencio, y la apariencia de que estoy sometida al mundo, cuando en realidad no es así. He aprendido que esta es la mejor forma de obtener lo que quiero. ¿Eso me hace más loca? De repente.

Me veía igual de loca cuando salí de la sala. Parecía catatónica saliendo del cine, absorta con las imágenes aún en mi mente. Pensé en este post apenas salía, y en que me siento igual que Lisbeth: traicionada por la sociedad, abandonada por ella. Caminé pensando en que quiero escribir igual que Stieg Larsson. La novela me inspiró, me inspiró para investigar, leer y escribir, todo eso que yo era y que olvidé en algún momento, pero que ahora recuerdo. Pensaba en mi madre, que la otra noche me preguntó cuál era mi sueño para el futuro, pero no respondí. Ahora lo respondo: escribir. Ese siempre fue mi sueño, fue lo que siempre quise y aún quisiera hacer.

* * *

Regresé a casa con la 16° Edición de "Los hombres que no amaban a las mujeres". Me lo quiero devorar. Y si, Lisbeth y yo andamos en la misma, igual de complicadas y difíciles, dispuestas a todo aunque así no lo parezca. Claro, la mujer es más inteligente que yo y merece toda mi admiración, pero... aún estoy buscando ese pero. Somos iguales, somos locas, somos todo. Somos capaces de ser lo que deseemos.

viernes, 27 de enero de 2012

Fe de erratas: llamadas incómodas

Hoy SÑ me dijo que había leído mi blog, lo cual me hizo chequear las últimas entradas de este blog y encontré una frase en "Llamadas incómodas" que de repente ha sido mal interpretada.

En la entrada yo ponía lo siguiente: "... Me explica entonces que en su oficina todo el mundo anda con el oído parado, y como yo soy una mujer mala, prohibida, una víbora/vampiresa (por no decir una puta), y por eso no puede hablar bien...". Sé que esa frase puede ser entendida como si SÑ me hubiera dicho eso en mi cara pelada, pero no es así. SÑ no me dijo eso, y tampoco es algo que él y yo pensemos, sino que la frase fue para dar a entender lo que otras mujeres puedan pensar de mí. Y no me digan que no, damas, que si alguna lee este blog, probablemente piense ello, tal como quise dar a entender de otras mujeres en la mencionada entrada.

SÑ, espero que sepas que yo sé que no piensas de esa manera sobre mí, y que hice este fe de erratas para dejar clara esa situación. Además, lo de la llamada ya quedó zanjado y lo tomé de la manera más objetiva y compresiva posible (sería una loca si siguiera pensando mal por eso).

Listo, continuemos...

lunes, 23 de enero de 2012

Terrorismo nunca más

Me pareció importante publicar algo sobre el tema, debido a la nueva tribuna que están adquiriendo estas personas con la fachada del MOVADEF.


I. El joven de la camisa blanca.
Mi primer recuerdo de un ataque terrorista se aproxima a mis cinco años, una tarde aparentemente tranquila en que paseaba con algunos familiares por el distrito donde vivíamos (y aún vivimos). Yo era pequeña para entender algunas cosas, pero otras las captaba con facilidad. Aquella tarde tranquila empezaron a sonar detonaciones que yo aún no podía identificar por mi corta edad, por lo que tuve que preguntar a la tía que me llevaba de la mano qué era eso que sonaba tan fuerte y seguido. "Son fuegos artificiales", me dijo, pero yo de alguna u otra manera sabía que eso no era cierto, que me mentían porque no querían que tuviera miedo. No sé aún por qué seguíamos caminando en medio de los disparos que se escuchaban en la zona. Eran bastantes y muy fuertes. Es lo que recuerdo antes de lo siguiente que recuerdo haber visto.

Había un grupo de personas rodeando algo al lado de una pared. Yo quería saber qué era, pero no me dejaban porque era muy pequeña. Igual me logré escabullir entre la gente y pude ver la imagen que nunca se me borrará de la cabeza, hasta el día que muera: en el medio de toda esa multitud había un joven, de tez blanca, cabellos castaños, lentes, bien vestido con una corbata que le iba de un lado y una camisa blanca manchada con varios impactos de bala en el pecho. Estaba muerto. Estaba muerto y yo no entendía por qué, pero ahí estaba tirado, al lado de esa pared, en medio de toda esa gente. Hasta la fecha yo estoy convencida de que ello fue producto de un ataque terrorista, pero ese joven murió por motivos que yo desconozco. Murió en la que parecía ser una tarde tranquila, y decidió quedarse pegado en mi memoria, aunque solo lo haya visto un instante porque mi tía me jaló del brazo y me sacó de la multitud. Con eso fue suficiente.

Yo nunca entendía lo que era Sendero Luminoso (SL-PCP) o el MRTA. Nada era conocido, pero mis mayores ya sabían lo que era vivir con terror, lo que era tener miedo de subir a un micro porque no sabías si había una bomba ahí o no. Sabían que las festividades la pasaban a oscuras. Pero yo entonces, solo empezaba a conocer todo ello.


II. Un quince años a oscuras.
Tengo yo una prima que es como mi hermana, ya que nos criamos juntas, y en el año 1992 cumplía 15 años, por lo que mis padres habían decidido hacerle su fiesta. Decidieron hacerla a lo grande un año nuevo de 1992, ahí mismo en nuestra casa, y alistaron todo. Lo único que no alistaron fue un grupo electrógeno, pues una vez más aquella festividad una bomba voló una torre en algún lugar y nos privó de luz en horas de la madrugada, en plena fiesta. El video muestra como todo quedó a oscuras, pero igual la gente se quedó, ya que eran familiares y amigos muy cercanos de mi prima (además de fieles). La fiesta terminó en buenos términos, como la mejor de las venganzas contra ese grupo encargado del terror.

Recuerdo que fueron muchas noches aquellas en que teníamos la casa a oscuras. Y yo sufría de un miedo innato a la oscuridad, por lo que me causaba mucho miedo quedarme a oscuras, iluminada por un par de velas instaladas en cada uno de los cuartos de la casa donde aún vivimos. Tenía que estar acompañaba o con una luz al costado para no morir de miedo, pero este era inevitable. Mi consuelo era saber que pronto llegaría el día y que todo terminaría, por eso no decía nada, me quedaba tranquila con mi familia y pasándola todos juntos. Era eso lo que causaban también los terroristas, el drama de la oscuridad, esperar en silencio a que todo terminara. Pero no puedo evitar describir la fascinación que sentía entonces que sentía al ver como la calle se transformaba con las formas, sombras y luces que en ella emergían. La gente caminando en grupo comprando velas o baterías para las linternas. Todo se hacía enorme entonces, todo era de algún modo, además de atemorizante, maravilloso.

Conforme fui creciendo, los apagones disminuyeron hasta ya casi no existir. Las noches ahora permanecen iluminadas y bulliciosas, con risas, gritos, bocinas, motores, música, y todo eso que los terroristas le quitaron a una generación por culpa de una estúpida insanía.


III. ¿Quién es ese pobre señor?
En estos momentos debo de hacer un mea culpa: cuando atraparon a Abimael en el año 1992, yo no tenía ni la menor idea quién era ese sujeto. Recuerdo perfectamente cuando a mis seis años sacaron la cortina que cubría la caja donde se encontraba encerrado uno de los responsables de los tantos atentados de Lima y provincia. El culpable de la muerte de tantos héroes, personas notables, civiles, militares y policías. Ahí estaba, gritando, moviéndose, como un león que se considera el rey de la selva aún estando encerrado. No se rendía, creía que podrían sacarlo y volvería a lo mismo. Pero ahí se quedó, se quedó envejeciendo, volviéndose loco con todo lo que alguna vez quiso ser, y que gracias a Dios y varios valientes, nunca logró.

Pero entonces, para mí no era el responsable del terror. Yo no entendía aún muy bien todo lo que había ocurrido en aquellos años, pero con el tiempo iría analizándolo hasta finalmente sacar las conclusiones que llevo en la mente. Para mí, Abimael era entonces un "pobre señor", alguien que me daba pena, al ver encerrado con un patético traje a rayas. Sentí lástima, quería escribirle una carta, porque creía que a pesar de ser un criminal, podría encontrar arrepentimiento en su encierro. Diecinueve años después, pienso totalmente distinto a aquella vez: Abimael merece estar encerrado, merece esos muros que nunca dejarán de rodearlo. La desgracia que causó debe quedársele en la memoria, para que en algún momento tome conciencia de todo ello, y la culpa lo vuelva loco, tan loco que desee morir. Que desee morir rápido, como lo desearon sus víctimas.


IV. Humo en la noche.
Una noche me disponía a dormir con mi mamá, ya eran más de las nueve de la noche. Como las noches en las que parece ingresar el terror, esta era una noche de lo más tranquila. Mi madre y yo, ya echadas en la cama, estábamos bien y tranquilas. Entonces un estruendo rompió la tranquilidad, nos hizo gritar y sacudió la casa que menos mal quedó en su sitio. Una bomba había estallado a solo una cuadra de mi casa, volando la que entonces era la municipalidad distrital, en represalia por la lucha anti terrorista que ahí se llevaba a cabo. Salí por la ventana para ver qué era lo que pasaba afuera y encontré que no había absolutamente nadie en la calle.

La calle estaba desierta. No había un alma, tan solo un rastro enorme de humo blanco que cruzaba la calle desde mi extremo derecho hacia el otro lado, caminando en silencio y avanzando rápido en medio de la pista y la vereda.

Entonces, pude ver como un montón de gente comenzó a correr en la misma dirección del desplazamiento del humo, alejándose del lugar del atentado, vi una mujer que corría con cartera en mano, varias personas, no eran muchas. Recuerdo que un transporte público se detuvo en la esquina y todos sus ocupantes corrieron en la dirección contraria: no podían, ni querían cruzar el humo. Y eso fue todo para mí. Me quedé en cama luego de eso y no vi más. No tengo forma de saber si hubo muertos aquella noche, o si SL-PCP o el MRTA fue el responsable de lo que ocurrió. Esa noche se me quedó pegada en mi interior, y fue ese recuerdo el que me hizo saber después que en una guerra no son los civiles los que deben de morir, y tampoco mujeres o niños, u hombres jóvenes como aquel de la camisa blanca tirado en una calle lejana en mi memoria. Lo que ocurrió aquella noche a una cuadra de mi casa, así como en muchas calles del país, fue un demencial acto de terrorismo.


V. La película cortada.
Era martes. Una noche de diciembre de 1996, y como se habían acabado ya las clases de ese año, yo tenía permiso para quedarme levantada un poco más de mis horas de dormir. Aquella noche pasaban una película interesante en Frecuencia Latina - canal 2, y la veía echada desde la cama de mis padres. Solo estaba el fulgor de la enorme televisión de mi papá, iluminando todo el cuarto. Yo estaba atenta a la televisión y a la película, cuando de repente esta fue interrumpida por un anuncio urgente de noticias.

Lo que la cámara captaba aún no está muy claro para mí. Recuerdo tan solo la narración de la asustada periodista: habían tomado la residencia del embajador japonés, un grupo de hombres armados se metieron a una fiesta, irrumpieron con todo, y tenían como rehenes a los invitados. La periodista narraba hechos que marcarían en la historia como un episodio clave en el terrorismo, y yo solo me preocupaba porque mi película continuara. Pero la película no continuó y la transmisión quedó en vivo en la residencia del embajador japonés (que entonces entendí no era lo mismo que la embajada per se). Como la película no continuó, yo me fui a dormir. Era la noche, aparentemente tranquila, de un martes, un martes de vacaciones.

Al día siguiente, todos los canales de televisión no hacían más que enfocar la puerta de la residencia. Aunque no se moviera siquiera una hoja, la cámara seguía atentísima a la bendita puerta. Para mí era un día muy aburrido, pero con el tiempo iría entendiendo qué era todo eso, que significaba esa gente, y qué significaba el hecho.

Con el paso del tiempo, nuevas palabras y nombres llegaron a mi vocabulario: MRTA, rehenes, terrorismo, Néstor Cerpa Cartolini, "El Árabe", Morihisa Ahoki, Francisco Tudela, el Arzobispo Cipriani. Lo que hizo estos hechos, no fue solo abrir un nuevo capítulo en la historia anti terrorista del Perú, sino que además me hizo finalmente tomar conciencia de todo lo que había vivido en mis escasos diez años. Entendí entonces lo que era el terrorismo, vi los especiales que pasaban sobre el terror en el Perú, como la pequeña esponja de conocimientos que siempre he sido, me informé de todo lo posible. Finalmente lo sabía, sabía qué era todo eso que había vivido y lo repudié con toda mi alma, repudié el odio, el terror, la violencia, el caos, la muerte y el dolor que ese grupo le habían traído a mi patria, a mi tierra. Entendí que todo eso jamás debía de regresar y que esto que ocurría sería lo último que harían estos señores en mi país. El terrorismo nunca más tendría parte en la historia de nuestras vidas.

Muchas veces, durante esos cuatro meses, pedí a Dios que liberara a todos los rehenes con vida. Poco a poco muchos de ellos fueron saliendo, hasta que quedaron los 72 que fueron rescatados en abril de 1997. Y esa tarde de abril la recuerdo casi con detalle.

Estaba de nuevo en la misma habitación donde había visto la toma de los rehenes, cuando interrumpieron la programación habitual. Una explosión había ocurrido en la residencia y yo me llené de un pensamiento terrible "están matando a los rehenes". Mi hermano mayor, Jumy, que ese día debía de irse a la universidad, entró al cuarto y estuvimos viendo la televisión juntos, y también con mi prima menor que entonces tenía un año y algo más. Vimos como los comandos entraron a la embajada y sacaron a los rehenes en una operación que fue entonces considerada la más exitosa de la historia (y tengo entendido que todavía lo sigue siendo). Vi toda la transmisión, lo que fue aquella tarde para todos: ver al terrorismo morir frente a nosotros, y pensar en todos los que murieron frente a nosotros por culpa del terrorismo. Probablemente muchos sintieron alegría esa tarde, venganzas finalmente saciadas. Yo pensaba, además de la alegría de ver a los rehenes liberados, en las jóvenes de 16 años que estaban como terroristas dentro de la embajada y que habían encontrado muerte, igual que dos comandos y que un rehén.

Luego del luto, vino el orgullo: el terrorismo moría. A nadie le importó entonces cómo, pero el terrorismo finalmente salía de nuestras vidas, a donde nunca debió de llegar. Para nadie, ni para la mujer en la residencia más fina de Lima, hasta la mujer más humilde que llora la muerte de su esposo y de sus animales de granja a manos de un grupo de personas que pensaron igual que Mao Zedong "el poder está en el fusil", pero que se equivocaron, y que ahora representan vergüenza para sus familias y para la tierra que cubre el cuerpo de muchos de ellos.


VI. Recuerdos varios.
Mi madre estaba regresando a su pueblo natal, en la sierra norteña, cuando pudo ver una bandera roja con una hoz y un martillo en lo alto del asta de la plaza mayor. Ella sabía que lo que pensaba podía costarle la vida, pero sabía que si no lo hacía se arrepentiría por su propia cobardía. Ella quería enfrentar a esos que sembraban el caos entonces por la sierra del norte, del centro y del sur. Caminó sin prisa hacia la plaza mayor y cuando estuvo al lado del asta mayor, usó la cuerda de esta para sacar la bandera. Ella no iba a permitir que SL-PCP tomara su pueblo, y no lo tomó. Ella no lo permitió.

Mi padre solía andar armado en esas épocas, dado que la zona donde vivíamos era considerada "zona roja" por los constantes ataques terroristas. Una noche un coche bomba, de muchos, explotó, pero esta vez al frente de mi casa, en la esquina del colegio nacional que hasta el día de hoy sigue ahí. Mi padre tomó su arma, y a pesar de estar en interiores, se fue corriendo hacia el frente, buscando ayudar a los policías que habían volado. Encontró el patrullero y encontró a un policía, pero este ya estaba muerto producto de la explosión. Tuvo que regresar. Pero armado, siempre armado, y con el arma cargada y el permiso respectivo. No quería arriesgar ni su vida, ni la nuestra. Y ese no sería el primer ni el último ataque de los "terrucos" en nuestra zona. Hubieron muchos. Pero de ellos queda solo el recuerdo.

Mi abuela iba en un vehículo público que recorría el campo, allá en la misma sierra donde mi madre luego bajaría una bandera del comunismo, cuando alguien detuvo el vehículo. Hombres armados se subieron al transporte e hicieron una inspección. Pero ella sabía que no eran militares, no llevaban uniformes y (según recuerdo de su relato) llevaban el rostro cubierto. Mi abuela comenzó a temblar, y uno de ellos la vio como la mujer de edad que entonces ya era y le dijo que no se preocupara, que a ella no le iban a hacer nada. Se calmó. A ella no le hicieron nada, y a la fecha vive en mi casa tranquilamente pero a muchas personas, a muchas abuelas, no les dejaron de hacer algo, y las aniquilaron de la peor manera: machete, arma de fuego, cuerda, no importaba. Muchas no llegaron ni siquiera a ser abuelas.


* * *

La otra noche le comentaba a mi madre la importancia de educar a los más jovenes en mi casa, con el fin de que sepan lo que fue SL-PCP, el MRTA y la época que vivimos. Pero ella se negó, y no fue por necedad, sino que pude reconocer el terror en su mirada. Ella ya no es la mujer joven que bajó una bandera en su tierra, sino que ahora en su madurez ha sabido reconocer el verdadero terror de entonces, e igual yo. Con la escasa experiencia que he tenido, tiemblo al pensar en la vuelta del terrorismo, en que gente a la que quiero se vería en peligro producto... ¿producto de qué?, ¿la lucha de clases?, ¿la injusticia?, ¿la libertad? Si tú eres un joven menor de 20 años y crees que los terroristas luchaban por la igualdad, la libertad y la fraternidad, cual revolucionarios franceses, estás más que equivocado. Pregúntale a tus padres qué fue exactamente lo que vivieron, y reconocerás en sus ojos el mismo terror que vi en los ojos de mi madre hace unos días. Y ahí tendrás tu respuesta: fue el más puro terror.

¡Terrorismo, nunca más!

jueves, 19 de enero de 2012

Llamadas incómodas

Movistar le informa que este número no desea contestarle.

"¿Esa es una cámara de seguridad?", me pregunta SÑ en la esquina de la calle que da a la avenida mientras esperamos el pase del semáforo. Estamos en su carro. Él mira hacia arriba y yo sigo la dirección de su mirada y encuentro una de esas cámaras de la calle, que en realidad no es de seguridad, sino de circuito cerrado (CCTV en inglés, como me explicó un amigo de Reino Unido hace meses, cuando hablábamos de los disturbios en Londres). SÑ tiene un tono de preocupación en la voz que a mí en esos momentos me enerva. Me enerva lo suficiente para pensar estupideces.


"No me digas que tienes miedo que MH tenga acceso a esa cámara, porque me corto una teta", pienso yo, sin atreverme a decirle nada, para no hacer peor la situación. "Es para la avenida", le digo. "¿Seguro? porque si graba para acá, seguro ve cuando te recojo en la calle, me pueden poner una infracción". Suspiro. No era lo que pensaba, y la verdad es que si lo era, ya hubiera sido el colmo.

Luego le hago la pregunta que me tiene tan sensible (y creo que con algo de razón). "SÑ, te pregunto esto de buena fe y no es nada malo, ¿a ti te molesta que te llame por teléfono?".

"Si, y mucho", me dice sin dudarlo, totalmente resuelto. Sería de piedra si no me sintiera aunque sea un poco mal porque SÑ, alguien a quien quiero mucho, me dice que le incomoda que lo llame por teléfono, y encima que lo diga tan seguro. "¿Por qué?", pregunto. Me explica entonces que en su oficina todo el mundo anda con el oído parado, y como yo soy una mujer mala, prohibida, una víbora/vampiresa (por no decir una puta), y por eso no puede hablar bien. No me atrevo a preguntarle si MH ya ha orinado... perdón, si ya ha sido presentada en su oficina, pero puedo imaginar que su presencia ya fue oficializada en ese lugar. Sin duda, ella es la mujer pública.

Pero no quiero hacer de esta entrada en el blog un libro bíblico de lamentaciones. Me niego a que la primera entrada sea solo "ay mísero de mí, ay infelice", porque ya no quiero que la situación con SÑ me ponga así. Además, él mismo me dijo que no me había reclamado nada, porque entendía el motivo de mis llamadas: enteramente de emergencia, y es que hoy el Internet se me fue, y tuve que llamarlo desde un teléfono público (JAMÁS lo vuelvo a llamar desde mi móvil, sobretodo con la experiencia que ya hemos tenido en el pasado). Su voz sonaba incómoda, quedita, a pesar de estar en su oficina. Es increíble que ni siquiera en su oficina, que está tan cerca a la mía, pueda pasar desapercibida e ir a darle un abrazo o si quiera un saludo, no porque a él le incomoda, sino (y esto lo digo categóricamente) por la sarta de zorras chismosas que lo rodean, mujeres que piensan que son mejores que la otra y probablemente entre ellas mismas se creen mejor, aunque por fuera sean sonrisas y seudo amistad. Mujeres que no entenderán mi situación, hasta que ellas mismas estén dentro de ella, pero mientras tan solo dirán con un gesto de asco y desprecio "¡agh! eso solo lo hacen las putas... y yo no soy una puta, sino una mujer de verdad". Mujer de verdad, una mierda.

SÑ no me reclamó nada, no como antes cuando de repente me hubiera dicho "(pongan mi nombre aquí), ya te he dicho que no me llames, tú sabes que no puedo hacer esto, que sucede aquello, y si MH se entera no podré estar disponible, y tú sabes que eso no nos conviene..." infinitos etcétera. Pero esta vez quedó en silencio. ¿Entenderá que he cambiado? Eso es bueno. Lo malo, es que llegan también las preguntas negativas: ¿se avergonzará de mí y es por eso que le incomodan mis llamadas? A veces SÑ es un misterio para mí. Muchas veces no sé que puede tener en la mente, en su corazón, y eso además de dolerme, me deja en una especie de agujero negro. A veces, simplemente, me siento así.

Pero con toda mi seguridad y ni restaurada autoestima, recupero la conciencia de que SÑ sí me quiere, sí le importo y que si sigue a mi lado casi cuatro años después, es por alguna poderosa razón que desconozco, pero que no importa, porque lo que importa es que sigue aquí. Y yo lo quiero, y mucho. Ayer tenía una reunión luego del trabajo, y en vez de pensar en si me divertiría o no con mis amigos, pensaba en él, en como lo quería a mi lado, y lo mucho que aún sentía. Mi corazón, ya transformado, aprende a quererlo ya con prudencia, aunque de vez en cuando me venga la desesperación por la falta de comunicación. Y quiero dejar en claro que esto último es porque me preocupa mucho que pueda haber ocurrido algo de última hora. Como lo que ocurrió aquella noche de marzo que nunca olvidaré: cuando íbamos a celebrar, y MH terminó irrumpiendo como un huracán y dejó todo hecho una pesadilla.

Acabo de descubrir la fuente de mis miedos cuando se pierde la comunicación: es por esa noche, aquella en que iba a salir con SÑ, y él recibió una llamada y tuvo que cancelar todo. Yo estaba triste, no sabía que había pasado, y resultó que MH había ido a causar problemas. Problemas que me llevaron a varios días deprimidos y tristes, que ahora que recuerdo me llenan de angustia. ¿Quién me garantiza que eso no puede volver a ocurrir? Por eso a veces me siento con cierta desesperación. Ya escribí sobre aquella noche, hace ya casi dos años, pero igual... no deja de causarme pesar, zozobra. Caos. Todo se llena de caos en mí no solo cuando recuerdo los hechos, sino cuando la sensación viene a mí de nuevo. ¿Tendré que vivir con ello siempre?

* * *

Tomo aire y me tranquilizo. Es una hermosa noche de verano y todo eso ya está en el pasado. El presente es este, en el que SÑ y yo estamos bien, la vida está tranquila y yo sigo mejorando. Quiero y debo mejorar. Lo que pasó esta tarde me hizo sentir mal, sí, pero son cosas con las que de repente mi Karma me dice debo de vivir. Así es como le devuelvo al universo el mal que cause. No interesa al final. Siempre podría ser peor, como aquella noche. Pero no es. Y vivir atrapada en el pasado no es sano para nadie, ni siquiera yo lo merezco, así que no lo haré.

Lección aprendida. La de entonces, la de esta tarde. Cambio de página con esperanza.