martes, 29 de marzo de 2011

A un año de todo

Era una mañana tensa, llena de sol y calor. Le mandé un mail a SÑ esperando que todo estuviera bien para él luego de sentirse mal el fin de semana. SÑ me respondió... con un correo que me cambió toda la vida en instantes. Hace un año ya de aquella vez en que las cosas se complicaron demasiado para ambos, y SÑ decidió tomar la decisión por los dos: aquella vez, por e-mail, me comunicó cosas que yo en ese momento no supe entender, algo que en realidad, me afectó más de lo que yo creí.

Lo que dijo entonces, ya lo he mencionado hace un año, y la verdad si me pongo a recordar los detalles de lo que dijo, me volveré a sentir mal. Es abrir una herida que tal vez no ha terminado de cerrarse, es volver al momento en que SÑ decidió no querer estar más conmigo, decidió cortar por lo sano y olvidar que días atrás me había dado una enorme caja de rosas que, aunque no lo crean, todavía guardo en mi cuarto como el recuerdo de uno de los mejores regalos que me pudo haber hecho.

Hace un año, yo era la más infeliz del mundo. Hoy, soy muy feliz. SÑ está a mi lado y todavía me quiere y puedo decir que yo todavía lo quiero con todo mi corazón, solo que ya no con tanta desesperación como lo hacía en aquel entonces. Es que entonces SÑ se me escapaba de las manos, como un globo que se escapa hacia el cielo: lo persigues, lloras con las manos hacia el cielo, esperando que en algún momento lo puedas alcanzar, y cuando el globo continúa su curso, te desesperas, haces lo que puedes por alcanzarlo, pero más se te escapa... hasta que finalmente empieza a surcar el cielo sin que puedas hacer algo para detenerlo. En ese entonces, yo quería al globo que era SÑ. Lo busqué desesperadamente, pero no lo conseguí.

Yo no lo sabía, pero SÑ activó una reacción en cadena que me duró gran parte del año, y cuando creía recuperarme de ello... me la volvió a hacer, con una cortada que me dejó tirada en cama por cuatro días seguidos, sin ganas de recuperar la conciencia suficiente como para pensar en ello. Me volví insegura y muy amargada, incluso más que antes. Me costó levantarme, y creo que fue con la ayuda de Dios que mejoré y bastante. Claro, me faltan algunas cosas todavía, pero nunca dejamos de aprender. Las cosas siempre están en constante cambio, en constante mejora.

Y ahora... podría preguntarle a SÑ lo siguiente: ¿cuándo fue la última vez que me preguntaste "qué tienes", de manera hostil? Piensa en ello y te darás cuenta que las cosas realmente han mejorado. Yo he asumido con el útero bien puesto mi situación, también he decidido ser más valiente y dejar los dramas a un lado, porque aburren mucho. No hacer problemas por las huevas... pero no dejar de ser perceptiva. Y lo más importante: vivir mi vida. Hacer mis cosas, no dejar lo mío.

Creo que SÑ entiende, y yo lo quiero mucho más también. Porque ya no es como hace un año, en el que tenía un miedo desesperado de perderlo. Tengo miedo, pero no me desespero. Lo tengo a mi lado y es lo más feliz que puedo ser.

* * *

Hoy siento mucha tranquilidad al saber que las cosas están bien. En algunos momentos, todavía sentía que algo malo ocurriría, que lo bueno era solo una fachada y que de repente me iba a decir algo que me lastimaría mucho, pero no lo ha hecho. Se ha portado bien y yo le he correspondido en ello. Claro, negar que la presencia de MH no me duele, es como tapar el sol como un dedo, pero al menos me alegra saber que lo llevo mejor que antes. Las vacaciones de hace un mes también ayudaron mucho, pues la distancia me calmó, también el gimnasio, y no tengo ganas de joderlo más. Ahora, si él me quiere joder a mí no lo sé, pero creo que no tengo tampoco ganas de dejarme joder.

Doy un gran suspiro y me alegra que justamente este día lo haya pasado tranquila y sin dramas de algún tipo con SÑ. Si lo malo se va alejando, me alegra mucho. Que se vaya lejos lejos. No lo quiero a mi lado. Solo al hombre a quien amo.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Adiós, ojos violetas


Ya fuera suplicándole un poco de amor y cariño a su marido, luchando en medio de los vaqueros en el viejo Oeste, o mostrándose como una dura y regia reina, Elizabeth Taylor nos conquistó a todos de todas las maneras posibles. Una reina realmente, que hoy dejó de existir a los 79 años de edad, dejando un vacío tremendo para todos aquellos que amamos el cine, tanto como la amábamos a ella. No quiero hablar de sus arranques de locura, o de la poca lucidez que al parecer le fue quedando en sus últimos años. No quiero hablar de la loca de la esquina, sino de aquella mujer que muchas quisiéramos ser.

No es exagerado decir que haríamos lo que sea por un cuerpo como el que luce en "La gata sobre el tejado caliente" (The cat on the hot tin roof), con una ropa que no luce antigua para nada en un cuerpo como el que Liz Taylor ostentaba entonces. Y no es solo el cuerpo, era el rostro, un rostro realmente hermoso y que yo admiré desde la primera vez que lo vi. Eso fue hace miles, en una película que casi deja en la bancarrota a la Fox: "Cleopatra".

El rostro de dolor que pone al momento en que se suicida pensado en el amor que ha muerto y al que va a acompañar, hace entender a muchas mujeres lo que puede ser el amor en nuestras vidas: es dolor, es fuerza, es vida. La mirada de los ojos violetas de Taylor elevaba a lo sublime cualquier otro sentimiento humano. Tuviera 25, 40 o 70 años, sus ojos, esos que conquistaron a lo largo de toda su vida, nunca murieron. Tan solo se cerraron. Y de paso, su cuerpo que aunque estaba acabado, seguía llevando por dentro todo el fuego que Liz Taylor, con el ímpetu de la mujer decidida. La valiente que es capaz de conquistar todas las tierras con tan solo una mirada de amor. Era casi como una Helena de Troya moderna. Era una reina. Era Cleopatra enfundada en su traje dorado, llevada por los miles de esclavos que éramos nosotros. Todos los que la amábamos y casi nos fuimos con ella mientras llórabamos las noticias que anuncian que la vida de Elizabeth Taylor ha llegado a su fin.

Tal vez fue a acompañar a Richard Burton en el cielo, muerto hace ya mucho tiempo por un cáncer maldito. Es como la perfecta escena del reencuentro en un drama romántico. Ella nunca negó que haya sido el amor de su vida, y la entiendo, porque vivió su amor por R. Burton, así como yo vivo el mío por SÑ: con amor, pasión, odio, ternura, dolor, alegría, rabia. Todas las emociones posibles, estoy segura que Miss Taylor las vivió a lo largo de su vida, de la mejor manera posible.

Así que no exagero si dijera que si se me concediera un deseo, yo quisiera ser Elizabeth Taylor. Pero en realidad, nunca habrá nadie como ella. Nadie que sea capaz de vivir la vida tan apasionada que ella llevó. Nadie, nadie con esos ojos, que nunca volverán. Y a los que solo queda decirles: gracias... y adiós.

martes, 22 de marzo de 2011

En algo he cambiado

Hace más de un mes que he tenido este blog muy olvidado, y creo que debo de disculparme por ello. No es que no haya querido escribir nada, sino que durante el mes de febrero no me pasó casi nada, así que no había nada de escribir.

En realidad, fueron vacaciones que no solo eran laborales, sino también vacaciones de mí misma. El porcentaje de dramas, que hasta entonces habían sido muy altos, de repente bajaron a su mínima expresión. Yo estuve más relajada, descansada, me sentía mejor y podía disfrutar del sol del verano como pocas veces hago desde la oficina. Claro, los primeros día no fue así debido a que tuve unos problemas laborales que resolver, pero luego de ello pude disfrutar de todo. De ver televisión hasta morir, de mejorar mi aspecto en algo, y si... también ir al gimnasio. Creo que eso último me salvó, porque la vida sedentaria se acabó, mi cuerpo comenzó a mejorar aunque yo no lo notaba... ah, y la dieta. ¡Grrr! Fue horrible.

El problema es que me hicieron un examen de sangre... y salió que tenía el colesterol alto. Fue lo peor que me pudo pasar. Las comidas de siempre llegaron a su fin, y la ansiedad vino en toda su expresión. No es exagerado decir que sufrí mucho durante esas dos semanas, mientras intentaba comer mejor y a la vez sentirme satisfecha, cosas que nunca concordaban. Me sentí mal hasta el día en que SÑ me vio y me dijo que había perdido peso.

No fue solo que SÑ se diera cuenta y me dijera "oye, te ves bien" (si lo conocieran, sabrían que viniendo de él, es mejor que ganar el premio de la Academia), sino que hace poco me puse un pantalón que antes me sacaba dos rollitos de terror, pero que ahora me quedaba bien, casi perfecto. Casi me pongo a llorar en ese momento.

Hoy no fui al gym porque moría de cansancio luego de caminar tanto por las calles de Lima-Centro, pero tengo que recordar todos los días lo bien que me sentí cuando ese pantalón me quedó tan bien, y volver a los ejercicios siempre. Porque creo que es algo ya vitalicio.

Así que podríamos decir que en eso he cambiado: mi cuerpo ha cambiado. Y con ello, mis emociones también son distintas.

* * *

Ahora sé mejor cuando las cosas realmente están mal. Si no es así, y soy yo la que está mal, ahora me doy cuenta. Ya es fácil, la distancia que tuve con SÑ durante febrero me hizo cambiar la forma de ver las cosas, de no desesperarme solo porque una llamada no llegó o porque una palabra no se dijo. Entiendo mejor, soy mejor émpata como mujer, ya no solo como persona, y me alegra. Y creo que SÑ también está mas contento, pues no tiene que lidiar con mi lado de loca psicópata, sino con el de loca alegre, que es prácticamente mi mejor lado.

El gimnasio no solo mejoró mi físico, sino también mis emociones, que ahora andan más controladas, sin tanto estrés y desesperación. Aprendí que controlar mis emociones no es lo mismo que suprimirlas o negarlas incluso, y me siento realmente mejor. Es como una nueva persona, incluso con mis cambios hormonales me siento más libre de mí misma y del peso de lo que sentía, de lo que era. Es otra cosa, es genial.

Claro que no todo está completo, pero estoy segura que las cosas solo pueden mejorar, eso depende de mí. Depende de mis emociones, que gracias a Dios ya no son un caballo desbocado, sino un caballo que pastea tranquilo y libre. Libre al fin de sí mismo.