domingo, 23 de enero de 2011

Al fin sucede

Hay tres puntos importantes que finalmente sucedieron. Esperados y temidos.


PRIMERO. Finalmente ingresé a un gimnasio. Hay un gimnasio muy cerca de mi casa que me daba la oportunidad de asistiri sin derecho a queja o sin poner excusas acerca del tiempo o la distancia. Excusas era lo menos que necesitaba. Lo que necesitaba era hacer ejercicio y bajar todos los kilos de más producto de mi flojera y también un poco de mi depresión. Necesitaba bajar de peso para no compararme con las demás mujeres en el centro comercial cada vez que me quería probar ropa. Deshacerme de los rollos, de mi baja estima, de aquellos demonios físicos que aterran a las mujeres y que me hicieron vivir una pesadilla enorme por mucho tiempo. Era hora de asistir.

La semana pasada averigüé lo necesario. El jueves, luego de ciertas situaciones que serán narradas aquí en el punto tercero, llegué a casa y fui con mi mamá a inscribirme. Lo hice. Al día siguiente, mejor dicho, la noche siguiente, aún con un dolor emocional muy fuerte (punto tercero), me puse mi ropa de deporte y partí a lo que sería mi primera tortura física: Aerotrainning. Es como aeróbicos, pero mucho más extremo. Menos mal lleve una botella de Powerade, porque sino no lo hacía. Claro, tengo voluntad, pero no tenía el físico. En cierto momento empecé a sentir mareos, que mis sentidos no funcionaban con claridad, y hasta que iba a vomitar por las terribles arcadas. Pero lo terminé. Lo hice todo. Lo logré. Logré esa terrible hora y me fui victoriosa a casa. Si tengo esa voluntad para hacer las cosas, podré lograr la tan ansiada pérdida de peso, que es justamente lo que necesito. No que los demás me digan si lo lograré o no, sino creérmelo y hacerlo YO. Total, así creo que suelo hacer las cosas hace un tiempo. Yo lo logro, me lo proyecto, y lo hago. A veces no sale tan bien, pero como se trata de mi físico, supongo que no será tan trágico.

Por cierto, cuando estaba en el aerotrainning tuvimos que empezar a lanzar golpes y patadas como parte de la rutina. Solo habían dos personas frente a mí cuando el puño se dirigía al infinito.

Ayer llevé una rutina de baile que me divirtió mucho. Me di cuenta que es como cuando llegué a la oficina donde ahora estoy por primera vez: nadie llega sabiendo todo, se tiene que aprender poco a poco. Está bien, acepto mi nueva vida como deportista. Y con metas se llega a todas partes. La mía: 10K el 15 de mayo de este año. Ready... set... go!


SEGUNDO. El jueves, horas antes de la tan esperada inscripción en el gimnasio, fui con SÑ a recoger mi diploma de bachiller a la facultad. A pesar que él tenía mucho dolor físico, me acompañó y se lo agradezco mucho mucho. Iba a escribir sobre lo ocurrido esa misma noche, pero... ¡se me borró todo lo que iba a postear! Luego de 40 minutos de chamba, ya era tarde y decidí dormir. Esa noche no derramé ni una sola lágrima, hasta ahora. Y eso demuestra que mi voluntad está cambiando y me siento orgullosa de ello.

Al tema segundo: diploma de bachiller. Mientras caminaba bajo el atardecer de verano que es tan delicioso en esa zona de la ciudad, ya con el diploma en mis manos, pensaba en que mis prioridades eran distintas ahora. Ya no solamente es verme bien, mejorar lo físico, sino implementar lo intelectual que tanta falta me hace. Por Dios, hasta hace unos días no me he dado cuenta lo mal que está mi lado intelectual, hasta el momento en que no podía pronunciar una frase completa y racional con SÑ. ¿Qué demonios me sucede cada vez que estoy frente a este... hombre, este... ser tan extraño, tan común a la vez con sus sexismos, pero tan fuera de esta galaxia con algunas cosas que puede decir? Simplemente se me va la inteligencia. Soy una mujer tan simple como otras, y ser simple es mi peor enemigo. No me puedo dar el lujo de ser simple. Si me viera como Vanessa Tello, probablemente entonces podría darme el lujo de no tener nada en el cerebro, pero no ahora. El físico siempre es un eterno problema para las mujeres, seamos listas o no, pero siempre es un problema. Y para mí es algo que me marca. No quiero dejar de ser inteligente. Si tengo la oportunidad de crecer mentalmente, lo haré. No dejaré que lo que siento por él me vuelva una completa imbécil.

Mientras tenía el diploma pensé en que necesito voluntad para hacer las cosas. La voluntad de mi madre, es que una mujer que puede levantarse 6 de la mañana aunque se haya acostado a las 5, si es que necesita hacer algo importante aunque no sea obligatorio. Ese tipo de voluntad con la que haces todo lo que quieres, y a veces solo lo que necesitas. Creo que por eso duré toda una hora completa en el aerotrainning: es un desafío a mí misma. Y lo lograré, quiera o no. Todo lo que me proponga, todo lo que tenga que hacer ahora con los nuevos deberes que conlleva el título recién adquirido: el de Bachiller en Derecho.

Cuando llegué al lugar donde me esperaba SÑ, llegué al punto tercero de esta publicación.


TERCERO. Vi que SÑ tenía el celular en sus manos. Había estado llamando porque lo estaba guardando, y yo sabía a quién estaba llamando. Como muchas veces, me sentí como una perfecta imbécil. Me di una vuelta y agarré mi celu, fingiendo un mensaje o una llamada. Necesitaba un par de segundos para tranquilizarme. Tomé aire y con un poco de dignidad entré en el vehículo.

¿Qué tienes ahora?, me pregunta con hostilidad. Nada, le respondo con una sonrisa que esconde todo. Si hasta hacía un rato moría por decirle que lo quería, por robarle un beso. Todo se había acabado en ese momento. Moría por sus labios en aquel momento, pero cuando pude ver en sus gestos y leer en sus pensamientos lo poco conectado que estaba... conmigo. Lo que éramos parecía haber quedado muy enterrado en el pasado, mientras él hablaba de cualquier otra cosa, menos de lo que yo quisiera mencionar siempre: sus emociones. Lo hacía por no lastimarme, por no decirme que ama a MH y no a mí, pues aunque ambas le entregamos el corazón cada día, él solo desea el corazón de una de nosotras. No el mío.

El problema de las amantes es que no tenemos derechos, pero actuamos como si los tuviéramos. Cuando resulta que los hombres que amamos nos sacan esta verdad, la burbuja se rompe y nosotras sufrimos. Chocamos con nuestra realidad, y el dolor es insoportable. No tienen idea cuántas veces intenté mostrar que no me dolía nada de ello, o incluso el mismo concepto de "amante". Para mí, eran solo palabras, pero no recordé que tenían la misma esencia que otras tantas que escuché de diversas bocas. Eran insignficantes. Solo palabras, no hechos, no lo que vale realmente. Todo lo que me dijo no puede superar, los hechos: yo amante, MH novia, futura esposa. La del verdadero derecho.

Yo siento a SÑ muy distante. No es solamente el día que me acompañó a sacar mi diploma, sino que es hace varios días. Ya más de dos semanas. Todo pareciera normal en la superficie, pero yo tengo la curiosidad de saber si es lo mismo en lo profundo. No lo es, así parece. Ni siquiera quiere mis besos, ni mis "te quiero", ni nada que le haga recordar que hubo algo entre nosotros. Creo que quisiera borrar todo lo que vivimos, solo para que su espíritu tenga tranquilidad y pueda besar a MH y decirle "te amo" sin recordar que en algún momento fue mío, de mis besos y mis acciones. No quisiera él recordar todo lo que fuimos, y preferiría irse sin mirar atrás, como hizo cuando me dejó en casa. Estoy casi segura que he sido tácitamente abandonada, a través de hechos, y que las palabras en este punto ya no soy necesarias.

Lo peor es que me duele porque me ilusioné una tonta con él... otra vez. Lo que menos quería era justo ilusionarme con el hecho de que hubiera algo más que solo la necesidad de estar juntos. Pero creo que no era así. Hace tiempo no le escucho decir algo real y sincero sobre sus sentimientos hacia mí. Ningun espontáneo "te quiero" o "te extraño", que él atribuye a la gran carga de trabajo que ha tenido, pero pareciera ser el olvido que él ha tomado. No me atrevo a decirle te quiero, por temor a lo que pueda salir de los labios de SÑ, o que tal vez no salga. Los "te extraño" los digo yo, y eso es todo. Tengo miedo de hablar, probablemente por eso cuando él me pide opiniones en una conversación, yo no sé que decir. Se me vuelan los pensamientos, se alejan de mí, estoy en blanco, la lógica deja de existir y me vuelvo un ser humano extraño, raro, incoherente e incomprendido. Él no sabe que todo lo que me pasa es porque él me ha dejado de querer. Lentamente se aleja de mi corazón, mientras yo me quedo como una tonta sonriendo en silencio, porque creo que eso no amargará la situación. En realidad, en medio de mi silencio, me desespero tanto, que es peor.

Me esfuerzo por no llorar, pero es peor. Tal vez lo que deba de hacer es llorar mucho. Dejar que mis ojos se llenen de lágrimas y así apagar el dolor y el sufrimiento que llevo por dentro durante varios días. Ahí viene. Todo se empaña, pero aún puedo teclear. Las lágrimas caen por ambos lados de mi cara, enormes gotas que acompañan mi pena. Por todos los santos, ¿quién me mando a enamorarme de semejante persona que nunca me iba a amar, que supo hacerme pasar momentos divinos, que luego me pide que deje a un lado por el bien de ambos?, ¿por qué me hace tanto daño sin merecerlo yo? Y la pregunta del millón de dólares: ¿por qué sigo yo aquí a pesar de todo esto?

Cómo me duele el punto tercero. Tanto me dolió que fui volando al punto uno, al de inscribirme en un gimnasio. Dispuesta a hacer lo imposible: si él no me puede querer, al menos me querré yo misma.

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