martes, 1 de febrero de 2011

Te conocí un día de febrero

Era una mañana de hace ya varios años. Puedo recordarla como si acabara de ocurrir, pero en realidad ha ocurrido hace un buen tiempo, cuando yo todavía era más inocente, ingenua y más flaca.

Era el primer día del mes de febrero de aquel año. Y yo tenía una entrevista de trabajo. Tenía una entrevista a la que no quería ir, porque no tenía ganas, y es que la desconfianza me sentía recontra bajoneada, el miedo me hacía retroceder, pero de todas maneras en mi casa todos me apuraban para que saliera corriendo, alistando todo rápido para ir de una buena vez a esa entrevista. Con pocas ganas, con música de Soda Stereo y son inmenso, típico del verano limeño, me alisté y me puse la veintiúnica blusa que tenía, junto con el ventiúnico pantalón negro... y claro, los veintiúnicos zapatos altos que había en mi guardarropa.

Recuerdo que desayuné con mi familia, una de las últimas veces, y luego de agarrar mi bolso, fui con mi madre a tomar el taxi que me llevaría a ese edificio que yo vi tan raro el primer día, pero que en poco tiempo terminaría siendo mi hogar. No tan dulce, pero mi hogar al fin.

Mi madre me dejó en la puerta, como si fuera mi primer día en el colegio, y esta vez yo tenía el temor que no tuve aquella vez cuando la vi alejándose y deseándome suerte. Con un poco de dificultad ubiqué a mi contacto en el edificio, con el DNI enorme de entonces todavía, fue que me identifiqué. Logré pasar.

No recuerdo qué me decía mi contacto mientras íbamos subiendo por el ascensor. Jamás lo recordé, solo que mi contacto estaba emocionado y me hablaba con apuro pues ya llegábamos al piso donde iba a tener (literalmente) la entrevista de mi vida.

¿Quién diría que la persona encargada de verme aquella mañana era la misma a quién yo le terminaría dando aquello que nunca he dado? Todo mi ser.

SÑ está sentado frente a mí, pero todavía no es SÑ, es solo un señor que me da un poco de miedo por su seriedad, y que me pregunta algunas cosas con una voz muy seria, que me da a entender que es una persona a la cual hay que tener miedo cuando tiene humor de perro. Momentos antes de la entrevista, yo me presento dándole la mano y diciéndole mi nombre. Él me saluda y piensa, como me dijo después, que le da ternura el falso aplomo que demuestro ante él. Mejor ponerme fuerte que temblar, le dije yo.

Luego de las preguntas, he pasado la prueba de fuego: chambearé. SÑ (que todavía no es SÑ) me da permiso para regresar días después, pues tengo que ir a Cajamarca y volveré en cinco días aproximadamente. Él piensa que quiero hacer solo vida social, una chica más de las que han vagado y van a chambear obligadas. Pronto conocerá mi intelecto, pero esa es la primera impresión que tiene sobre mí. Yo salgo contenta de aquella oficina, aquella mañana del primero de febrero de dos mil xxxxx.

No tengo la menor idea de que mi contacto me ha presentado al que será mi gran amor. Mi contacto tampoco lo sabe, por supuesto. SÑ es solo su amigo, su buen amigo, con quien me recomendó y ante quien me llevó para saber si podía hacer algo en esa oficina. Y haré mucho en lo laboral, es decir, aprenderé muchas cosas, y también seré otra persona, aprenderé sobre mí misma y sobre los demás. Mi vida cambiará por completo.

Dejaré de tener una sola blusa, un solo pantalón y un solo par de zapatos altos. Aunque me tome tiempo, aprenderé a vestirme para este trabajo, aprenderé a llevar el cabello, los adornos femeninos y las carteras, y también aprenderé a utilizar maquillaje y llevarlo siempre conmigo. Los lentes que me caracterizaron desde el final de la secundaria, serán dejados a un lado por lentes de contacto, por un tema más estético que práctico. Me podrán ver el rostro, y toda mi alma con ello.

Pero lo más importante, es que esa mañana acabo de conocer a SÑ, al hombre de mi vida, el que cambió mi vida y mi forma de pensar sobre ella, sobre el mundo, que me presentó a Lima de otra forma, que me hizo ver otra música, aprender cosas de mí que no sabía podía pensar o sentir. Aprendí a decir la verdad con él, a ser honesta, a ser toda una zorra, una puta, una mujer, casi una mujer de verdad.

Cuando estoy en el carro de regreso a casa, no tengo la menor idea de lo que acaba de pasar. De que lo que acaba de pasar, va a cambiarme para siempre. Y a SÑ también.

* * *

No tengo la menor idea de como están las cosas, mucho tiempo después de aquella mañana soleada frente a SÑ en aquella oficina que ya no es suya ni mía. Todo es distinto ahora, pues no soy la chica que él quiere impresionar, ni tampoco él es ese señor que me dio tanto miedo al inicio. Somos personas ahora, somos amigos, somos... lo que siempre hemos sido, supongo. Somos muchas cosas.

No digo esto mucho, pero en SÑ encontré a mi mejor amigo. Alguien que me entiende en muchas formas (un 90%), a pesar de que todavía me falten aspectos de él y a él le falten aspectos de él. Aunque hemos fallado en otros aspectos como hombre y mujer, como amigos creo que eso no ha sido así. Yo he estado cuando me ha necesitado y él ha estado cuando lo he necesitado. Y es el lado bueno de todo esto. Es lo mejor.

Ahora que recuerdo esa mañana, pienso en que volvería a ir a esa entrevista si me fuera ofrecida. A pesar de las cosas malas, creo que las buenas tienen mucho más valor. No hay nada que me arrepienta de aquella mañana de febrero.

No hay comentarios: