miércoles, 4 de agosto de 2010

Señor Juez, forever

De hecho, nunca encontraré a nadie que haya sido dedicado tanto a una profesión como SÑ. Lo de este tipo no era solo una carrera, profesión: era realmente una vocación. Podría decirse que un llamado divino a las armas del derecho.

SÑ no recuerda el motivo por el que quiso ser abogado. Supongo que fue hace mucho, o que para él ese detalle no importa. En mi caso, recuerdo que quise estudiar derecho porque quería convertirme en escritora al 100% y pensaba que la carrera me ayudaría. Lo hizo, pero el amor por la profesión vino después. Justamente, quien me enseñó a realmente amar mi carrera fue SÑ. El lado profesional de él al menos.

SÑ no solo ama su carrera. No solo es profesional. Además, es funcional. Esto último más que nada. Y justamente, cuando amamos algo y nos dedicamos a ello, es que nuestras demás virtudes salen a flote solitas no más. SÑ es un buen profesional, la gente lo admira, lo respeta, le pide consejos, le pide debates (esto yo también, cuando tengo dudas), le pide ayuda, le ofrece trabajos eventuales en preparación de escritos y resoluciones. No importa cuan player, medio pendex o extrañamente indeciso pueda resultar en el plano emocional. Este tipo es un súper-abogado, de los pocos que encuentras. Y que de verdad, son pocos, pero son...

A ver, pero fuera de la patería y de la enumeración de virtudes (para lo que no me creo muy buena, sin sonar medio sobona), vayamos por el principio. Yo a SÑ lo conocí cuando era el Señor J: Señor Juez XXX (no voy a decir su nombre, ¿no?). Provisional, eso sí. De esos que nombran a dedillo porque tienes una buena conexión con alguien que tiene las mejores conexiones. A veces vale la pena, a veces no, pero no debatiré eso. SÑ era Juez porque se lo merecía, porque un Señor J con mayor intelecto decidió que era hora que el simple mortal que era el asistente de despacho hasta entonces, ocupara un sitio entre los Olímpicos que soñaban con la gloria en la rama magisterial.

SÑ había sido nombrado meses atrás nada más, por su superior de entonces. Antes, él había hecho trabajos de despacho: las resoluciones eran su campo. Resolver expedientes era su pasión y su habilidad, y luego de bastantes años en eso su superior decidió que lo supliera mientras tomaba sus vacaciones. Una mañana, dirigiéndose al trabajo recibió la llamada ganadora: su nombre figuraba en El Peruano como Juez Provisional. No imagino lo mucho que habrá disfrutado de ese momento entonces. Por aquel entonces, yo sufría por el Chino y con dilemas que creía serían lo peor en mi vida, con los temas de la facultad y el aburrimiento de la falta de cosas en la vida. Cuatro meses después de ese primer nombramiento, yo estaba sentada frente a SÑ pidiéndole que me permitiera hacerla de practicante en el buen y viejo PJ.

Como les digo, lo de SÑ es vocación. Y ser Juez, era la Ciudad Esmeralda luego de recorrer un largo camino de ladrillos amarillos (referencia de "El Mago de Oz", por si acaso), era el logro máximo que pudiera haber querido. Lo sé, lo entiendo. Su gusto por semejante cargo (que no es poca cosa, no crean, no solo los Titulares pueden vanagloriarse de lo que hacen) era contagiante, transmisible por el aire. Unas palabras y ya sabías que a él le gustaba. No por tener la capacidad de ser superior, sino que era bastante bien merecido su sitio. SÑ sabe hacer bien su trabajo, es lo que siempre he dicho (él lo sabe, yo normalmente lo repito ante otros), y ahora que su trabajo tuviera mayor significado, que pudiera tener reconocimiento propio, era solo la consecuencia de los años de trabajo dedicados a este sistema penal que siempre es ingrato incluso con los más dedicados.

SÑ resolvía bien. Era definitivamente un Juez justo, objetivo en todo, con fundamentos en sus decisiones, aunque la gente no entendiera eso. Yo al inicio no entendía bien como separar lo objetivo de lo emocional, pero con él como maestro no tenía pierde. No pude caer en mejores manos, en lo que... bueno, profesionalmente hablando, jajaja. Él me enseñó que las decisiones debían de tener un buen fundamento que pudiera explicar a las partes detalladamente el motivo de su decisión, "ya que las resoluciones no son para los abogados, sino para las partes" me dijo una vez. Aunque esto no lo salvaba de ser controvertido a veces, y eso lo pude notar en algunas ocasiones. En una memorable terminó en el periódico. Yo apenas lo conocía, pero sabía que no se lo merecía, que si él tomaba una decisión era porque habían bases para ella. Así de sencillo.

Ese Juez justo que era SÑ se iba perfeccionando. Merde! Este sujeto se perfecciona a sí mismo en lo laboral, ¡cómo lo envidio, carajo! Conforme pasaba el tiempo y yo ya no trabajaba directamente con él, podía ver como crecía en su labor. No el ego, porque el ego siempre ha estado alto (por una buena autoestima), sino que su calidad era distinta. Ya era más Juez que un simple trabajador, separaba las cosas para su momento y se ganó una buena fama tanto en el edificio como en otros lugares. La gente conocía que era accesible, era bueno (no sé si usar el término bondadoso, pero por ahí se entiende), era gentil y trataba a todos con respeto. Eso sí, siempre hablando en difícil, y a veces la gente no entendía. Bueno, supongo que sería la costumbre. Eso sí, se molestaba y uy! Mejor ni le hubieras dicho algo. SÑ como el Juez molesto, era de temer. Así como había algo en su voz que pudiera sonar seductor, también había una entonación especial que podía hacerte temblar, incluso llorar, cuando él se molestaba. Se me pone la piel de gallina de recordarlo. Yo gocé esa entonación dos veces, y las dos veces fueron muy malas.

SÑ fue Juez por un tiempo corto, un tiempo que él se desenvolvió más que bien, cumpliendo con todas sus funciones. Emigró luego, a pastos más verdes, a otra función jurisdiccional pero sin la cinta blanca de Juez. Lo odió, realmente lo odió en su momento. Cuando descubrió que todavía podía hacer muchas cosas buenas en su nuevo cargo en pastos más verdes, encontró alivio en su espíritu penalista y abogado al 100%. Pero la verdad, y yo se lo dije alguna vez, es que él nació para ser Juez. Su esencia es de Juez, y por eso le decía también que nunca dejaría de ser Juez, que él "es" un Juez. Un espíritu de Magistrado.

Por eso, hoy día del Juez, recuerdo ese aspecto de él del que poco he mencionado en el blog. Su funcionalidad, su humanidad en el trato a los demás. No era la Madre Teresa, pero era un buen Juez. Un ejemplo para muchos, que son de lo más chabacanos, que no saben hacer sus cosas o que ningunean a la gente además de vagar. SÑ sabía lo que hacía, por eso lo hizo bien. Puede que no tenga el cargo, pero siempre tendrá el espíritu. Por eso, feliz día para él.

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