jueves, 28 de octubre de 2010

El Restaurante de la Nostalgia

SÑ, G y yo fuimos a comer el día de hoy. Quiero mantener fresca mi memoria y escribirla de una vez, antes de que las palabras se confundan con mis emociones y hagan un consomé incomprendible en mi ser.

Como imaginarán, terminé mal el almuerzo. Estuvo todo genial... hasta que SÑ volvió a ser ese ser extraño que ha sido estos días. Aún no identifico el por qué de su conducta, y realmente a veces me pone muy exhausta el pensar si quiera en el trabajo de identificarla. Ahora solo quiero recordar un momento cumbre en mi vida emocional a su lado. Uno de varios.

Hoy fuimos a un restaurante (no diré de qué o el nombre) al cual no iba hace mucho tiempo, debido a que está a una distancia considerable de mi oficina, y si llegara tarde muy seguido el Fuhrer de seguro me lanzaría a la cámara de gas. Bueno, mientras hacían el pedido de comida, intenté pensar en la última vez que había estado en el lugar. La verdad, es que fue hace tiempo, dígase, en enero del año pasado. Hace mucho tiempo, en una galaxia muy lejana que se perdió en el tiempo.


* * *

Aquella vez en esa galaxia, era un sábado de verano, posterior al año nuevo. Recién habíamos entrado al nuevo año y yo ya tenía una salida con SÑ, quien en esos momentos no concurría en sus constantes alejamientos. Aquella mañana le daría el alcance cerca a la oficina, iríamos a almorzar y pasaríamos la tarde juntos. Para mí todo eso era de ensueño, era una delicia pasar un sábado así de interesante. Aprovechando el calor me vestí de una forma que seguro le iba a gustar, re-contra femenina: sandalias blancas chatas, falda blanca y un bvd rosado largo de tiras. El cabello suelto y una cartera. Fue cuando me miré al espejo que me di cuenta que había cambiado: ya no era la chica rebelde que andaba en zapatillas todo el tiempo. Era una joven mujer que iba camino a una cita. Mon Dieu!

Me fui en un taxi pensando en ese cambio, y cuando vi el rostro de SÑ al verme, me di cuenta que no me había equivocado: realmente le encantaba como me veía. Hasta me hizo dar una vueltita, modelando lo que traía puesto. Yo le gustaba, le encantaba, él me quería, lo podía ver en su mirada, en sus brillantes ojos negros detrás de las gafas. Brillaban hacía mí. POR MÍ.

Conversamos durante un momento, entre besos y abrazos de vez en cuando. Ese verano recuerdo que estuvimos muy cercanos, y justamente aquella vez fue uno de los momentos cumbres de nuestra relación. Cuando era más mío que nunca. Buenos recuerdos se filtran a mi memoria de entonces, grandiosos recuerdos, y este es uno de ellos.

Como ya se acercaba la hora de almuerzo, fuimos caminando bajo es sol hacia el restaurante de hoy día, riendo y conversando, mientras él me molestaba como suele hacerlo y me hacía cosquillas de vez en cuando, y yo tocando su brazo también de tanto en tanto. Llegamos, pedimos una mesa y comimos tranquilos. Conversábamos con paciencia, sin apuros de oficinas o pajarillos que chirrian de felicidad, sin que el tiempo fuera un impedimento en nuestros ratos juntos. Aquel día éramos SÑ y yo.

Regresamos caminando, bajando la comida. Luego de un rato juntos, y más besos y abrazos, fuimos hasta casi el otro lado de la ciudad para ir al cine. ¿Qué película vimos? Lo recuerdo claramente: Twilight (o Crepúsculo, si lo prefieren). Éramos de los pocos adultos presentes en la sala de cine, ya que los demás eran pura chiquillada. Ya el tiempo nos diría por qué.

Era de noche en esa zona oculta del mundo. SÑ estacionó el auto en un parque muy solitario y caminamos de la mano, de la cintura y hasta abrazados. Yo estaba feliz de poder estar a su lado, de que quisiera estar conmigo entonces. Creo que es justamente lo que hace mis momentos con él tan felices: ESTAR AHI PORQUE ÉL QUIERE. Porque cuando SÑ quiere, es cuando se porta mejor, cuando está mas desenvuelto y todo eso que lo hace tan genial. Y es justamente como estaba en esos momentos. Mejor que nunca. Y yo era más feliz que nunca. Podía besar sus labios bajo el cielo negro del verano limeño sin miedo a que algo o alguien viniera a interrumpir el momento. Podía besarlo con miedo, es lo más importante, abrazarlo y compartir un "te quiero" sencillo. Feliz. Demasiado feliz.

Cuando esa cita terminó, yo sabía que algo seguía renaciendo en mí y que se mantenía constante en él. Aún nos queríamos, era mutuo, era especial. Era un día que se quedaría siempre en mi memoria, para recordar lo feliz que uno puede ser con cosas tan simples. Como decía SÑ, citando Vanilla Sky: "son las cosas pequeñas... no hay nada más grande".

El día terminó, pero el recuerdo permanece. Es lo que nos mantiene, lo que nos recuerda que estamos vivos: que en algún momento fuimos capaces de sentir así de fuerte, que pudimos arder con tanta fuerza sin quemarnos. El recuerdo de SÑ aquel día, de lo que me dijo e hizo, es lo que me hace saber que lo que tuve con él fue real.


* * *

SÑ hoy ha estado raro. No sé si tenga que ver el hecho de que esta semana sea el cumpleaños de MH (chip! chip! chip!), o que le mandé un mensaje que no debí de mandarle, o lo que ya he mencionado antes en este blog. Quisiera tener el valor de preguntárselo de frente. Quisiera... hablar con él directamente sin miedo.

Lo veré en un rato. Quiero decirle que ya tuve suficiente de su actitud que no sé explicar. Quiero decirle que por favor no marque distancias entre nosotros porque ya ha sido suficiente con su alejamiento físico, con el no poder sentir sus labios, su cuerpo, sus brazos, sus manos. Quiero decirle que aún quiero ser su cachetona horrendo por mucho tiempo. Que ya no quiero salir con G tan seguido y quiero que seamos él y yo como siempre hemos sido (y debimos de haber sido). Quiero que me apoye, como apoya a todos, que me ayude a salir de mi páramo interior.

Quiero... quiero fumar. Saldré a comprarme un pucho y espero que no haya ningún pajarillo molesto que me quiera cagar en el hombro. No es necesario porque ya me siento así: cagada.

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