martes, 28 de septiembre de 2010

El Führer

El Fuhrer es una mierda gran parte del tiempo. Es mal geniado, es impaciente, es renegón, es olvidadizo, y por sobre todas las cosas, uno de los más explotadores, negreros y esclavizadores jefes que he tenido en mi corta vida laboral.

Los que me conocen saben de qué hablo. Paso toda la vida quejándome de este sujeto, un tío que me tiene jodida la paciencia desde su escritorio al lado izquierdo del mío y pidiéndome de vez en cuando que ponga Meet me Halfway de los Black Eyed Peas. Sus razones tiene. Lee y sufre conmigo.

Al Fuhrer lo conocí cuando SÑ, aún siendo el señor J, me fue impuesto como mi nuevo jefe. SÑ ya no podía tenerme a su lado, y yo como un perrito al que le cambian de dueño, hice un puchero y me fui con el nuevo jefe. Al inicio, digamos que estaba tranquila, hacía la chamba que ya sabía y veía la vida de esta área de la oficina pasar en silencio. No hablaba mucho, y justo por eso me aburría demasiado. Tampoco me llevaba bien con la gente, porque seguro pensaban que era una infiltrada, una "rata", que había llegado a esa área para espiarlos a todos. Fácil sí, pero SÑ nunca me lo puso así, y eran otros sus motivos, aunque un tiempo después, cuando ya no fuera el señor J, me confesaría que nunca tuvo la intención de dejarme con el Fuhrer, que todo tuvo que darse forzosamente. Lindo.

Lo que no era lindo, era en lo que me había metido: el Fuhrer era mi jefe, respondía ante él por todo. Dígase: todo. Mierda. El primer mes pasó tranquilo, pero al segundo mes, problemas: comenzar a hacer más cosas, a tener más responsabilidades. Ya no me podía quedar sentada en mi mesa tipeando, sino que además tenía que irme a pasear de vez en cuando, por cuestiones documentales y laborales. Coño. Andar en tacos ya es difícil, y encima andar en tacos sin saber exactamente a dónde es mucho peor. Pero entonces no era tanto como fue después. La verdad, hacía cosas muy básicas...

... hasta que pasó un tiempo. Un año. Dos años. Yo entonces comencé a dominar mejor esta área. Luego de equivocarme un montón, y de recibir amonestaciones verbales, y unas cuantas por escrito, luego de que me sacaran la mierda y que el Fuhrer me lanzara miles de caras largas y miradas frías llenas de nada, comencé a hacer un buen trabajo. Los dedos se desplazaban con mayor facilidad en el teclado, los archivos estaban ordenados y listos para que yo dispusiera de ellos, y mi memoria se llenaba rápido de la información que pudiera ayudarnos en el trabajo. El Fuhrer no tenía por qué quejarse: yo no era como otros trabajadores al que les llegaba todo. En realidad, me importaba mucho hacer un buen trabajo, pero más que nada, ganarme la confianza del área, que me consideraran una más, y no la que estaba de más.


* * *


El Fuhrer aprendió a confiar en mí. Cuando SÑ ya no estaba, entonces mi relación mejoró con mi jefe y con los demás. Parecía que SÑ era la manzana de la discordia que me hizo sufrir más de lo que ya había pensado. En realidad, no lo veo mucho así. Claro, él y yo siempre hemos tenido momentos difíciles, nos hemos jodido al extremo, pero cuando SÑ estaba acá, yo estaba... más contenta (¿?). Me tomó bastante tiempo acostumbrarme a la idea de que él ya no estaba, que se había ido lejos a un lugar donde yo no lo podía acompañar. SÑ y yo me quedé acá. "Ya no hay nadie que te defienda", me dijo el Fuhrer una vez, cuando las cosas se ponían difíciles luego de un verano complicado. "No se preocupe, yo no necesito que me defiendan. Ya no", recuerdo haberle respondido.

Y en verdad, cuando SÑ no estaba, las cosas para mí estaban color de hormiga. Y el Fuhrer no lo hacía nada fácil, solo lo complicaba todo echándome la culpa de lo que andaba mal. Que yo hice esto, aquello, lo otro, que el nombre era distinto, la fecha no correspondía, el número no está bien, que busca esto, no lo encuentras porque eres así y así y así. Y una tarde llena de silencios y yo con un nudo en la garganta. Menos mal SÑ aún andaba por ahí y me dio las fuerzas que necesitaba, junto con G que seguía por acá. Me apoyaron cuando más lo necesité, cuando más me hacía falta.

El momento difícil pasó, y el Fuhrer se calmó, y se soltó un poco. ¡Ajá! Ahora yo también podía echarle la culpa: se le olvidó la firma, el número no corresponde, cómo es posible que no se acuerde, me está mandando por las puras cuando se ha olvidado de esto y esto y esto. Nunca he sido una subordinada cualquiera, y me rebelo contra el opresor cuando este se lo merece. Y puedo pensar que no han sido pocas las veces. El sujeto hace bien su trabajo, no lo puedo negar, hace bien sus cosas, pero... a veces... da ganas realmente de matarlo.

El Fuhrer es vengativo, y es capaz de hacerte un Blitzkrieg demoledor. No te distraigas, porque el error lo pagas con caminatas y trabajo que te deja sin ganas si quiera de besar a SÑ. Si yo hacía algo que a él no le gustaba, me mandaba más chamba. Para él, de un momento a otro, yo era el cargamontón, como ya dominaba mi cargo, me mandaba a hacer de todo, mientras que de vez en cuando se desaparecía o hacía otras cosas. Ser eficiente de vez en cuando me ha salido por la culata. Mientras más sabes... más te mandan hacer.

Ahora, puedo saber mucho, pero no tanto como el Fuhrer. Hay que reconocer que el sujeto sabe hacer su trabajo, cuando quiere, y hace bien las cosas, cuando quiere. Me ha enseñado a trabajar de largo, a hacer un buen trabajo, a cumplir con las cosas a su tiempo. Aprendí con él de una manera que complementó lo que SÑ ya me había enseñado. Aprendí bien.

Y sigo aprendiendo, sigo comprendiendo más cosas y llenándome de información que estoy segura me servirá en su momento, aunque... claro... SÑ no piensa así. Cree que esto no es lo mío, que debo hacer otra cosa. Le doy la razón. Yo quisiera algo más, pero tampoco puedo negar que acá aprendí a ser cierto tipo de persona. Me vi a mí misma como no lo había hecho antes.

* * *



Es un jueves en la mañana y estoy más que molesta con el Fuhrer. Estoy jodida. No puede ser que el jefe se escape en las mañanas, momentos del día en los que hay más trabajo, y me deje sola con toda la carga. Suele hacer eso. También suele decirle a la gente que venga para las diligencias sin mi conocimiento. Es un idiota a veces, un reverendo monstruo explotador que me da más trabajo de lo normal, y luego se rasca o se levanta a otras chicas. O al menos lo intenta, olvidando por un momento la alianza en su dedo.

Es pendejo, es un idiota, un perfecto imbécil que muchas veces no tiene en cuenta nada bueno. Es cínico, no cree en la bondad, sino en los intereses. Es aliancista. Está lleno de defectos, de mierda, de cosas que cualquier otra mujer encontraría realmente despreciables. Yo lo he odiado más veces de las que puedo haber llegado a odiar a SÑ. Oh si. Pero de todas maneras, siento afecto por este Fuhrer opresor y negrero. ¿Será qué me gusta el maltrato?, probablemente igual que con SÑ: golpe a golpe yo no me voy... me quedo.

El Fuhrer ya está a mi lado, trabajando. Lo detesto a veces. Muchas. Tengo que hablar con él y explicarle lo que pienso, y de repente también lo que siento. Pocas veces tengo la oportunidad de ser sincera con él como lo quiero ser ahora. ¿Escuchará?, en nombre del esfuerzo que hago acá, espero que sí.

Diosito. Preferiría sangrar cosiendo un expediente ahora. Por cierto, este señor también me enseñó a coser y a trabajar muchas cosas. Pero yo quiero más, no solo este cargo. Quiero tener alas y volar, ¿me dejará?, ¿acaso no lo merezco?

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