miércoles, 21 de julio de 2010

¿Sufrida o cómoda?: la decisión en un zapato


Hoy regresaba de comer con SÑ y el Fuhrer, cuando escuchamos un estrepitoso sonido de algo chocando contra el pavimento. Mejro dicho: alguien. Volteamos a ver y observamos a una chica que había resbalado y que se levantaba rápido para terminar lo más rápido posible con la vergüenza de haberse caído. Lo primero que hice cuando se levantó, fue dar una mirada rápida a sus tacos. Claro, lo que encontré no es sorpresa.

Pero antes, ¿a quién se le ocurrió la ingeniosa idea de que en el pie de una mujer debía de ir, como elegante accesorio, un incómodo zapato que desafíe a la gravedad? No sé en verdad, y pueden buscar la web si quieren, y avisarme si encontraron al malnacido al que hay que escupir y agarrar a zapatazos. Mejor dicho: a tacazos. Y es que, por más lindo que nos parezca una de estas armas de tortura masiva, también es cierto que es un daño permanente el utilizar este accesorio para calzar nuestras tallas pequeñas (o también grandes, como en algunos casos).

Mientras escribo esto, tengo puestos un par de zapatos negros, de taco obviamente (ya que sigo en la oficina), pero de taco 7, porque si fueran más grandes mi peso y mi torpeza me conducirían de cara a cada suelo o terreno que pisara en esos momentos. El taco es 7 y además es lo suficientemente grueso como para resistir un par de carreras, en caso así lo solicite el Fuhrer o alguien más. Es un grosor ideal: no excesivo, pero no diminuto como el de la foto. Aprieta lo suficiente como para que no se escape de mi pie talla 36, pero deja el pie respirar, aunque de todas maneras un incómodo bultito sobresale de él. Marca Ecco, la dulzura de accesorio me costó S/. 109.90. Oh si, unos ciento diez nuevos solcillos por unos zapatos que me van a malograr la espalda, además de las piernas (que a mis 24 ya comienzan a denotar una o dos várices pequeñísimas, pero igual de presentes).

Eso sí, no digo que no me gusten. Justamente pagué dicho precio porque estos zapatos me encantan. Ahora, ¿por qué coño me gustarían un par de tabas que me van a dañar tanto? Mientras escuchaba el *tac tac tac* de mis pies, pensé en una respuesta: predisposición cultural. Porque no creo que en el origen del hombre las mujeres de las cavernas se pusieran ramitas debajo del talón y se balancearan. Y es porque los tacos desafían no solo la gravedad, sino también nuestra naturaleza femenina. ¿Es natural usar estas cosas? Para la sociedad sí. Pero la verdad del asunto, chicas, es que la madre naturaleza grita con cada *tac* de los zapatos, y grita en nuestras cabezas lo tontas que somos por pensar que esto es lo que somos, cuando no es así. Nos predispusieron a pensar que una mujer iba en tacos. Las figuritas, dibujos, caricaturas clásicas de una mujer tienen el taco incluido, ¡hasta los indicadores de los baños! Una vez entré a uno donde en vez de la figurilla del muñequito con falda, estaba nada más y nada menos que un zapato de taco, ¡y un taco aguja todavía! Las únicas que podemos salvarnos somos nosotras.


Mientras escribo esto, noto el delgado sonido de los zapatos de la practicante de uno de los secretarios. Noto sus tacos y veo que son realmente botines, pero con un taco tan delgado como el de la joven que se cayó mientras regresaba del almuerzo con SÑ y el Fuhrer. Me da miedo imaginarme en esos zapatos, ni siquiera lo pienso porque imagino de manera bastante gráfica la caída y el bochorno en la calle.

En realidad, yo no he usado tacos hasta hace dos años, justamente cuando entré a trabajar. Antes de eso yo andaba en sandalias o zapatillas. Nunca otra cosa. Tenía un par de botines muy bonitos que mi mamá me había comprado en el 2003, pero me hacían doler el pie como si fuera una Fakir principiante caminando en cama de clavos. Dolía mucho. Ardía, más que nada, y yo me rehusaba tajantemente a usar esas tabas y renunciar a las N zapatillas que tuve entonces. Las últimas que he tenido son definitivamente mis favoritas: las converse all star. Una maravilla en comodidad. Ahora... uf! si les contara.
Definitivamente las all star son mis favoritas, pero le agarré el gusto a los tacos cuando comencé a hacer trabajo de oficina. Ya no era solamente una necesidad para el trabajo, sino que comenzaba a ser un gusto. Y como sufri! Durante el verano, utilizaba unas sandalias con taco 7 (nunca más bajo y menos más altos) muy bonitas, pero que tenían unas tiras que realmente asfixiaban el pie. Entonces no lo noté, pero, ¡puta madre! eran demasiado. Cuando caminaba más y el pie naturalmente se hinchaba por ello, mi apretado pie terminaba con marcas como si lo hubieran intentado ahorcar. Era terrible. Este verano tuve que tomar otras decisiones: para empezar, cambiar de zapatos. En general. Pero eso viene después.
Luego del primer verano, solo tenía mis botines. Con el tiempo descubrí lo cómodos que eran, porque eran amplios y el taco tenía el grosor exacto para caminar, correr y no morir en el intento. Cuando ya no me ardían los pies, me terminé acostumbrando a esos zapatos. Pero como siempre (una lección que aprendí duramente en la oficina), el acostumbrarme a algo marcaba el final de ese algo. Mis botines murieron lentamente al poco tiempo. El taco voló, se comenzaron a romper y se volvieron inutilizables. El segundo par fue mejorado, aunque apretaba un poco, y me dejó unas marcas en los dedos que me recuerdan el sofoco al que sometía a mis pies entonces.
Lo que más recuerdo del segundo par, es como tuve mis peores caídas. No me di cuenta que el taco se había desgastado lentamente, y tampoco me di cuenta la mañana en que caminaba por el Centro y tuve un tropezón horrible en la vereda. Horrible. Caí con ambas rodillas al pavimento y tuve un dolor que no se fue en un buen tiempo. El motivo de ese dolor, fue justamente la segunda caída, tres semanas después de la primera. Uf! Esa fue peor: fue corriendo. Corría cerca a mi casa y caí con las rodillas y con efecto de arrastre todavía. Recuerdo que estaba cochina y tuve que regresar a casa, casi llorando. Comencé a llorar con la frotación de mi mamá. Tuve que ponerme el primer par de botines y llegar adolorida al trabajo. SÑ seguía ahí entonces. No le dio mucha importancia a mi dolor. Aún recuerdo ese día, porque no solo tuve un dolor físico: su indiferencia a veces era peor que cualquier rodilla destrozada.
Justamente por esas caídas mis rodillas han sufrido daños reversibles que aún no logro identificar. Luego del segundo par, cuyas lenguas los mataron hace ya un año, es que conseguí el tercer par. El mejor par: combina un poco de ambos. Pero justamente, no solo de botines vive la mujer, y tuve también unos tacos: los de punta de duende, los feos, los grises, los de punta abierta (¡mis favoritos!) y ahora último los tacos que llevo puesta ahora. Los de duende eran los peores, porque me sacaron unas ampollas horribles, los feos apretaban demasiado, los grises son lo máximo pero duelen con el tiempo, y los de punta abierta son los mejores para las faldas durante el verano. Lo mejor.
Finalmente, creo que he optado por la comodidad en vez de solo tacos altos. A pesar de lo mucho que me pueden gustar algunas de las opciones ya mencionadas, mejor elegí la mejor de las opciones para la chamba: la maravilla del taco cuña. Justamente, para cambiar mis zapatos de verano, compré unas sandalias de taco cuña que a SÑ le terminaron gustando (extrañamente), además de que para invierno compré unos zapatos marrones de taco cuña que me encantan. Definitivamente, mi accesorio favorito.
La chica de hoy día se fue contra el suelo, justamente por unos tacos delgados que la sociedad le ha enseñado es lo que DEBE DE ponerse, sin darle otra opción para su estética. Así nos veremos mejor, más elegantes o tal vez más putas (según SÑ), pero no creo que nos hagan más mujeres. No creo que debamos ir en zapatillas, tampoco, pero creo que al menos podemos buscar más opciones, sin tener que sufrir nosotras. Suficiente con lo que nos da la vida, ¿verdad?
PD. Al día siguiente de este hecho, sacando copias encontré a la misma chica. Esta vez. con tacos más gruesos.

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