viernes, 2 de julio de 2010

Una lágrima en nombre de Brasil

Hace cuatro años, por el lejano 2006, Brasil se disputaba contra Francia la continuidad en el mundial. Era la tarde de un sábado de julio en Lima, el día estaba casi tan frío como ahora. Corría bastante aire y era el momento de estar abrigados.

Por motivos que no recuerdo el día de hoy, yo me encontraba en la casa de Alesh, en visita social, me parece. Estuve con ella departiendo y riendo, olvidando que la verdeamarela jugaba contra los franceses, por quienes yo había desarrollado una simpatía luego de ver el golazo de Ribéry a España. Ese día no tenía interés en el fútbol.

Estaba en el primer piso de la casa de Alesh cuando escuchamos "gol de Francia!". Gol de Francia? A Brasil? Subimos a ver en la televisión la repetición del gol de cabeza de Henry. Era simplemente suerte, esa suerte en la que no creo y que se manifestó aquella tarde cuando Francia terminó el partido contra ese rival del Mundial del 98 con un simple resultado: 1-0. Cuánto te puede dar y quitar un gol? A Francia ese gol lo conducía a la final (que luego perdería con Italia), a Brasil ese gol lo mandaba a casa.

Cuando sonaba el silbatazo final, Alesh y yo nos encontrábamos en la Cruzeta de Surco, cerca del complejo Próceres. Dentro de uno de los silenciosos pasillos, escuchábamos en los audífonos de mi mp3 de entonces la eliminación brasileña. Lo único que hicimos entonces fue quedarnos boquiabiertas, mirándonos una a la otra, pensando en que eso no es lo que le hacen a los grandes, a quienes nos enseñaron a jugar fútbol. Es como deshonrar a tus padres, manchar la pelota. A Brasil? no, no puede ser. Pero era. La sexta copa se les escapaba de las manos.

Cuatro años luego de aquel partido, SÑ está sentado frente a mí con un chocolate con crema, compartiendo los sentimientos de aquel entonces. "Sentí una gran pena", me dijo, recordando el partido de aquel entonces en que los (sin honor) franceses le quitaron el pase a un grande. Él y yo entendemos cómo es que la gente ve el fútbol en latinoamérica, como se vive en las calles, en los corazones de cada uno, no importa si es argentino, chileno, colombiano, peruano o brasileño. Es una pseudo-religión esta cosa del fútbol, es rezar a un santo para que vuele la pelota hasta reventar la red del rival. Es sentimiento, es todo.

La sorpresa de aquel entonces, la que sentí yo, parece convertirse en la pena de SÑ de entonces, ahora, más que nunca, que Brasil ha perdido contra Holanda en un partido que parecía regalado. Es fácil, no pasa nada, Brasil pasa, es lo que todos pensábamos, y es lo que ahora lloramos viendo salir a los brasileños cabizbajos de una cancha que pudo haber sido suya. Pero me parece que Brasil se confió demasiado en su juego, creyó ciegamente que ese partido las providencias de su país se lo regalarían. No cielo, estás en Sudáfrica, no en Brasil donde el jogo bonito es cosa de todos los días. En este partido era que debían de demostrar lo que eran, de donde venían, mostrarse a sí mismos que podían con equipos grandes luego de golear a los chicos. No lo hicieron. Como todos, creyeron que el partido estaba regalado.

¿De qué te sirve ser solo brasileño si no lo dejas en la cancha? En eso, Brasil no es como en Argentina, donde dejan sangre, sudor, el corazón y hasta el alma si es necesario. Eso creo les faltó, un poco de humildad para tener el espíritu de pelea listo. No, ellos creyeron que por ser Brasil lo harían. No pudieron.

No pudieron y ahora la mitad de la población mundial llora su partido, mientras Dunga seguramente despotrica en los vestuarios. ¿Qué esperará Dunga, gritando ahora a un equipo con el corazón roto? Debería de mirarse al espejo simplemente, y darse cuenta que ha aprendido una valiosa lección: el JOGO BONITO ES LA ESENCIA DE BRASIL Y SIN ÉL BRASIL NO ES NADA. Solo un sudamericano más (y hasta menos).

Pero el día de hoy, el jogo bonito ha muerto. Murió de dos remates holandeses. Una lágrima en su nombre.

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