martes, 16 de noviembre de 2010

Escapando de las ilusiones

Salí corriendo del carro. Yo en ese momento era David Aames, corriendo por las calles de NYC buscando algo que no se sabe a ciencia cierta qué es. Yo corría por esa cuadra de la calle Masías de San Isidro, y cuando sentí que me alejaba lo suficiente como para no desmayarme de la pena, comencé a caminar. Lágrimas fuertes y decididas escapaban de mis ojos. Me pasaba la mano izquierda por la cabeza. Tenía un fuerte dolor en el pecho, tanto físico como imaginario.

Más que llorar, lo que en esos momentos necesitaba era un pucho. Llegué a un parque y compré un Lucky Strike silver. Lo encendí y me senté en una de las bancas de cemento del parque. Los grandes árboles se apagaban con la noche que venía, mientras salían los trabajadores del centro financiero de San Isidro, bien vestiditos, las chicas súper fashion, y uno que otro me miraba de reojo, pensando en el motivo de mi rostro, de mi forma de sostener el cigarrillo, y de qué demonios estaba haciendo ahí sentada.

Había un enorme árbol frente a mí. Lo vi tan imponente, con la base pintada de blanco, y luego como sus ramas buscaban el cielo, a pesar de lo gris, como crecía sin detenerse a pesar de que sus hojas eran escasas. El humo de mi cigarrillo iba hacia él, como buscando apoyo divino. Algo, una señal (para señalar lo que ya no está), pero nada. Solo unas palomas que empezaron a revolotear. No era buena señal, de hecho que no. Antes que me caguen (literalmente) unos cuantos pájaros, preferí caminar hacia la Javier Prado en busca de un micro que me lleve a casa.

Llegué a la esquina donde estaba la tienda de Claro, ya sin el cigarro y todavía con muchas ganas de llorar. Es increíble que hayan personas que puedan soportar pesos como el mío, ¡incluso más grandes! Mi mente era una mazamorra en aquel instante, mientras el ruido de la ciudad se volvía insoportable, veía a la gente conversar, los carros venir y a sus cobradores gritar la ruta respectiva. Yo era lo único en silencio en ese lugar.

Ya dentro de la Cuarenta Integrada (Ruta Santa Anita-Miraflores), no sabía exactamente si llorar o no. Estaba mal, destruida emocionalmente, el David Aames en mi interior veía todo color vainilla. Estaba muy triste de verdad, y quería sentirme así. Partes en mi mente se peleaban para ver si yo me levantaba o no, para ver si salía del hueco, pero nada. Lloraba, hacía pucheros, ponía cara de estar mirando la lluvia caer en la ciudad gris. Era un desastre. Y tenía muchas ganas de llamar a SÑ y llorarle que volviera conmigo, que me hiciera suya (dígase: de su propiedad) una vez más, y que nunca encontraría a alguien que lo amara como yo. Que MH no estaba loca por él, sino por la idea de casarse con quien fuera, y como era con él, entonces estaba loca por la idea de casarse con él (eso lo sostengo hasta el día de hoy).

En casa, destruida. Mi familia materna, siendo de la sierra, tiene la creencia de que "pasar el huevo" ayudará al espíritu de la persona. Siguiendo esa creencia, le pedí a mi tía Camu que me pasara el huevo y me aliviara un poco. Ahí mismo me puse a continuar el llanto, pero no podía decir nada. Mi mamá entró con rostro de preocupación (dígase: seria y preguntando con voz potente "¿qué tienes?") y yo solo le dijé que había tenido un día difícil, que me dolía la cabeza y el estómago (parte de verdad ya que el cigarro me dejó podrida, para variar). Mi pobre madre, me he dado cuenta lo mucho que me duele mentirle y lo mucho que quisiera decirle lo que siento, pensando en que me comprenderá y me ayudará a seguir adelante. Pero yo sé que a punta de golpes es que me hará olvidarme de SÑ, a punta de terrorismo emocional. Y eso no es lo que quisiera. ¿En quién confiar en mi casa? En ese lugar tengo que encerrarme bien entrada la noche y llorar bajito o ahogar el llanto con la almohada. Es un poco cruel que ni se me permita llorar por el amor de mi vida que se fue. O al menos el que era.

Esta entrada la inicié ayer, pero hoy es miércoles. El dolor se aleja poco a poco. Y yo, habiendo pensado bien finalmente en una solución (algo que le prometí a SÑ hacer), y habiendo leído algunos consejos en la web de mujeres que han pasado por la misma situación que yo (desamor por amar con desesperación a alguien y quererlo con desesperación de vuelta), finalmente tengo la cabeza despejada y relajada para tomar una decisión.

* * *



Anoche terminé de ver "El Resplandor" (The Shining, 1980) junto a Farla. El DVD lo compré el lunes (momentos antes de ponerme sufrida, para variar, junto a SÑ), y ese día para no estar depre lo había visto con mi prima adolescente. La primera parte fue un defeque (figurado) de risa acompañada por ella. Esa noche ya luego de llorar, me había sentido mejor riéndome con Farla, de los personajes y las situaciones en la película. Recién ahora me doy cuenta lo que hacíamos entonces: convertíamos una película master del horror... en una comedia. Algo que debía de darnos miedo y hasta dejarnos media traumadas (no por nada los guionistas estudiaron libros de psicología, para encontrar una forma de asustarnos de veras), terminó siendo algo divertido y ameno que se interrumpió porque ella tuvo que salir.

Esa noche SÑ no estaba en el MSN. Yo estaba llorando, con un nuevo ataque de ansiedad que creía perdido en mí. Me jalé los cabellos, grité hundiendo el rostro en la almohada. Lloré mucho. En ese momento la película de horror era yo.

¿Por qué?, ¿cómo es que pude convertir "El Resplandor" en algo divertido, y no puedo hacerlo con mi propio infierno personal? Ahora ya no era Tom Cruise en "Vanilla Sky" sino Danny Lloyd en "The Shining", recorriendo los amplios pasillos del hotel en un triciclo enano, consciente de que en algún momento aparecerá, no las gemelas, sino SÑ, diciendo que me meta en sus recuerdos por siempre y para siempre. Me tapo los ojos ante la idea de irme con algo que no es más que un fantasma aterrador. El SÑ de mi mente no existe: es una ilusión que tengo que dejar morir.

* * *



Ayer lo vi (¡terca!) y estuve contenta solo por instantes. SÑ es así: parece que todavía siente algo por mí, pero no es lo suficiente para echar todo por tierra y estar realmente a mi lado. No puedo juzgarlo: tal vez yo tampoco hubiera sido tan fuerte como para mandar todo al diablo y estar con él. Además, ahora lo veo: él no sabe querer de verdad. Probablemente me esté equivocando y el simple hecho es que es diferente, y que a todas nos quiso a su manera. Pero ahí está el detalle, pues: que SU manera no era MI manera, la cual creo es más universal. Hay más gente que ama de la forma en que yo lo he hecho, es algo más "común". Pero SÑ, siendo distinto, no pudo ser entendido. No lo será. Seguro eso lo hará sufrir a él, pero más a MH.

SÑ me quiere, pero ya no es tan efusivo. A veces siento que quisiera sostenerme, besarme y hacerme suya en todas las formas posibles. Pero parece que él mismo se acordara de que ya no puede reaccionar así, que se va a casar y toda esa cala, y a su cariño y ternura sigue una pequeña frialdad que me deja más que helada: habría que encontrar un adjetivo para describir ese sentimiento de decepción que me embargó una y otra vez. Fue lo mismo ayer: luego de verlo, estaba decepcionada y triste en el micro. Y cansada. No como antes: no cuando decía "me cansé" y me olvidaba luego de un rato. Ahora sí que estaba exhausta, cansada de todo, de SÑ, de MH, de la vida y de mí misma.

He tomado la decisión que cambiará mi vida a partir de ahora. No hay forma que SÑ regrese conmigo, no si él lo ha decidido así. Y yo no soy dama en cautiverio que solo tiene que esperar al Príncipe durante toda su vida. No more. Quiero ser dueña de mi vida y de lo que puedo controlar. Lo que puedo controlar son mi mente y mi corazón. Costará, debido a mi endeble voluntad, y tal vez no tenga éxito, pero al menos he de intentarlo, luchar por mi vida y por no caer en un infierno como el de hace meses, cuando lloraba porque la vida no me lo quitara. Al final, fue justo lo que pasó, y yo creyendo que moriría y que todo se acababa entonces, sigo acá, en la oficina, mirando el sol brillar, tomando decisiones para corto plazo, pero decisiones al fin. Dejar de pensar en el problema para encontrar una solución, at last!

Como SÑ no regresará, como esa ilusión ya no existe, es justo lo que tengo que hacer: dejar que mis ilusiones mueran. Es hora de darles fin. Dejar de vivir como si esperara a que SÑ en algún momento diga "ya, ***, ven aquí" cual concursante de programa de cuestionarios, esperando ganarse el premio mayor. Él no lo era, ahora lo veo. Si no me eligió a mí, no quiere decir que la loca... perdón, que MH sea mejor que yo: solo vuela alto, alcanzó el cielo, pero no la gloria. ¿Quién dice que no puedo hacer bien las cosas desde este rinconcito?

Claro que lo quiero. Lo amo tanto como el primer día en que me di cuenta que lo amaba, hace ya mucho tiempo que en realidad se sienten como centurias, y es que mientras en él las cosas morían en mí solo crecían. ¡Qué decepción! Alguien que yo creía tan valiente, resultó ser tan cobarde como yo. Yo soy cobarde porque no puedo vivir sin él, y SÑ es cobarde porque no quiso vivir conmigo. Porque no pudo elegirme, no supo hacerlo. Aunque, ¿quién sabe? Fácil y me estoy botando demasiado y en realidad SÑ nunca me quiso, nunca le importé y solo fui vil y cruelmente utilizada. Pero yo prefiero pensar que sus ojos no mentían cuando me decía que me quería, que sus abrazos fueron tan reales como mis latidos al escuchar su voz por teléfono, que sus besos fueron elevaciones hasta la galaxia más lejana y que los vivió tanto como yo. Pero eso ya terminó. En cristiano: ya fue. Ese presente ya no existe. Mientras más me convenza de ello, mejor estaré y mejor podré superar mi pena.

Dejar que mueran mis ilusiones, que finalmente la decepción merme en mi interior implica varias cosas, entre las cuales está la elevación de mi autoestima. En primer lugar: hombres comprometidos, NEVER AGAIN. Luego, como buena soltera en busca de solteros, mejorar mi físico de paso que mejora así también lo emocional. Cuando una mujer se ve bien por fuera, se comienza a sentir excelente por dentro. Eso quiero yo. No pensar que me dejaron por gorda: no me dejarán por gorda, es otra nota. Y además que mi salud mejorará, me veré mejor con la ropa de trabajo que tengo guardada en el armario, y podré cumplir un anhelo secreto (que mi orgullo de nerd no me deja admitir en voz alta): correr una 10K con mi hermano.

Y de paso... un plancito. Estaba pensando en ver a SÑ alguno de estos días que le restan a la semana y decirle que dejemos de vernos, al menos por tres semanas, para desintoxicarme de mi amargura con un poco de soledad. ¿Querrá?, ¿lo verá mal?, ¿entenderá? Quisiera que sí. Sé que he insultado mucho a SÑ, y también lo he puesto en un altar bastante alto. Objetivamente, las cosas son así: él no es malo, solo que es recontra-hiper complicado. Y es un buen amigo, sincero y te apoya en lo necesario (siendo complicado, el concepto de "necesario" a veces varía, pero en sí, es la misma huevada).

Siendo entonces así las cosas, un miércoles antes del almuerzo con el sol, me siento mejor. Algo de paz está en mi, a pesar de que el Fuhrer está contando aventuras demasiaado desagradables hasta para mis oídos. Es hora de fugar, de vivir.

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