jueves, 30 de diciembre de 2010

El 2010 en una palabra: Cabiria


“Las noches de Cabiria” es una película de 1957, dirigida por Fico Fellini y producida por Dino de Laurentiis (así es, ese mismo que murió hace poco), y trata sobre una prostituta que se hace llamar Cabiria y busca lo que muchas de nosotras buscamos: el verdadero amor. Lamentablemente, debido a su status social (el de prostituta, obviamente), el verdadero amor le es esquivo, se mantiene bien caleta en algún lugar de Roma. Lo único que Cabiria encuentra es lo que la sociedad le arroja en la cara: desengaños, mentira y mucho dolor.

La bondad de Cabiria se pone a prueba, así como su visión del mundo. Ella probablemente esté destinada a no encontrar lo que busca con tanta desesperación, pero al final de todo encuentra algo más y mucho más importante: su vida. La escena final es digna de una gran película italiana y va un poco así…

Cabiria camina por un camino, sola, llena de pena y con los ojos bañados en lágrimas. De repente un grupo de jóvenes que tocan música en guitarras y bailan al ritmo de las mismas la rodea. Todos están alegres, parecen ir o venir de una fiesta mientras ríen y se divierten. Cabiria sigue triste hasta el momento en que los jóvenes la rodean al ritmo de las guitarras y le cantan. Ella levanta la mirada. “Buona sera” le dice una chica y Cabiria asiente con la cabeza mientras finalmente sonríe con una lágrima negra que nace de su mirada llena de lágrimas. La música suena y Cabiria sonríe y entiende aquello que yo hace poco entendí. Por eso el año 2010 es en honor a Cabiria. Porque yo soy Cabiria.

* * *

Yo soy Cabiria. Tengo importantes razones para afirmarlo. Y aunque recién ayer en la noche observé la escena en cuestión, me identifiqué completamente con ella y con su protagonista, con la mujer que es juzgada por su status en la sociedad, por el papel que le ha tocado jugar sin ella tal vez quererlo si quiera (ya entienden el punto, ¿no?), y justamente por ello es que le toca sufrir. Y mucho. Desgarrarse el corazón por un ideal que tal vez no se logre alcanzar, pero por el que vale la pena luchar.

Yo sé lo que Cabiria entiende al final de la película, porque yo también he sentido justamente ello. Son dos cosas: uno, ella entiende que la vida es demasiado grande como para llorar por el amor perdido, y que siempre se puede volver a comenzar (citando al poeta peruano Manuel Scorza: “Hay cosas más grandes que llorar amores perdidos”); dos, entiende que el amor no tiene que ser buscado, pues está en todo lo que la rodea, incluso en esos momentos en que se siente desolada, el amor irradia de aquellos jóvenes alegres.

De lo que entendió Cabiria, creo que es un poco de ambos. La vida es inmensa, y es tan inmensa que a veces no podemos ver que el amor está en todas partes: debajo de las piedras, en los mares, en el cielo, entre los árboles, creciendo en la hierba, en medio de una oficina, bajo el sol, entre la gente. Hay amor y hay vida por todas partes. Es lo que más nos importa en el mundo, así que, ¿por qué no habría de estar ahí? Lo que pasa es que a veces no encontramos el tipo de amor que queremos. Eso es otra cosa. En el caso de las mujeres, queremos un hombre que nos ame, pero no solo que nos ame, sino que nos adore con pasión. Al no encontrarlo, podemos llegar a creer que el amor no existe, que es un ideal que nos metieron en la cabeza para darle sentido a nuestra existencia, pero que en realidad no es más que una gran mentira.

No es una mentira. Pero nos falta verlo. Nos falta disfrutar de la vida, y con una existencia vacía, sin nada más que el objetivo de esa búsqueda, nos quedaremos realmente sin nada. ¡Es más que eso, por todos los santos! Lo sé, justamente por lo que viví este año: probé la soledad directamente, tuve que llorar y sentir mucho daño y dolor por ello. Todo era SÑ, era el amor y el odio que sentía por él, todas mis emociones eran él, se identificaban con él. Las veces de este año que me dejó, fuera por mail, chat o en persona, fue un levantarme y volver a empezar. La primera vez no se sintió tanto; la segunda fue un poco más dolorosa y no supe hacer bien las cosas, y estuvo tan mal esa situación para mí que llegué a un punto bastante bajo, lo suficiente para hacer cada estupidez, cosas de las que ahora me arrepiento; la tercera vez fue la que más duro golpeó, y fue donde mi papel como Cabiria comenzó.

Fue enfermarme, fue llorar. Fue estar bien, pero superficialmente. Luego el infiernillo empezaba de nuevo, los malestares y un poco más y las locuras (no las buenas). Cuando tomé el valor de dejar que mis ilusiones navegaran lejos de mí, cuando tuve el valor de alejar de mí esos sentimientos a los que era tan adicta, entonces dejé de llorar, caminé por el camino solitario, y poco a poco la música y el baile regresaron a mí. Aún con lágrimas, vi lo que Cabiria ve al final: el amor a su alrededor, y su vida adelante.

Pero claro, al igual que para la protagonista de Fellini, la historia tiene un final abierto. No sabemos lo que ocurrió con Cabiria, si acaso volvió a llorar, o dejó la vida de prostituta y se metió a un convento, o en algún momento encontró lo que tanto buscaba. Yo tampoco sé como terminarán las cosas para mí, porque sé que todavía no terminan. El haber entendido todo ello es el inicio, porque ahora me toca lo más difícil: ponerlo en práctica, y estoy dando pasos de bebé, aun sin mucha consistencia, pero con muchas ganas. La amargura se desvanece de mi cuerpo poco a poco, y eso me alegra. Ya no es SÑ, o solamente yo, sino que también empiezan a ser las demás personas, los que me quieren, han estado conmigo y siempre estarán. Es reencontrarme con el mundo, es caminar hacia la vida que tengo delante de mí.

* * *

Creo que el 2010 trajo muchas cosas que realmente nunca esperé. Y también creo que no cumplí con alguno de los propósitos que tenía para este año. Pero algo sí me alegra haber cumplido: dejar de llorar. No más lágrimas. Ya no. Y aunque todavía esté un poco messed up, siento que las mejoras están próximas. Digámoslo así: estoy en una fase de remodelación continua, mejoraré y estaré (esperemos) mejor que antes. Ya no solo será llorar por el amor que nunca llegó de SÑ, sino alegrarme por haber vivido una relación tan exageradamente bella en momentos precisos. No puedo sino ahora recordar lo bueno de ello, la forma en que me cambió e influyó en mi vida. Siento que ahora me han abierto un poco más los ojos, que tengo más experiencia para no volver a pasar por los mismos dolores de antes. Que, al igual que Cabiria, puedo volver a comenzar. Tal vez me duela, pero la vida sigue ahí.

Y si sigue ahí, lo único que pasa en estos días es que otro año se va. Pero lo demás sigue. El primero de enero de dos mil once el sol saldrá y nos iluminará y nos podrirá de calor (¿acaso no me van a decir que no se sienten así a veces en estos días?), aún tendremos que trabajar, y etcétera. Nada se detiene, ¿por qué habría de hacerlo yo?

No more. Fui Cabiria, desesperada por el amor en su momento, pero ya no. Ahora quiero vivir mis emociones con calma y con una sonrisa en los labios. Quiero mi vida de vuelta. Y supongo que todo este descubrimiento se lo tendría que agradecer a SÑ, por darme tantas cosas, que ahora puedo valorar más que nunca, pues me convierten en esta persona que por primera vez luego de mucho, me está gustando.

Gracias SÑ, por todo lo que me diste. Y gracias a la vida y a la Providencia por nunca abandonarme. Porque sigo aquí, siendo lo que debo de ser. Yo soy Cabiria. Sigo caminando.

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