jueves, 8 de abril de 2010

No hipocresías

A continuación, les dejo un fragmento de la entrada del blog de Renato Cisneros titulado "Viernes Santo". Creo que caería a pelo en toda esta situación.

PD. Me hubiera bastado un te quiero esta noche más que cualquier otra cosa.


(...) Pero qué poco se parece ese Gustavo ebrio, pingaloca afiebrado, asiduo a los nightclubs más prestigiosos de Lima con el Gustavo manso y angelical que salía de misa el Viernes Santo, acompañado de esa criatura bellísima que es su enamorada.

¿Podrían ser la misma persona? ¿Podría alguien tener el cuajo o la habilidad suficientes para dar vida con tanta convicción a dos personajes tan abismalmente distintos?

Mientras regresaba de la bodega comencé a sospechar de todas las parejas que caminaba abrazadas y sonrientes por el malecón, dispuestas a no comer carne en honor a la fiesta de guardar. Me alejaba de ellas, rumiando preguntas malévolas y buscando desesperadamente alguien que me vendiera una buena hamburguesa.

¿Cuántos de esos hombres y mujeres tendrían una perversión secreta? ¿Cuántos una doble vida? ¿Cuántos mantendrían uno(a) o muchos(as) amantes? ¿Cuántos se habrían acostado con otras personas a espaldas de sus parejas?

Me quedé en el malecón, pensando en que el amor es, o debería ser, un acto de fe. No me refiero desde luego a la fe impostora que muchos practican en Semana Santa. Esa fe mugrienta, cínica, conveniente, que lleva a algunos a desentenderse de la religión 360 días y que, repentinamente, los convierte en piadosos feligreses durante las Pascuas.

Dios me libre de tener esa clase de fe.

Me refiero más bien a la fe ciega en la que el amor –me parece– debería basarse. Sin embargo, lo terrible de esa fe es que, siendo digna y leal, es inmensamente cruel. Por un lado, si confías plenamente, si pones tus manos al fuego sin miramientos, corres el riesgo de ser herido, sorprendido. Pero por otro lado, si desconfías un poco, te agotas, te desgastas, te consumes en tus propias especulaciones.

Lo ideal –y aquí cito textualmente a Robotv– es andar relajado, pero alerta.

Hay quienes prefieren no saber, no enterarse de las probables pellejerías de su pareja. Prefieren vivir un amor público armonioso, estándar, funcional. Quizá algo intuyen, algo les huele mal, pero prefieren hacerse de la vista gorda: no vaya a ser que sus intuiciones sean ciertas y tengan, qué flojera, que empezar de cero.

Hay otros que no, que viven a la defensiva, en permanente actitud policiaca y suspicaz. Muchos de ellos –acaso temerosos de que vuelvan a traicionarlos– no pueden controlar la manía de querer verlo todo y saberlo todo (incluido el password de la pareja).

Yo creo que Alessandra es una chica que confía. Tal vez algún presentimiento la desvela cada vez que Gustavo le dice que tiene que trabajar hasta muy tarde en la oficina, pero prefiere no hacerse paltas. Eso sí, si descubriera que él le es infiel, y que se escapa al Moonlight para acostarse con Glenda (aunque no logre fornicar con ella, porque el pájaro no se le yergue), estoy seguro de que lo sometería a una castración sin anestesia y colgaría su miembro (ahora sí, inerte de verdad) en medio de la plaza mayor.

Y creo que Gustavo es un tipo que juega con fuego y que vive pagado de su suerte. Sin duda quiere a Alessandra, eso se nota, por lo menos yo lo noté, pero también es un animal noctámbulo, capaz de irse de rumba con las bataclanas chuchumecas de un club, gastar cientos de dólares y escapar como un prófugo de la justicia. (...)

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