viernes, 23 de abril de 2010

Pensamiento (y sentimiento) Neruda

ODIO al SÑ de ahora. Resulta que luego de dos años de relación (que terminaron exactamente... en dos años, por más extraño que suene), él desarrolló conciencia. Ahora es un ser que piensa en los demás, que ha decidido que no quiere que yo sufra. Sobretodo: que MH no sufra.

Oh, si! Pobre mujer! Ella que sacrificó tanto. Que cambió su forma de ser, que se perdió a sí misma durante su relación, que calló todas sus cosas... si, pues. Sufrió un montón. Mientras que su humilde servidora se rascaba la panza y reía por sus maldades.

Maldades? no, señores. Anque nunca nadie me crea, yo nunca actué con maldad o si quiera como lo hace el cliché de una amante de telenovela mexicana. No me paseo por mi casa en un vestido largo apretado, con el cabello suelto, una mano de whisky con hielo en la mano y pensando en lo mala que soy. A diferencia de ello, me paseo en mis ropas holgadas y cómodas, con un vaso de jugo de naranja, descalza, media desaliñada, y triste pensando en lo último que me dijo SÑ:

- Te quiero, pero no estoy enamorado de ti (...) y no es algo que recién esté pensando, sino que ya hace tiempo te lo quería decir. (...) Pero no quería joder tu cumpleaños.

Me pregunto de qué sirve no querer joder mi cumpleaños si al final me jodió la vida. Claro que sé que no estaba enamorado de mí, pero su cariño y su deseo me bastaban. Era muy feliz con ello. Pero que me diga que ya no quiere estar conmigo, solo... es abrir la misma herida de siempre. Soy la chica que muchos quieren, pero de la que casi nadie se enamora. Lo mismo de toda la vida, solo una chica más, alguien que será una persona un día... y probablemente no exista el otro.

Ay, mísera de mí! Ay, infelice!

Soy Segismundo llorando su suerte en su prisión. Soy Julieta que llora la muerte de su primo a mano del hombre que ama. Soy Otelo que sufre por las consecuencias de su celo. Soy Bécquer que nunca tuvo un amor que durara. Soy Scarlett O'Hara sufriendo por Ashley Wilkes y por Rhett Butler. Soy Ingrid Bergman amando a Boggie, pero sufriendo por no poder estar con él. Soy Vallejo un jueves santo en París. Soy Neruda gritándole a la noche la falta de amor. La falta de amor. Cuán poco valor le di, y cuanta falta me hace ahora!!!

Ojala todo volviera a ser como antes. Ojalá pudiera quererlo, besarlo y más de todo sin restricciones, sin nada de lo que vino después. Ojalá el destino no nos hubiera alcanzado. Ojalá hubiéramos tenido el cuidado necesario para seguir juntos. Ojalá pudiera disfrutarlo. Ojalá pudiera dejar de llorar.

Ojalá simplemente me pudieras querer.

Pero ya nada puede ser como antes. Ya todo se acabó. Y yo siento que me consumo con todo este sentimiento que no desaparece. Se agranda. Se apodera de mí. Infinitísima tristeza, que nunca me dejará volver a ser como antes.

A SÑ... cortesía de Neftalí Reyes.


POEMA 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

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